Gabriel Jiménez Emán y Los dientes de Raquel. Medio siglo de literatura

En 2023 se cumplen cincuenta años de la edición de la primera obra literaria de Gabriel Jiménez Emán, un volumen de microrrelatos que pronto adquirió relevancia entre lectores y críticos el mismo año de su publicación, 1973: Los dientes de Raquel. Salvador Garmendia, Ludovico Silva, Jesús Serra, Luis Britto García, Julio Miranda, Lubio Cardozo y otros se sumaron por aquellos años al reconocimiento de la obra, y desde entonces el escritor no ha cesado de brindar otros libros de microficcion, novelas, ensayos, artículos y cuentos a la literatura venezolana, complementando esta labor con ediciones antológicas de cuentos, poemas y ensayos literarios venezolanos, además de trabajos sobre filosofía, cine y música, en diversas editoriales de Venezuela y el extranjero. Su consecuente trabajo en el campo de las letras a partir de entonces y hasta el siglo XXI le hicieron acreedor del Premio Nacional de Literatura de Venezuela en el año 2019, por el conjunto de su obra.

En este año 2023 varias instituciones y personalidades del mundo cultural y literario unen esfuerzos para celebrar el medio siglo en la literatura y la cultura venezolana de este notable escritor nuestro nacido en Caracas en 1950, que ha hecho vida en varios estados de Venezuela, reconocido fuera de nuestras fronteras como referente del microrrelato, el cuento y la novela corta, traducido a varios idiomas y seleccionado en numerosas antologías de otros países. Ha complementado su labor creativa con sus trabajos como traductor del idioma ingles, editor y conferencista en diversas universidades e instituciones públicas y privadas de Venezuela y el extranjero, y como coordinador de talleres y cátedras en la Universidad Central de Venezuela, Universidad de los Andes y Universidad de los llanos Ezequiel Zamora. Invitado a conferencias magistrales en Universidades de París, Nueva York, Andalucía, Salamanca, Atenas, Oporto y Bogotá; en numerosos congresos y ferias del libro en La Habana, Buenos Aires, Santiago de Chile, México, Bogotá y Quito.

En 2023 se presentarán varias obras inéditas del escritor: el volumen sobre filosofía Del logos moderno a la razón global; el libro autobiográfico La vida en fuga. Retazos de memoria compartida; una novela corta inspirada en la vida del doctor José Gregorio Hernández: Y José Gregorio ascendió a los cielos; un libro de entrevistas al autor con el título de Diálogos de la alteridad; ademas de algunas que otras conversaciones filmadas, cortometrajes, conferencias sobre su obra y una antología de sus microrrelatos.

Comité organizador “Gabriel Jiménez Emán 50 años de trayectoria literaria”

Cien años de la URSS. Luis Britto García

Y allá, en la esteparia lontananza. La Unión Soviética alza su puño de esperanza ¡Camarada, salud!

Aquiles Nazoa

1

Hace ya treinta años, Aníbal Nazoa escribía: “Pronto el mundo comprenderá la inmensa tragedia que significa la disolución de la Unión Soviética”.  Toda la leña que  imperios y  agencias noticiosas han hecho del árbol caído no basta para que se lo olvide. Esa tragedia no concluye ni sus heridas se cierran. Intentemos un balance precario y quizá provisional.

2

El 7 de noviembre de 1917 el partido bolchevique, que apenas contaría con más de 15.000 miembros,  proclama el primer Estado socialista  en el más extenso de los países del mundo: lo que quedaba del retrógrado, oligárquico y desarticulado imperio zarista, tiranizado desde 1613 por la dinastía Romanov. Para demostrar que las revoluciones no son posibles, los países reaccionarios hacen lo imposible. Declarar una Revolución es enfrentar una contrarrevolución interna y una guerra externa acompañada de bloqueo. Así sucedió históricamente incluso contra las revoluciones burguesas de Inglaterra y de Francia. Así ocurrió también con la Revolución Soviética. Desde el primer día de la toma del poder catorce potencias imperiales le declararon la guerra. Estados Unidos la invadió por Alaska,  para sufrir un colosal fiasco. El desbaratado ejército zarista no podía continuar la contienda, y los bolcheviques habían prometido la paz. Para concertarla  con las Potencias Centrales de Alemania, el Imperio Otomano,   el austrohúngaro y Bulgaria, el poder soviético  debió cederles el 3 de marzo de 1918  en el Tratado de Bretz Litovsk los territorios de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia y aceptar las independencias de Finlandia, Georgia y Ucrania,  pérdidas que recuperó meses después con la rendición de Alemania. El Ejército Blanco zarista, los terratenientes ricos y la reacción burguesa detonan la guerra civil. Parece que al naciente poder le quedan pocas semanas de vida.

3

Sin embargo, el 30 de diciembre de 1922 representantes de Rusia, Bielorrusia, Transcaucasia y Ucrania proclaman  la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, de acuerdo con el plan de Lenin de crear un estado federativo integrado por repúblicas soberanas e independientes, opuesto al proyecto de Stalin, más centralista.  La naciente Unión  era un Estado Federal en toda la acepción de la palabra. Cada una de las Repúblicas que la integraban tenía su propia constitución, nacionalidad y cultura, y muchas de ellas su religión y lengua propias, así como el derecho constitucional a practicarlas y preservarlas. Su elemento integrador era el plan de tomar el cielo por asalto con las terrenales escaleras del partido de cuadros, la propiedad social de los medios de producción, la planificación socialista, la electrificación y los Soviets o Consejos Obreros.

4

El país atrasado y derruido que nace de los escombros de la Primera Guerra Mundial y debe sufrir el mayor peso de las devastaciones de la Segunda adopta como prioridad el desarrollo económico autónomo, sin el cual devendría  colonia o semicolonia de imperios. No parece factible la tesis de Trotsky de impulsar una Revolución Permanente que se propague como reguero de pólvora por el mundo entero. En 1919 había estallado en Hungria otra Revolución Comunista, que fue rápidamente aplastada. Predomina la propuesta  estalinista  de concentrarse en el Socialismo en un solo País. El Ejército Rojo comandado por Trotsky derrota la contrarrevolución interna; el proletariado dirigido por el Partido Comunista cumple la colectivización del campo y la electrificación de la industria.  La tasa media de crecimiento industrial del zarismo había sido de 3,2% anual entre 1800 y 1810; para 1918 el acosado  poder soviético ya la ha elevado a 6,9%; para 1930 la economía planificada la ha fortalecido hasta 16,5%; a partir de 1941 la destrucción provocada por la agresión nazifascista y sus secuelas la desploman hasta 11,3% en 1954; desde 1959 se estabiliza durante mucho tiempo en 9,15%, una de las más altas del mundo. (Marc Saporta, Soria, Georges (1969) Los dos colosos: USA-URSS.  Librería Editorial Argos, Barcelona. P.299) Estas tasas de desarrollo se mantienen estables, sin padecer las crisis económicas del capitalismo. A tres décadas apenas después de clausurar una autocracia medieval, la Unión Soviética es la segunda potencia del mundo.

5

A pesar de soportar la principal carga destructiva de dos guerras mundiales, la propiedad social de los medios de producción y la planificación estatal no sólo desarrollan la economía: producen artefactos nucleares en 1948; lanzan el primer satélite artificial en 1957; en 1961 ponen en órbita el primer cosmonauta  colocan la primera sonda espacial en Venus, el año siguiente la primera en Marte, en 1966 la primera misión no tripulada  aluniza y transmite desde el satélite,  y luego orbitan las primeras bases espaciales tripuladas. La ciencia se vuelve pasión colectiva de la juventud soviética que plena las universidades gratuitas: se crea una ciudad para la investigación, Novosibirsk. La URSS toma la delantera entre las potencias científicas y tecnológicas.

