Vivimos bajo la marca de los tiempos del imperialismo, marca que nos fue impuesta, y grabada a sangre y fuego literalmente, en la memoria colectiva de nuestros pueblos. Desde la larga y oscura noche de nuestros inicios, primero como pueblos y posteriormente como estados naciones, primeramente los imperios europeos y seguidamente el imperio norteamericano, descubrieron que la mejor forma o manera de dominar a los pueblos era a través de la construcción de una conciencia hecha a su imagen y semejanza, y que respondiera según sus intereses de dominación. Bajo estas premisas la Historia tiene un rol protagónico de gran importancia y relevancia; la construcción de una hegemonía socio histórica les permitió a los imperios imponer personajes y héroes nacionales, narrar batallas según la óptica imperial, borrar e invisibilizar al enemigo, maquillar o desaparecer de las paginas de su historia oficial al indio, al negro, al zambo o al mulato, castrar a las mujeres, y por supuesto a todo aquello que se pareciera a un pueblo insurgente.
“Nuestros pueblos han de librar una terrible batalla por su existencia. Nuestros espíritus han de estar tensos como los arcos de los habitantes originarios. Por eso acudir y estudiar historia no significa en modo alguno apartarse de la lucha en busca de temas para insustanciales declamaciones, sino acudir a ella armado de una razón poderosa. Es saturarse de la realidad que la ha inspirado y ha de inspirarla en lo sucesivo.” Palabras mas, palabras menos lo apuntaba el gran Enrique Bernardo Núñez. Palabras sabias que cobran gran valor e importancia en estos tiempos. Tiempos de refundar, tiempos de reconstruir verdades, tiempos de revoluciones. Revoluciones como las que vivimos en esta nuestra Patria Grande.
Tiempos que nos obligan a ver hacia dentro, en lo mas profundo de nuestra América siempre insurgente, siempre mestiza, para encontrarnos con nuestras raíces, encontrarnos con; Guaicaipuro, Túpac Katari, Túpac Amaru, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Manuela Saenz, José de San Martín, Gervasio Artigas, Bernardo O’Higgins, Juana Azurduy, José Antonio Sucre y Francisco Morazán, armarnos con sus arcos, flechas y espadas inspiradoras, emancipadoras, liberadoras para contar y narrar esa otra historia, la historia que pretendieron borrar los imperios. Escribir la otra historia, la Contra Historia, la historia que hicieron los pueblos. Y romper definitivamente con la hegemonía histórica de los dominantes. Este es el objetivó de esta línea de desarrollo e investigación.