Por Stephen Sefton
Después de su derrota en la Primera Guerra Mundial los territorios del imperio otomano de Siria (hoy Siria y Líbano), Mesopotamia (hoy Irak) y Palestina fueron repartidos en 1920 entre Francia y Gran Bretaña por medio de la Conferencia de San Remo, bajo la autoridad de la Liga de las Naciones. El Mandato Británico sobre Palestina incorporó la Declaración Balfour de 1917, con lo cual el gobierno británico se había comprometido, de manera completamente arbitraria, establecer un estado nacional judío en el territorio de Palestina. 30 años después de la Declaración Balfour, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181 que autorizó la partición de Palestina y así surgió el estado de Israel. No hubo ningún proceso de consulta democrática con la población árabe nativa de Palestina que en aquel entonces fue el doble de la población judía.
En el momento de la votación solo participaron 56 países miembros de la ONU, que ahora cuenta con 193 países miembros. De los 56 países, 33 votaron a favor de la resolución, 13 países, principalmente los países árabes, votaron en contra y 10 países abstuvieron. Precisamente al inicio de la era de la descolonización en el mundo mayoritario, la Organización de Naciones Unidas, dominada por los poderes imperialistas, creó un estado colonial basado en una ideología supremacista, el sionismo, con un gobierno determinado a expulsar la población árabe para asegurar el dominio de una mayoría judía. Aun antes del fin del Mandato Británico el 15 de mayo 1948, las fuerzas sionistas habían iniciado una limpieza étnica de más de 200,000 personas de la población árabe aplicando tácticas de terrorismo y masacre.
Ese fue el contexto en que los vecinos países árabes declararon la guerra contra Israel durante la cual las fuerzas israelíes expulsaron otra parte de la población palestina, más de medio millón de árabes, y ocuparon sus tierras. La conquista y ocupación de las tierras palestinas por las y los sionistas revindicaron las proféticas palabras de Vladimir Jabotinsky, dirigente de Haganah, la organización armada sionista, quien escribió en 1925, «Una reconciliación voluntaria con los árabes está fuera de discusión ahora o en el futuro. Si desea colonizar una tierra en la que ya vive gente, debe proporcionar una guarnición para la tierra, o encontrar algún hombre rico o benefactor que proporcione una guarnición en su nombre.”
De hecho, los benefactores y protectores de Israel han sido los países occidentales quienes han asegurado que no se haya aplicado las numerosas resoluciones de la ONU ni ninguna otra medida del derecho internacional en defensa de los derechos del pueblo palestino. Toda esta historia demuestra los raíces coloniales de la fundación de Israel y del neocolonialismo sistemático occidental que lo mantiene, protege y defiende aun ante las masacres genocidas en proceso en Gaza en estos momentos. La partición de Palestina ocurrió en el período del fin de la época colonial que vio la creación de estados-naciones en base a las fronteras coloniales.
En el mismo período se impuso también la partición de muchos otros países, el Líbano de Siria, la República de Irlanda de Irlanda del Norte, la partición de Corea y, hasta 1975, la partición de Vietnam. El legado de los 500 años del colonialismo europeo y su gradual sustitución por Estados Unidos en los últimos 150 años ha sido décadas de sangrientes conflictos y guerras destructivas. En el caso de Palestina, la creación de Israel permitió a Estados Unidos y sus aliados tener su “portaaviones insumergible” en el corazón de una región estratégica para sus intereses geopolíticos, por motivo de su ubicación y sus recursos de hidrocarburos.
En este momento es imposible saber el desenlace político-militar de los combates en proceso en Gaza y mucho menos de la guerra regional en ciernes. Sin embargo, muchos gobiernos han definido sus propuestas para la posible resolución del conflicto. La mayoría abogan por la implementación de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Resolución 242 fue aprobado hace cincuenta y seis años y promueve la creación de un estado palestino a la par del estado israelí.
Como ha comentado el destacado ex-oficial de las Naciones Unidas Alfredo de Zayas, “La obligación de Israel en virtud de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad, que data del 22 de noviembre de 1967, es retirarse de los territorios ocupados y permitir la aplicación práctica del derecho a la libre determinación del pueblo palestino, [que es] inalienable y está consagrado en los artículos 1 y 55, capítulos XI y XII de la Carta de las Naciones Unidas, así como en el artículo 1 común al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC)».
Varios observadores han comentado que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) reafirmó en 2004 el derecho del pueblo palestino a la libre determinación y condenó las innumerables violaciones por Israel del derecho internacional. Además, como ha notado el embajador de la Federación Rusa a la ONU, Vasili Nebenzia, Israel no tiene derecho a la autodefensa en los territorios que ha ocupado ilegalmente durante décadas. Así que la resistencia palestina tiene plena legitimidad para revindicar los derechos fundamentales del pueblo palestino en sus tierras ocupadas, incluso por la vía armada.
La propuesta de la mayoría de los gobiernos del mundo es de resolver el prolongado conflicto entre Israel y Palestina conforme con el derecho internacional y crear un estado Palestino. A pesar de este consenso mayoritario internacional para la llamada “solución de dos estados” existe un influyente cuerpo de opinión en el mundo que lo cuestiona y aboga por la creación de un solo estado. El razonamiento de esta posición sigue el argumento del Hermano Guía Muammar al Gaddhafi quien argumentó que los Acuerdos de Oslo de 1993 eran un engaño de que la lógica culminación de su implementación sería la asimilación de la población palestina en un solo estado. Las propuestas más optimistas de un solo estado plantean la posibilidad de un estado unitario o federado capaz de acomodar las aspiraciones de los israelíes y los palestinos en base a la igualdad y la no discriminación.