6

Lo que la planificación centralizada y el trabajo colectivo logran en la industria y en la agricultura colectivizada se traduce en derechos para los trabajadores.  La educación en todos sus niveles y la asistencia médica son gratuitas, en un mundo donde para aquél entonces estaban reservadas para las clases pudientes Se reconoce el derecho a vacaciones, primero de quince días y luego de un mes, lo que era apenas concebible en el mundo capitalista. La URSS garantiza el pleno  empleo, la seguridad social y la jubilación digna a los 55 años para las mujeres y a los 60 para los hombres en tiempos en que gracias a las crisis económicas en el capitalismo tales derechos resultaban utópicos (https://archivo.juventudes.org/nikolai-efimov/5-diferencias-entre-el-sistema-sovi%C3%A9tico-de-pensiones-y-el-sistema-capitalista). Se garantiza la igualdad de oportunidades y de remuneración  de las mujeres  con los varones;  el matrimonio puede disolverse a petición de cualquiera de las partes; se despenalizan la homosexualidad y el aborto;  desde 1917 se concede una licencia por maternidad que a la larga se extiende por tres años (https://sputniknews.lat › Noticias). Estos derechos no sólo son reconocidos sino además satisfechos en lo posible en un país duramente golpeado por la contrarrevolución zarista, las guerras mundiales y el interminable bloqueo y la carrera armamentista impuesta por la Guerra Fría. No se implantan el derroche ni el consumismo. La producción  cubre las necesidades fundamentales de una vida austera e igualitaria en un país repetidamente destruido y asediado. Esto no ocurre sin errores, retrocesos ni tropiezos, pero los resultados son ejemplares, y sirven de modelo para posteriores reivindicaciones en el mundo capitalista.

Texto Luis Britto García

Chávez es una pasión incontrolable.

Por: Patrick Mettelus.

Esa vibración que llamamos Chávez, tiene el tamaño de la olimpiada de fútbol del año 1924 en París, en una época donde ese deporte era sólo para la élite europea, hasta ese torneo donde participó por primera vez un equipo criollo latinoamericano, el de Uruguay, el cual dominó la competencia y ganó con toda claridad, fortaleciendo así la criollización del balompié. ¡Allí se desató la alegría! los criollos demostraron que el fútbol no es para los grupos oligárquicos dominantes, sino que el fútbol es un fenómeno cultural de masas, igual que Chávez.

Haití, marzo 2007

Todo comenzó con llamadas y mensajes para cuadrar un partido de fútbol con mis amigos en Puerto Príncipe, un amigo que había confirmado su participación me llamó para informarme que el país iba a conocer una sorpresa: Chávez llegaría a Haití en unos minutos ¡wow! que partidazo. Para mí y para muchos de mis compañeros, decir Chávez y fútbol es lo mismo, es una sola pasión. Faite comme chez vous!

Llegamos al aeropuerto Toussaint Louverture, y en pocos minutos vimos pasar un avión por el cielo de Haití y todos gritábamos: wey li rive (llegó). Ese día, tanto la prensa local como la internacional nos castigaron con la información, ni una gota de noticia se publicó en sus medios de comunicación, no han querido que sepamos que Chávez visitaría nuestro país. Bueno, el que cuestiona la sabiduría del pueblo cuestionará la sabiduría de Dios.

Chávez peyi a se pou ou kale boudaw jan vle (Chávez, estás en tu casa, puedes hacer lo que quieras) clamaba el pueblo. Chávez, al salir del aeropuerto encontró una masa humana que le estaba esperando. Allí gritamos, saltamos y cantamos al ver la presencia del Gigante. –¿Que está diciendo la gente?– preguntó Chávez –No chico, no puedo quedarme dentro de una camioneta sin disfrutar toda esa camaradería– La verdad es que eso fue un fenómeno del que me acuerdo casi todo.

El comandante salió de la camioneta, allí comenzó mi partido. Ya el líder empezó a patear con nosotros –Wey¡ sak pa kontan anbake–(el que no está de acuerdo, que se vaya) gritaba la gente mientras sentíamos que estábamos en un partido de fútbol donde la meta final es ganar y, en ese momento, sólo metíamos el gol si tacábamos a Chávez. Pasamos más de media hora pateando, gritamos mucho y cada persona que llegaba a tocar a Chávez sentía que era un gol a favor de nuestro equipo. En cada rincón se veía una bandera de Venezuela y se escuchaba ¡Viva Chávez!, la gente aplaudiendo y contenta.

No soy bueno contando historias, pero espero que ustedes puedan imaginar ese día, el Presidente corrió junto al pueblo desde el aeropuerto internacional Toussaint Louverture hasta la embajada de Venezuela, la cual quedaba en esa época en el Bicentenario Nacional de Haití, al frente de la plaza de la Naciones Unidas, un trayecto similar al del Hospital Militar de Caracas hasta la Academia Militar de Venezuela.

Dios mío, yo quería hacer un gol también, casi estábamos llegando y si Chávez se subía a la camioneta no podía hacerlo, aunque ganaríamos el partido, sentía que faltaba un gol más. Llegamos a la embajada y Chávez entró, ¡yo me sentía como un mal jugador! Todos habían tocado a Chávez pero yo no. La policía no dejaba a nadie entrar, ¡era el fin del partido! Todos estaban celebrando pero yo no, porque no había tocado a Chávez ¡Qué tristeza! Me sentía como si estuviera en un penal al minuto 90, con el partido cero a cero y de repente siento un viento de esperanza, el árbitro da el silbato: A fuera de la embajada hay una gente de Telesur sin poder entrar –¡viene mi momento de ver a Chávez, no debo fallar!– Ese era el gol de la alegría, el gol que todos estaban esperando. Chávez es una pasión inconfundible. Converse con el periodista de Telesur, con el cual había hecho trabajos anteriormente, y el me invitó sin problema a acompañarlo; caminamos hacia el Gigante, quien al vernos me saludó como si me conociera de toda la vida, cariñosa y efusivamente estrechó mi mano y me dio un abrazo –Eeeepa ¿cómo estas?– pero no pudimos conversar mucho porque yo no hablaba bien el español, simplemente sentí una gran alegría de haber podido conocer al nuevo Libertador de estas tierras.

Patrick Mettelus, es productor de televisión, fundador del movimiento inmigrante haitiano en Venezuela “Movimiento Soleil”, Miembro del Frente Nacional de Países Hermanos, productor de Vive Tv.

 

Nota publicada en el libro Chávez es fútbol 

Haití: ¿catástrofe natural o miseria planificada?

Por: Gabriel Belén.

En el mes de marzo del año 2000 sesenta haitianos se lanzaron a las aguas del mar Caribe en un barquito de morondanga. Los sesenta murieron ahogados. Como era una noticia de rutina nadie se enteró, pero esos sesenta haitianos habían sido cultivadores de arroz, y los cultivadores de arroz habían sido en Haití condenados a convertirse en balseros, en mendigos, desde que el FMI prohibió los subsidios que el Estado proporcionaba al arroz nacional. El FMI, que es un organismo bastante distraído, se olvidó de prohibir los subsidios al arroz que el gobierno de los EEUU otorga a la producción nacional…y ahora Haití compra su arroz en los EEUU.”  Eduardo Galeano

Allá por la segunda mitad del siglo XIX el médico estadounidense Samuel Cartwright llamó “Drapetomanía” a una enfermedad que azotaba al mundo y amenazaba el perfecto y natural estado de las cosas. Según su diagnóstico, era un padecimiento que sólo los esclavos negros sufrían, un desorden mental que les impedía aceptar su esclavitud y los empujaba a pagar aún con el precio de la muerte su libertad.
En el año 1804, luego de 35 años de revolución, pagando el precio de la muerte de una tercera parte de la población, los esclavos de la antigua colonia francesa lograron romper las cadenas que los hacían esclavos y alcanzaron su independencia. Y aunque la mayoría de las enciclopedias omitan este hecho, fue Haití y no Inglaterra el primer país que abolió la esclavitud en el mundo. Mientras tanto desde EEUU, donde entendían que no necesariamente la verdad evidente de que “todos los hombres son creados iguales” incluía a los negros y por eso la esclavitud seguía de moda, Thomas Jefferson, presidente y dueño de esclavos, consecuente con el apoyo financiero que George Washington había dado a los franceses durante la Revolución Haitiana, apoyó el intento de recolonización de Napoleón Bonaparte. Pero el pueblo haitiano volvió a triunfar y EEUU tuvo que contentarse con adherir al bloqueo económico contra la revolución que pregonaron las principales potencias imperiales y negar su reconocimiento a la independencia haitiana. Francia lo hizo en 1825, los británicos en 1839, pero EEUU tuvo que meditarlo casi 60 años (1862) para entender la idea de una república en donde los negros caminaran sin cadenas. Esa dificultad de entendimiento la expondría claramente el Secretario de Estados norteamericano, James Madison, en 1805: “La existencia de un pueblo negro en armas, (…) es un espectáculo horrible para todas las naciones blancas”.
Una vez meditada y reconocida su independencia, cuando en 1872 barcos de guerra alemanes obligaron a pagar reclamaciones financieras a Haití, los haitianos pidieron ayuda a EEUU, aduciendo la Doctrina Monroe, la que decía que EEUU no permitiría ninguna intromisión de las potencias europeas sobre territorio americano. Sin embargo, el presidente norteamericano Ulyses Grant hizo oídos sordos.
En 1888 la marina de EEUU decidió bloquear las costas haitianas para “persuadir” a que sea liberada una nave estadounidense que había violado sus leyes. En 1891 bloqueó nuevamente esas costas, esta vez para que el gobierno le permita instalar una base naval en Molé de Saint – Nicholas. El curriculum diplomático estadounidense es impactante: entre 1857 y 1900, EEUU intervino diecinueve veces contra Haití, por motivos que, aún no se sabe si por algún extraño azar o su “Destino Manifiesto”, siempre favorecieron los intereses estadounidenses en la isla.
En 1910 desde Washington impusieron un crédito de la Casa Speyer and Co y del National City Bank, así como el Contrato Mac Donald. Esto hizo que Haití perdiera su soberanía financiera y que los grandes pulpos norteamericanos pudieran monopolizar la economía. Años más tarde, Woodrow Wilson, en un acto de sentimentalismo, produjo la ocupación militar de la capital de Haití para “ayudar” a que se resolvieran los conflictos legales en los que se habían metido los monopolios norteamericanos.
En 1915, luego de presiones económico-políticas por parte de EEUU, fue derrocado el presidente de Haití Davilmar Tréodore. Su sucesor, el general Vilbrum Sam, ordenó la masacre de decenas de presos políticos, quien fue luego ajusticiado en la vía pública. Esto, y el supuesto plan del Kaiser de invadir Haití, fue un perfecto pretexto para que Woodrow Wilson se anticipara ante dichos peligros y otorgara el perfecto remedio: una sangrienta ocupación militar que duraría dos décadas. Durante la ocupación, la infantería de Marina estadounidense y sus aliados haitianos masacraron a la resistencia popular campesina. Para no aburrirse, no dejaron de bombardear diversas zonas rurales y a la población civil asentada en ellas. En 1934, luego de cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros, el ejército norteamericano volvió momentáneamente a casa. Robert Lansing, secretario de Estado, aportando al diagnóstico que Cartwright había realizado, justificaba la ocupación: el pueblo haitiano tiene “una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización”.
En 1937, el dictador de República Dominicana Rafael Leónidas Trujillo ejecutó a sangre fría a 25.000 haitianos. EEUU quiso ayudar y organizó una reunión entre las partes. Gracias a los esfuerzos de la diplomacia estadounidense se hizo justicia: Haití recibió una indemnización de veintinueve dólares por cada uno de los 18.000 haitianos que habían sido asesinados. (1)

En 1950 la Casa Blanca apoyó el golpe militar que puso a Paul Magloire en el poder de Haití. En 1957 EEUU dio una amistosa bienvenida a Francois Duvalier (“Papa Doc”), quien se mantuvo en el poder masacrando y empobreciendo al pueblo haitiano hasta su pacífica muerte por causa natural en 1971, cuando su hijo de sólo 19 años de edad, Jean-Claude Duvalier (“Baby Doc”), también bendecido por EEUU, heredó el “trono democrático” y continuó la masacre hasta 1986. En ese mismo año, luego de una rebelión popular, EEUU y Francia acordaron ayudar a Haití, esta vez acelerando los trámites de la impune salida del dictador.
En 1987 el batallón Leopardo de las Fuerzas Armadas de Haití (casualmente entrenado por los EEUU) junto a Escuadrones de la Muerte, ejecutaron a más de mil campesinos, así como también al líder del Movimiento Democrático para la Liberación de Haití, Louis-Engene Athis. Ese hecho hoy se recuerda como la Masacre de Jean Rabel, y en su momento fue aplaudido por la Casa Blanca y premiado duplicando su ayuda financiera y educación militar.
Pese a la injerencia sistemática que venía realizando hace más de dos siglos, en 1988 la Casa Blanca se negó enfáticamente a intervenir en los “asuntos internos” de Haití. El general Henri Namphy, en un “acto de soberanía”, derogaba la Constitución aprobada por referéndum en 1987 y reprimía brutalmente a la población. Como parte de su paquete de ayuda humanitaria, Washington endureció las políticas inmigratorias para con los emigrantes haitianos que, huyendo de la represión, se dirigían hacia EEUU.
En febrero de 1990 Jean-Bertand Aristide, ex-sacerdote identificado con la teología de la liberación, fue electo presidente con el 67.5% de los votos, siendo de esta manera el primer presidente democráticamente elegido en la historia de su país. Cuando Aristide asumió el Gobierno en 1991, propuso aumentar el salario mínimo de 1,76 a 2,94 dólares por día, pero la Agencia para la Inversión y el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) se opuso a esta propuesta, con el argumento de que significaría una “grave distorsión” del costo de la mano de obra. Meses más tarde Aristide fue víctima de un golpe de Estado perpetuado por Raúl Cedras y apoyado por la administración Bush a través de la CIA. Una nefasta dictadura que dejó un saldo de 5.000 muertos y desaparecidos.
En 1994 se organizó desde Washington la salida de la junta militar y el regreso del presidente, quien terminó su mandato bajo las órdenes de la operación “Restaurar la Democracia”, cuya principal preocupación fue que no se vuelva a criticar y estigmatizar al capitalismo así como también asegurar la fiel obediencia de cada una de las “recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En las elecciones presidenciales de 1996, René Préval, ex primer ministro de Aristide, obtuvo la victoria con el 88% de los votos. El nuevo presidente, de formación izquierdista y progresista, se retiró de los lineamientos del sistema económico liberal, aunque continuó con la campaña de privatizaciones de varias empresas gubernamentales, debido a las constantes presiones del FMI.
En octubre del año 2000, oficiales al mando de Guy Philippe organizaron un fallido golpe de Estado. Guy Philippe, policía haitíano entrenado a comienzos de 1990 en Ecuador por las fuerzas especiales de Estados Unidos, el mismo que en algún momento se declaró admirador del dictador chileno Augusto Pinochet, se refugió en la embajada de los Estados Unidos en Puerto-Príncipe.
Una vez finalizado el mandato de René Préval en 2001, fue elegido Aristide nuevamente, ahora con el 91% de los sufragios. En 2003, el francés Regis Debray, quien delató durante la campaña de Bolivia la posición del revolucionario Ernesto “Che” Guevara (traición que llevaría a este último a su muerte), y luego liberado gracias a la ayuda del gobierno francés, exige la renuncia del presidente, quien se niega.
En febrero de 2004 entró en juego la operación “mañana seguro” del departamento de estado norteamericano: envío de tropas con la excusa de proteger su embajada y la democracia en Haití. El 29 de febrero se consumó el secuestro de Aristide por parte de tropas norteamericanas, en donde sacaron del país al presidente desconociendo el voto de la mayoría de la población. Los gobiernos de las Naciones Unidas avalaron el secuestro. Sólo algunos gobiernos, como el de Venezuela y Sudáfrica, solicitaron una investigación sobre los hechos que originaron la salida del presidente Aristide. Las tropas norteamericanas, luego de dejar cientos de muertos seguidores de Aristide, dejaron la tarea a cargo de la MINUSTAH, quienes combaten a quienes claman por el regreso de su presidente y encarcelan a quienes realizan trabajo social en las comunidades (como Gerar Jean Just en diciembre de 2004). En el 2006, René Préval resultó electo presidente de Haití en una elección organizada y controlada por la ONU.
En la actualidad, Haití está en la posición 150 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Un 80% de la población vive en la pobreza. La mitad de los haitianos no tiene acceso al agua potable. La esperanza de vida es de 50 años. La desigualdad es extrema: el 3 % de los habitantes tiene el 90% de la riqueza de la nación. Tan sólo el 15% de la población está alfabetizada, en donde apenas el 2% termina el ciclo escolar secundario. De aquellos que pueden hacerlo, el 80% emigra en busca de otras alternativas, principalmente hacia EEUU, fuga de cerebros que limita aun más las posibilidades de desarrollo económico del país. Las remesas de aquellos que logran escapar del capitalismo haitiano representan el 40% de su PBI.
Haití es un claro ejemplo de la barbarie que Rosa Luxemburgo profetizó como destino del capitalismo. Una barbarie que ahora los medios de comunicación se esfuerzan en disfrazar como resultado de un terremoto que sólo dio un tiro de gracia a un sistema ya completamente inviable. Luego de más de dos siglos de ocupación, saqueo y muerte, el derrumbe del palacio presidencial no es otra cosa que una metáfora de un Estado que se cae a pedazos y pide a gritos su reconstrucción.
Haití es un pueblo que, pese a la incesante lucha con aquellos que consideran al diagnóstico de Cartwright aún vigente, mantiene intactas sus ansias de libertad y se sigue rebelando aún con el alto precio de la muerte. Por eso, lo que debemos recordar cada vez que prendemos nuestros televisores, es que el horror que hoy vemos en Haití no es la consecuencia de un sismo, sino de lo que el periodista argentino Rodolfo Walsh conceptualizó alguna vez como miseria planificada.