Lo que gran parte de la discusión de ambas posibilidades a nivel internacional tiende a descartar, omitir o hasta negar es la insistencia del pueblo palestino en el imperativo de asegurar el proceso de la descolonización que corresponde a la profunda injusticia histórica que ha sufrido. Y es instructivo comparar la situación colonial y el contexto neocolonial de la lucha del pueblo palestino para su liberación con otras luchas revolucionarias de liberación que lograron su objetivo. Los ejemplos de las luchas anti-coloniales en Angola, Argelia, Mozambique y Zimbabwe aclaran los diversos dilemas que acompañan la lucha contra sistemas coloniales basados en el supremacismo racista.
El genocidio del pueblo palestino y la anexión total de su territorio sigue la práctica histórica de las élites coloniales y sus gobiernos europeos. Simone Weil, distinguida filosofa francesa, comentó una vez que la innovación principal de la Alemania Nazi fue de aplicar las prácticas de conquista genocida del colonialismo europeo a la misma población europea. Ciertamente, esta fue la experiencia de las cuatro luchas de liberación nacional en Angola, Argelia, Mozambique y Zimbabwe, las cuales pasaron por diferentes fases de resistencia, guerra abierta y negociación hasta lograr el triunfo.
La guerra en Argelia terminó con los acuerdos de Evián de 1962, en Angola con los acuerdos de Alvor de 1975, en Mozambique con los Acuerdo de Lusaka en 1974 y en Zimbabwe con los Acuerdos de Lancaster House de 1979. Todos estos acuerdos incluyeron medidas para garantizar el pleno reconocimiento de la soberanía nacional y el derecho de la auto-determinación del pueblo liberado, la transferencia de poder de una manera consensuada y programada que iba a permitir la salida pacífica en cada caso de cientos de miles de colonos. También incluyeron medidas para el traslado adecuado de las funciones administrativas, la renovación ordenada de la policía nacional y las fuerzas armadas y un manejo equilibrado de la redistribución de tierras y propiedades. Los acuerdos también incluyeron amnistías para los hechos que ocurrieron antes de su firma, y garantías de la protección y no discriminación contra los colonos que decidieron quedarse.
En todos los casos, los correspondientes gobiernos metropolitanos aceptaron el derecho a sus antiguas colonias a la independencia. En Francia, el Presidente De Gaulle enfrentó una violenta rebelión terrorista derechista contra su decisión de acordar la independencia de Argelia en 1962. Fue el derrocamiento en 1974 del gobierno fascista en Portugal por la Revolución de los Claveles que permitió el nuevo gobierno socialista portugués acordar la paz en Angola y Mozambique. Y en el caso de Zimbabwe fue el decidido apoyo del gobierno británico del Partido Laborista que acordó la decisión de facilitar la independencia de Zimbabwe en 1980 a pesar de la resistencia del régimen de los rebeldes colonos racistas.
Para el momento, el caso de Palestina es distinto, todavía más complejo y desafiante, porque el gobierno israelí tiene el apoyo incondicional del gobierno estadounidense que ocupa el papel del estado metropolitano que sostiene el régimen colonial sionista en Israel. A estas alturas los gobiernos de los países de la Unión Europea son prácticamente irrelevantes porque siguen los ordenes de las élites yanquís. De todos modos, con la derrota estratégica ya sufrido por Estados Unidos y sus subordinadas europeas en Ucrania, el tiempo favorece la causa Palestina, lo cual explica la decisión israelí de intensificar el ritmo de sus masacres genocidas ante la ofensiva palestina del pasado día 7 de octubre.
Sea cual sea la resolución finalmente negociada para garantizar alguna medida de justicia al pueblo palestina, de dos estados o de un estado, los temas más intrincados van a ser del mismo tipo que en los procesos de la descolonización anteriores. Principalmente estos son el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación en su territorio nacional y la recuperación de su territorio nacional de la ocupación sionista. La propuesta del movimiento palestino Hamas en este momento es de un alto al fuego, la apertura de las fronteras, especialmente con Egipto, y un intercambio de presos. Los dirigentes palestinos esperan establecer un proceso de paz político que culmina en un estado palestino independiente con su capital en Jerusalén y el derecho a la autodeterminación.
Parece inevitable en el contexto histórico actual del desarrollo de un mundo multicéntrico que la lógica de la descolonización de una u otra manera va a prevalecer en el caso de Palestina. Queda a ver como se resolverán los profundos dilemas en relación al derecho al retorno de los millones de familias palestinas desplazadas durante décadas por la limpieza étnica sionista. Las y los colonos sionistas van a tener que aceptar salir de las tierras que usurparon. Las personas entre ellas y ellos que no aguantan estar en una estado que reconoce sus contrapartes palestino como iguales van a tener que volver de dónde originaron, igual cómo pasó en Angola, Argelia, Mozambique y Zimbabue.
Serán enormes y profundos los cambios políticos e institucionales que todas las partes van a tener que facilitar y asimilar. Entre ellos figura el colosal desafío de cómo sera posible para las familias palestinas superar las inimaginables secuelas psicosociales del dolor y la injusticia que han sufrido durante más de un siglo. Al final, todos los antecedentes de la descolonización demuestran que es inevitable que Palestina sera libre gracias, como en todas las luchas por la liberación nacional, a la fortaleza extraordinaria y la insuperable resistencia de su pueblo.
Fuente: Portal Alba