(1). 18.000 muertos fue la cifra reconocida por el dictador Trujillo.


Nota publicada en:

Jacques Roumain: Sucios negros

Por: Jacques Roumain.

Y bien aquí estamos:
nosotros
los negros
los niggers
los sucios negros
no aceptamos más
está claro
se acabó
ser en África
en América
sus negros
sus niggers
sus sucios negros
no aceptamos más
les extraña
decir: sí señó
lustrando sus botas
sí pae
a los misioneros blancos
sí mi amo
cosechando para ustedes
la caña de azúcar
el café
el algodón
el maní
en África
en América
como buenos negros
como pobres negros
como sucios negros
que éramos
que no seremos más
se acabó ya verán
nuestros yes Sir
sí blanco
sí Señor
y
cuidado, cazador
sí, mi Comandante,
cuando nos den la orden
de ametrallar a nuestros hermanos árabes
en Siria
en Túnez
en Marruecos
y a nuestros camaradas blancos huelguistas
reventando de hambre
oprimidos
expoliados
despreciados como nosotros
los negros
los niggers
los sucios negros
Sorpresa
cuando la orquesta de sus cabarets
de rumbas y de blues
les toque algo completamente distinto
que no esperaba la putería hastiada
de sus gigolós y putas endiamantadas
para quienes un negro
no es sino un instrumento
para cantar, claro,
para bailar, of course
para fornicar naturlich
nada sino una mercancía
que se compra y se vende
en el mercado del placer
nada sino un negro
un nigger
un sucio negro
sorpresa
jesúsmaríajosé
sorpresa
cuando atrapemos
riendo terriblemente
al misionero por la barba
para enseñarle a nuestra vez
a patadas en el culo
que nuestros ancestros
no son
Galos
que nos importa un carajo
un Dios que
si es el Padre
entonces es que nosotros
los negros
los niggers
los sucios negros
tenemos que creer que no somos sino sus bastardos
y es inútil gritar
jesúsmaríajosé
como una vieja batea reventada por las mentiras
es necesario
que te enseñemos
lo que cuesta en definitiva
sermonearnos a golpe de látigo y de confíteors
la humildad
la resignación
a nuestra maldita suerte
de negros
de niggers
de sucios negros
Las máquinas de escribir masticarán las órdenes de represión
rechinando los dientes
fusilen
ahorquen
degüellen
a esos negros
a esos niggers
a esos sucios negros
pegados como moscas enloquecidas a la carne
en la tela de araña de las gráficas de las pérdidas de las cotizaciones de la bolsa
los gordos accionistas de compañías mineras y forestales
los propietarios de fábricas de ron y de plantaciones
los propietarios
de negros
de niggers
de sucios negros
y el telégrafo delirará
en nombre de la civilización
en nombre de la religión
en nombre de la latinidad
en nombre de Dios
en nombre de la Trinidad
en nombre de Dios carajo
tropas
aviones
tanques
gases
contra esos negros
esos niggers
esos sucios negros
Demasiado tarde
hasta el corazón de las junglas infernales
retumbará precipitado el terrible tartamudeo
telegráfico de los tam-tam repitiendo incansables
repitiendo
que los negros
no aceptan más
no aceptan más
ser sus niggers
sus sucios negros
demasiado tarde
porque habremos surgido
de las cuevas de ladrones de minas de oro del Congo
y de Sur África
demasiado tarde será demasiado tarde
para impedir en los algodonales de Luisiana
en las centrales azucareras de las Antillas
la cosecha de la venganza
de los negros
de los niggers
de los sucios negros
será demasiado tarde les digo
porque hasta los tam-tam habrán aprendido el lenguaje
de la Internacional
porque habremos escogido nuestro día
el día de los sucios negros
de los sucios indios
de los sucios hindúes
de los sucios indochinos
de los sucios árabes
de los sucios malayos
de los sucios judíos
de los sucios proletarios
Y aquí estamos de pie
todos los condenados de la tierra
todos los justicieros
marchando al asalto de sus cuarteles
y de sus bancos
como un bosque de antorchas fúnebres
para acabar
de
una
vez
por
todas
con este mundo
de negros
de niggers
de sucios negros.

01 / 01 / 1804 Independencia de Haití

Por: Fernando Bossi Rojas.

 

 

La Revolución Francesa y “La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”  eran logros innegables para Francia y para los franceses, pero no así para los esclavos de sus colonias de ultramar. La “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, eran frases vacías para los esclavos de Haití, Martinica o Guadalupe, por ejemplo.

Pero la convulsión en la metrópolis fue el detonante para que la acumulación de tantas injusticias, sufrimientos y explotación estallara en el Caribe francés.

Los negros esclavos eran mayoría absoluta en Saint-Domingue, los amos blancos minoría absoluta. Los mulatos representaban un sector considerable y dentro de ellos había de todo, aquellos que amaban a los blancos despreciando a los negros y aquellos que odiaban a los blancos casi tanto como a los negros. Y había también los que se identificaban o al menos contemplaban con afecto a los negros como también los que sabían que tenían que acercarse a los negros por conveniencia, para presionar a los blancos.

Los amos blancos ante el levantamiento de los esclavos pidieron socorro a la metrópolis. Soldados experimentados, veteranos de las guerras europeas, nada más y nada menos que las tropas de Napoleón Bonaparte atravesaron el Atlántico para sofocar la rebelión de los negros forajidos y zaparrastrosos.

La sorpresa para Charles Victoire Emmanuel Leclerc, el general que comandaba las tropas y que era cuñado de Napoleón, fue que los insurrectos los derrotaron categóricamente, sin contemplación alguna. El general así, humillado y derrotado murió de fiebre amarilla en la isla de la Tortugas sin pena ni gloria. Quien lo sucedió fue otro francés de nombre pomposo: Donatien Marie Joseph de Vimeur, visconde de Rochambeau, quien sería aplastado por las tropas negras en la Batalla de Vertiéres. Las águilas napoleónicas cayeron así derrotadas y no pudieron hacer otra cosa que capitular. Entre fiebre, bala, sable y bayoneta los franceses ya habían dejado más de 50 mil muertos en la isla. El vizconde, al igual que su predecesor, sin pena ni gloria tuvo que emprender el regreso.

Jean Jacques Dessalines, al mando del ejército revolucionario, el 1 de enero de 1804 declaró la independencia de Haití, primer país en proclamarse libre y soberano en América Latina. Los ex esclavos negros habían conquistado el poder por primera vez en la historia del mundo.

¡Gloria eterna al pueblo valiente de Haití!

Fuente: Portal Alba

UCV: La utopía arquitectónica. Luis Britto García

Casi inadvertida pasó la conmemoración de los trescientos años de la Universidad Central de Venezuela, fundada como  Católica y Pontificia Universidad de Caracas el 22 de diciembre de 1721. Sobre su historia mucho habría que comentar; nos limitamos a reflexionar sobre el mensaje arquitectónico implícito en su Ciudad Universitaria, inaugurada en 1954 como sede de una nefasta Conferencia Interamericana de la OEA, que legitimó la intervención de Estados Unidos contra Guatemala.

No nos engañemos pensando que el lenguaje abstracto adoptado en la Ciudad Universitaria no tiene mensaje. En ella podemos vislumbrar los signos de una utopía implícita, no exenta de contradicciones, pero que habla poderosamente mediante espacios,  volúmenes,  texturas y  colores.

     Los pilares de esta construcción utópica son los siguientes:

     1) Seclusión: Toda utopía participa de una separación del resto del mundo, de aislamiento: no en balde Utopía, de Moro, Nueva Atlántida de Francis Bacon; Oceana de Harrington y La isla de Huxley, entre otras, están situadas en islas. Para sede de la Ciudad Universitaria se eligió un espacio que en esa época estaba relativamente lejano del centro de la ciudad para establecer, al margen de la misma y fuera de toda perturbación causada por ella, un circuito de estructuras destinadas a la educación. Se alejaban así del casco central de Caracas  masas de estudiantes que habían irrumpido contra las dictaduras; pero también hay que reconocer que la solución no fue extrema: una de las alternativas planteaba edificar la Ciudad Universitaria en la para entonces remota localidad de El Valle. La decisión intermedia adoptada permitió durante varias décadas un cierto aislamiento suburbano. Es la disposición anticipada por algunos campus universitarios estadounidenses y británicos, pero también por los antiguos claustros medievales, y ensalzada en la novela El Juego de Abalorios de Herman Hesse: el espacio académico aparte del mundo; el sitio del conocer separado del  de vivir, a fin de que cada uno pueda llevar adelante sus dinámicas peculiares y supuestamente diferentes.

     2) Apertura externa: esta  seclusión opera más por la concentración de edificaciones en una zona que por su amurallamiento eficaz contra el exterior. Al igual que Caracas, la Ciudad Universitaria es defendida hacia el Oeste y el Norte por relieves del terreno, pero está abierta hacia el Este y el Sur, apenas separada de la ciudad por ligeras alambradas. Para asegurar un flujo continuo con la urbe, Carlos Raúl Villanueva la dotó de siete accesos para vehículos. Esta permeabilidad del campus habla implícitamente de la creencia en un orden -el de la cultura o el de la coerción- capaz de librar por sí mismo a la Universidad de intrusiones indeseables. Y sin embargo, para reforestar las colinas del Jardín Botánico se debió desalojar por la fuerza a sus ocupantes marginales, y mantener posteriormente una incesante vigilancia armada, mientras que los accesos de la Universidad fueron clausurados y reducidos a tres o convertidos en trincheras, talanqueras y laberintos de obstáculos por las autoridades bárbaras o ignorantes de la socialdemocracia.

     3) Apertura interna: siguiendo el principio anterior, la mayoría de las edificaciones son de fácil y casi libre acceso como si, aquí también, se presupusiera que un orden basado en la cultura o en la coerción bastaría para defenderlas. Una gran cantidad de aulas comunican con los jardines con paredes corredizas de cristal; importantes espacios, como los de la Biblioteca Central o la de Ingeniería o el Paraninfo están cerrados con frágiles vitrales; los escasos muros son eminentemente practicables por su baja altura y por estar hechos en su mayoría de celosías de bloques perforados. Según señala Edward T. Hall, las edificaciones frágiles, como las casas de papel y endebles tabiques de arcilla de los japoneses, presuponen una rígida conformación cultural que impide que los habitantes las destruyan. En la originaria accesibilidad de las edificaciones de la Ciudad Universitaria seguramente presuponía Villanueva la existencia o la próxima aparición de una restricción cultural equiparable.

     4) Estética pública: si las edificaciones de la Ciudad Universitaria parecieran ofrecerse a todo el que quisiera visitarlas, sus obras de arte se imponen incluso al transeúnte indiferente. Muy pocas están encerradas en espacios reservados: en su disposición parecería reinar una filosofía del arte para todos y  al alcance de todos, del ennoblecimiento del espacio público, tras la cual alienta una poderosa pulsión democrática. Según expresa su arquitecto, Carlos Raúl Villanueva:

«El ambiente natural de los animales salvajes es la selva. El ambiente natural de las obras artísticas son las plazas, los jardines, los edificios públicos, las fábricas, los aeropuertos: todos los lugares donde el hombre percibe al hombre como a un compañero, como a un asociado, como a una mano que ayuda, como a una esperanza, y no como la flor marchita del aislamiento y la indiferencia» (Villanueva, Carlos Raúl: EscritosColección Espacio y Forma, nro. 13. p.11).

     Y en efecto, esta especie de pedagogía implícita termina por lograr sus frutos en la estética de la ciudad y del mismo país. Pues, como indica Pedro Calzadilla:

“El abstraccionismo y el ensayo de síntesis artístico que desde la Ciudad Universitaria pronto se extendió a toda Caracas, crearon una nueva conciencia de la forma y el espacio; las nuevas técnicas hicieron el resto. La noción o cualidad de escultura como volumen cerrado y fijo perdió vigencia y los géneros, vistos antes como categorías separadas, llegaron a unificarse, limando diferencias y extremos para originar un tipo de arte integral e integrador. Fragmentada la forma, vaciada o perforada la masa del volumen para incluir el espacio rodeante; suprimido el pedestal que confería el prestigio de la escultura a la inercia; creado el movimiento en función de una dinámica que saca al espectador de su rol pasivo y hace del espacio elemento activo, separándolo de su papel de simple fondo; destruida la referencia inevitablemente antropomórfica de la imagen se vio nacer un arte cuya comprensión exigía también admitir que el progreso en arte no está desligado, de ninguna manera, de las transformaciones conceptuales y materiales que se operan con cada nueva era, y aún más, que ese progreso está en deuda no sólo con el espíritu, sino con la tecnología con que cada época ensaya  mejorar la  calidad de la vida!”. (Calzadilla; 1977, 67) CALZADILLA, JUAN y PEDRO BRICEÑO. (1977). Escultura/ Escultores: un libro sobre la escultura en Venezuela. Caracas. Maraven S.A.

La región más transparente de Carlos Fuentes

La región más transparente de Carlos Fuentes es la primera novela mexicana a la que podemos aplicar el término cosmopolitismo, debido a la tesis que sostiene sobre la conformación de la ciudad a partir de diversos orígenes, ideas y clases sociales. Su título proviene de una expresión de Visión de Anáhuac, ensayo que va y viene de la crónica a la viñeta histórica, del poema en prosa a la estampa costumbrista, escrito por Alfonso Reyes, y que sirve como punto de partida a la novela, ya que utiliza la Decena Trágica (acontecimiento histórico con el que culmina el ensayo) como inicio del rumbo que tomará la vida de los moradores. La genealogía desplegada sobre la planicie histórica, preserva la mirada que Fuentes tiene sobre la condición de la ciudad y sus habitantes.

Las mil y un máscaras de cada personaje se bifurcan en el traslúcido horizonte de la ciudad moderna. Algunos críticos sostienen que el protagonista de la novela es la ciudad, sin embargo, ésta es el resultado de la historia y sus habitantes. Los residentes dibujados con imponente textura son el registro de un pasado que retorna eternamente en el futuro, tiempo por el que los fantasmas, a caballo, lucharon en medio de la sonata interpretada frente al paredón. La justicia llegaría con la modernidad, para dejar atrás el hambre y la vileza. El siete de abril de 1958 la ciudad de México aparece en la primera novela de Carlos Fuentes. La región más transparente, es una de las obras más importantes de las letras hispanoamericanas.

Fuente: Enciclopedia de la literatura en México www.elem.mx

¿Arma del poder o instrumento de la democracia?: ‘Futbolítica’ de Ramon Usall

“No hay dictador que se precie que no haya utilizado un club de fútbol como elemento propagandístico”, reflexiona Ramon Usall en el prólogo de su último ensayo “Futbolítica: Una vuelta al mundo a través de clubes políticamente singulares” (Altamarea ediciones).

Si en su obra anterior, “Fútbol y libertad”, galardonada con el premio de ensayo Josep Vallverdú en 2010, pudimos conocer el rol que el fútbol ha jugado en la lucha por la libertad a lo largo de la historia, en este segundo tiempo que es “Futbolítica”, vamos a reconocer en el fútbol una herramienta clave para explicar la historia mundial contemporánea. En este viaje, que pone al fútbol en el foco de las miradas, el sociólogo, historiador y profesor de Ciencias Sociales Ramon Usall encuentra la excusa perfecta para recorrer a lo largo de continentes, países y regiones, las más diversas comunidades que integran esta singular colección.

Autoproclamado un “apasionado de la historia”, Usall, va a exponer a través de un detallado y profundo trabajo de investigación, las diferencias y similitudes de cada uno de los clubes que aparecen en este ensayo, para demostrarnos cómo el constante equilibrio y desequilibrio social y político que vivimos como humanidad, puede ser explicado a través de un deporte que ha marcado a generaciones a lo largo de todo el mundo.

Clubes que explican hechos históricos contemporáneos como la desaparición del Hakoah de Viena por la obsesión del nazismo por perseguir a los judíos; clubes que representan naciones sin Estado como el Al-Wehdat que se consolidó como la voz futbolística de Palestina; clubes utilizados como elementos propagandísticos a favor de las dictaduras como lo fue el Colo-Colo en Chile y clubes como medio para cuestionarlas como lo hizo el Académica de Coimbra en la revuelta estudiantil más importante que se produjo bajo la dictadura portuguesa;clubes al servicio de colonizadores como el Racing Universitario de Argel, uno de los clubes coloniales de la Argelia francesa y clubes que surgen de los intentos de la población nativa para desafiar el poder ejercido como el Esperanza de Túnez, representante de la lucha anticolonial y del deseo liberador de la población musulmana tunecina.

‘Futbolítica’ expone este constante equilibrio y desequilibrio, estas tensiones, censuras y gritos de rebeldía, pero también de dolor, de pérdidas, de comunidades atravesadas por la guerra, la miseria y la desolación. A través de este libro vamos a comprender que la única forma de transformar el fútbol en una herramienta al servicio de la democracia y la libertad, es recordar, recurrir a la historia.

“Un acto de justicia, un acto de memoria” escribe el autor sobre el momento en el que el Club Esportiu Júpiter recuperó su escudo original, luego de la feroz represión de las dictaduras de Franco y Primo de Rivera. Este libro es también un acto de memoria, quienes nos interesamos por entender el por qué, quienes no podemos ni queremos olvidar, sabremos brindarle un lugar en nuestras bibliotecas.

Por: Victoria J. Goldar

Fuente: www.criticaspolares.com

¿Muerte o Resistencia de la Literatura?

Aunque las tecnologías hoy en día arropan gran parte de la cotidianidad, del quehacer y producción del pensamiento, ya décadas atrás el sistema había atacado a la filosofía humana, la propia producción del pensamiento. Concretamente hablando de literatura, ya en 1982, se preguntaba Leslie Fiedler, crítico literario inglés defensor de la literatura Pop, ¿ Qué era la literatura? O sea, ya daba por muerta sin ningún rencor, a la literatura como genero, producto de lo que podía ser ella en el futuro. Ahora que la producción o la seudo producción de literatura vía Internet, whatsapp, twiter y demás aplicaciones actualizadas, vemos y sentimos con mayor fuerza, la muerte de la real literatura, la humana, la sensible, y vemos el resurgir de otro tipo de pensamiento literario.

Es aborrecible como leemos a cada segundo, un verso acartonado, con sabor a plástico, lejos de la poesía misma. Algo similar decía nuestro amigo Rafael Cadenas » Mientras más leo esos poemas, siento que estoy alejado de la poesía». Suscribimos las palabras del poeta larense.

A diario nos zambullen y abarrotan de textos electrónicos, ilustrados en flyer e imágenes artísticas, que en nada ayudan a los pobres versos que los acompañan.

Huérfanos, en silencio y blancos, quedan los cuadernos que solían rayar con notas, pensamientos, ideas, versos pensados, sentidos, vividos. Es triste lo que apenas leemos cada día, en éstos tiempos del siglo XXI. Qué pasó con los buenos talleres de creación literaria? Qué pasó con la lectura de la verdadera poesía? Qué pasó con los colectivos y tertulias literarias? Que ha pasado con las escuelas de Letras de nuestras universidades?. Digno y justo es también afirmar que en los más recónditos suburbios, barrios de Caracas y Barquisimeto, Mérida y Carora, nos hemos encontrado a buenos muchachos, nóbeles poetas, que expresan una extraordinaria improvisación poética, así como una escritura equilibrada con su entorno, con fuerza literaria y sin enmarañados egos que maten sus versos. Entramos en una debacle o al coronamiento del fin de la literatura? Poetas de los años 70, 80 y hasta 90 han caído por temor al olvido, a ser desplazados por la farándula literaria actual, en esos tristes menesteres. Gracias a los viejos libros, a los sobrevivientes aparatos de reproducción musical y hasta el entorno vivencial, aun se encuentran a salvo nuestros buenos poetas, que solemos leer, visitar, citar y acompañar. No queda de otra que seguir oficiando la palabra, vestirla de su propia magia y echarla a andar libremente por los caminos que desee recorrer, incluso por las vías de las nuevas tecnologías, pues ya ellas estarán blindadas de asombros, llevarán una carga fidedigna de leal poesía, inmaculada de sombras y de falsos pensamientos.

Por Neybis Bracho.

El nuevo Plan Cóndor. Geopolítica e imperialismo en América Latina y el Caribe

El único punto de partida epistemológico válido para comprender y sortear los obstáculos de nuestra realidad
son ni más ni menos que los pueblos de América Latina y el Caribe —y no de manera abstracta o dispersa, sino a través de las formas organizadas del pueblo-continente—.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde los tiempos del Maine y desde los golpes de Estado «clásicos» que supimos conocer y sufrir en América Latina y el Caribe a lo largo de los siglos XIX y XX. Sin embargo, Existe una continuidad patente respecto de aquella articulación de dispositivos políticos, militares y comunicacionales puestos al servicio de la intervención y nuestro propio presente geopolítico, aunque las formas y los pretextos de la guerra se hayan desplazado hacia competencias que en otro tiempo tenían una relación más distante con las operaciones estrictamente militares.

El paradigma anterior de intervención dominante, conocido como guerra de «guerra asimétrica», implicaba la confrontación entre fuerzas convencionales (ejércitos regulares nacionales o fuerzas regulares de ocupación) contra fuerzas insurgentes (formaciones guerrillas, organizaciones político-militares de todo tipo, etc). De ahí la doctrina del «enemigo interno» común a las políticas de terrorismo de Estado articuladas en lo que se conoció como el Plan Cóndor —cuando el Pentágono asesoró y articuló a su servicio a las dictaduras militares de América del Sur, en las décadas de 1970 y 1980—, e incluso la idea del «enemigo difuso» tan utilizada para justificar las guerras en Medio Oriente a partir de la década de 1990.

En lo que va de este siglo, y más todavía tras el reto global presentado a la humanidad por la emergencia de la pandemia de COVID-19, la geopolítica parece ya parte de nuestro vocabulario cotidiano. De la geopolítica de las vacunas a la geopolítica del petróleo, de la geopolítica imperialista a la geopolítica de la integración, de la geopolítica del clima a la geopolítica militar; parece en vano intentar comprender algo sin ella. Las tentativas liberacionistas de los pueblos no pueden prescindir de la dimensión geopolítica como una herramienta epistemológica, ni tampoco como una mediación estratégica fundamental. Es notorio que el poder se concentra en el espacio de forma desigual. El espacio será, por lo tanto, un terreno privilegiado de la acción política, ya sea imperial o anti-imperial, colonial o liberadora.

A esta nueva situación global determinada por la emergencia de COVID-19 se suman otros «signos de los tiempos», entre ellos los indicadores cada vez más evidentes de una nueva transición hegemónica global; el desplazamiento del eje geopolítico del mundo hacia Oriente; el conflicto entre unipolarismo y pluricentrismo; la crisis de las principales instituciones del autodenominado «mundo occidental»; la militarización y paramilitarización incesante de la vida; la consolidación de «nuevas derechas» y la fascistización en proceso de diversos sectores sociales; la nueva revolución tecnológica y la irrupción de corporaciones de nuevo tipo; la desenfrenada disputa por los bienes de la naturaleza, de cara a que la rueda de la hiperproducción y el consumo continúe girando; el agravamiento del cambio climático y de todos los indicadores de la crisis ecológica; la erosión del neoliberalismo como sistema económico —e ideológico— hegemónico; la eventualidad de una crisis económica de magnitud histórica; el declive de los Estados Unidos y el simultáneo recrudecimiento de su accionar imperialista en América Latina y el Caribe. Fenómenos que nos urgen a una reflexión estratégica y situada sobre la actualidad geopolítica de la región en el marco de un mundo convulso e incierto.

Bajo la coordinación de Lautaro Rivara y Fernando Vicente Prieto te presentamos una nueva coedición entre Batalla de Ideas y el Instituto Tricontinental que busca privilegiar el análisis del enemigo, de sus actores, doctrinas, teorías, métodos y estrategias. 

El nuevo Plan Cóndor. Geopolítica e imperialismo en América Latina y el Caribe reúne artículos de: Manuel Bertoldi (Argentina), Sally Burch (Ecuador), Javier Calderón Castillo (Colombia), Delana Corazza (Brasil), Pasqualina Curcio (Venezuela), Jacqueline Gómez (Argentina), Juan Grabois (Argentina), Fausto Jarrín Terán (Ecuador), Osvaldo León (Ecuador), Hugo Moldiz (Bolivia), Laura Pinzón Capote (Colombia), Carol Proner (Brasil), Mamyrah Prosper (Haití), Lautaro Rivara (Argentina), Silvina Romano (Argentina), Carlos Ron (Venezuela), Izett Samá Hernández (Cuba), William Serafino (Venezuela), João Pedro Stedile (Brasil) y Fernando Vicente Prieto (Argentina).

Como en el Seminario Internacional Nuevas doctrinas de intervención: geopolítica e imperialismo en América Latina y el Caribe volvemos a invitarles a pensar la realidad desde diferentes contextos nacionales, pero señalando la regularidad de las políticas imperiales: analizar casos testigo que pueden ser representativos de la realidad general del continente; poner en común herramientas, dispositivos y voluntades que permitan dar la batalla de ideas en un plano —la geopolítica— que, aunque pueda parecer lejano de los azares del día a día, influye sobre la cotidianeidad de los pueblos y sus expresiones organizadas de modo determinante.

Nota publicada en la pagina thetricontinental.org

A 45 años del golpe de estado, un libro que desnuda las verdades del deporte en tiempos de dictadura

Raanan Rein, Mariano Gruschetsky y Rodrigo Daskal presentan una nueva investigación sobre la relación entre el fútbol y la política durante el último gobierno de facto en la Argentina. El título publicado este mes por UNSAM Edita realiza un recorrido por los clubes de aquellos años y pone el foco en el análisis de hitos clave como el Mundial del ’78.

El 25 de octubre de 1976 Diego Armando Maradona debutaba en primera división. Dos meses después, la Asociación de Fútbol Argentina (AFA) establecía que ningún jugador que pudiera integrar el equipo de la selección nacional podía ser transferido al extranjero. De cara a la Copa Mundial de Fútbol Argentina 1978, el caso del futbolista de Argentinos Juniors se convirtió en un tema de interés nacional, tanto deportivo como político.

“La centralidad de la que goza el fútbol en nuestra sociedad lo vuelve particularmente sensible a la evolución política del país”, asegura el historiador Daniel Sazbón en el capítulo que inaugura Deporte y sociedad civil en tiempos de dictadura, compilado por Raanan Rein, Mariano Gruschetsky y Rodrigo Daskal y publicado por Unsam Edita. Y agrega: “La intención de las autoridades era aprovechar las oportunidades que brindaba la popularidad de ese deporte para distintos objetivos de naturaleza política”.

Dividido en tres partes: “Deporte, actores y política”, “Dictaduras” y “Los clubes argentinos”, el libro analiza las relaciones entre las autoridades e instituciones del fútbol argentino y el Estado nacional, en el marco de la última dictadura militar en la Argentina (1976-1983).

En marzo de 1976, a una semana del golpe de Estado, se produjo la renuncia de todo el Comité Ejecutivo de la AFA. Este es el puntapié inicial para el exhaustivo recorrido que realizan los autores, provenientes del mundo académico y del periodismo. Aunque la Asociación logró mantener el funcionamiento de su dinámica interna, los vínculos con el gobierno dictatorial fueron múltiples: desde la presencia de personal de las Fuerzas Armadas en reuniones de la Asociación hasta lazos más institucionales con el Ministerio de Bienestar Social. Como en Brasil, Chile y Uruguay durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, el gobierno argentino intentó usar el fútbol masculino como un medio popular para reafirmar su autoridad. En el libro, se incluyen los casos de Club Defensor Sporting de Montevideo y Corinthians de Brasil, para dar cuenta de un fenómeno que no fue exclusivo de nuestro país.

En la Argentina, el Mundial de Fútbol de 1978 es la evidencia más clara de la relación entre fútbol y política. Al tomar control del gobierno, la Junta Militar asumió la coordinación de la Copa, a través del Ente Autárquico Mundial 78. Conocido como el “Mundial de la dictadura”, las transmisiones televisivas de apertura y clausura del Mundial buscaban comunicar una ideología y mostrar una idea de país ordenado, como señala en el tercer capítulo el investigador Patrick Thomas Ridge. Sin embargo, es bien sabido que detrás de esa ilusión, hecha de planos aéreos y en contrapicados, se esconden actos aberrantes y uno de los momentos más oscuros de nuestra historia.

“Así como desaparecieron 220 deportistas, también hubo integrantes de los grupos de tareas y delatores entre un grupo reducido de atletas. Desde el ambiente del fútbol, se hizo el mayor aporte a la represión ilegal”, afirma el periodista Gustavo Veiga, que explora los casos de los jugadores Edgardo Andrada y Juan de la Cruz Kairuz. Ellos confirman que en el fútbol hubo profesionales que, por su exposición pública, podían acceder al aparato represivo del Estado por sus vínculos con autoridades militares o policiales. La otra cara son los futbolistas víctimas del terrorismo de Estado, a los que Veiga afirma que la AFA les debe un homenaje.

Con seis goles, Mario Kempes dirigió la selección argentina a su primera Copa del Mundo en 1978. A pesar de este logro deportivo, menos argentinos celebran este primer triunfo y a su goleador, comparado con el éxito popular de Diego Maradona durante el Mundial de 1986. “Si bien el caso Maradona excedió la órbita de Argentinos Juniors para convertirse en un tema de interés nacional tanto deportivo como político, lo consideramos una buena manera de reflejar cómo ciertas cuestiones tensionaron la normalidad institucional que parecía ajena al clima imperante”, explican los investigadores Mariano Gruschetsky y Tomás Gonzalez Messina en la tercera parte del volumen, que continúa y amplía las investigaciones iniciadas en Clubes de fútbol en tiempos de dictadura (Unsam Edita, 2018). En el caso de Argentinos Juniors, los vínculos con el genocida Carlos Guillermo Suarez Mason son evidentes. A través de diversos testimonios, reconstruyen no solo el pase de Maradona, sino la historia del club en esos años y un homenaje a los hinchas detenidos-desaparecidos.

El libro también expone las vivencias de Sportivo Barracas y Club Atlético Excursionistas en esos años, y las repercusiones que tuvo la dictadura en las instituciones, pero también en la gente del club y de los barrios que los alojaron. Un claro ejemplo es el de Nueva Chicago. El 24 de octubre de 1981 la Policía Federal detuvo a cuarenta y nueve hinchas por cantar la marcha peronista. “Era la primera vez desde el 24 de marzo de 1976, cuando la dictadura llegó al poder, que se producía una expresión popular así”, señala el periodista Alejandro Duchini. Fuertemente arraigado en el barrio de Mataderos y su historia sindical, el canto de la hinchada cobra significado como un desafío al poder, desde el ámbito futbolístico.

Hacia el final, para dar cuenta de los últimos años de la dictadura, los investigadores Raanan Rein y Darío Brenman ahondan en el caso de Chacarita Juniors. “En 1983 la Argentina estaba sumida en un proceso preelectoral en el que la violencia era uno de los tópicos más importantes de la campaña y, al mismo tiempo, vivía una creciente violencia en las canchas de fútbol. El país había recibido una problemática herencia económica y financiera, además de una sociedad afectada por las consecuencias del disciplinamiento social”, afirman. Y concluyen: “Uno de los espacios donde se notaba el inconformismo social con respecto a las políticas del régimen dictatorial era el fútbol”.

Nota escrita por: Nathalie Jarast

Publicada por: NOTICIAS UNSAM.

Abril 2021

 

¿Bolívar, santo?

La celebración de la XX Cumbre Ordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), que se desarrolló en La Habana-Cuba, a 191 años de la partida física del Libertador, demuestra con hechos que Bolívar aún configura un símbolo que expresa el acumulado social, histórico y subjetivo para las naciones que pugnan por su liberación.

Los acuerdos alcanzados en esta cumbre son la mejor muestra de la vigencia de la praxis bolivariana, resalta el tercer punto de la declaración final: “Ratificamos nuestro compromiso con la integración genuinamente latinoamericana y caribeña, que nos permita enfrentar unidos las pretensiones de dominación y hegemonía imperialista y las amenazas crecientes a la paz y la estabilidad regionales” (1).

Latinoamérica como territorio en disputa con los poderes hegemónicos mundiales, dirime múltiples batallas simultáneas, donde el plano simbólico tiene un lugar preponderante por librarse en la conciencia de los pueblos. Bolívar personifica al héroe cultural, que encarna las máximas cualidades a las que cualquier miembro de la comunidad puede aspirar. La trascendencia de su pensamiento y acción ha logrado proyectar su figura como idea-movilizadora, que se constituye en el epicentro de las contradicciones Norte-Sur.

Esta batalla en el plano simbólico tiene años pugnando entre los discursos historiográficos de las élites y los imaginarios colectivos. Por ejemplo, Yolanda Salas señala en sus tesis que el imaginario popular ha construido una figura histórica de Bolívar, donde el culto al héroe adquiere un espíritu mesiánico: “Un Bolívar santo, mitificado, reivindicador de las clases que se sienten fuera de las esferas del poder, emergió de las verbalizaciones colectivas populares, así como el espíritu mesiánico del culto. Bolívar héroe cultural, fundador y civilizador de naciones, convertido en Padre de la Patria, encarna dentro de esa tendencia al profeta que se retiró del reino de este mundo y dejó tras de sí un mensaje que el sentir popular ha transformado en esperanza. De esta forma, Bolívar confirma su asistencia espiritual desde el más allá y queda abierta la posibilidad de un retorno” (2).

Estas formas de interpretar la construcción en el imaginario popular venezolano de la figura de Bolívar intenta deslegitimar la construcción colectiva del héroe-mito y tratarla como una disociación de la realidad. Sin embargo, el imaginario popular, eleva a Bolívar, sin prejuicio alguno al rango de Santo, al que incluso en los momentos más difíciles, se le prende una vela. No debemos, mirar de reojo esta fusión de lo espiritual con lo histórico, pues para nuestros antepasados indígenas, todo estaba fundido en la espiritualidad.

La visión occidentalizada y colonial que persiste en nuestros prejuicio no nos permite entender desde el conocimiento académico, y sus pretensiones de objetividad, que la intuición es una forma de producir conocimiento, con la misma validez que las construcciones teóricas basadas en los principios del limitado método científico. Reivindicar la construcción popular de la figura de Bolívar y la posibilidad que nos dan los imaginarios colectivos de convivir en el presente-pasado, nos fortalece desde nuestra espiritualidad, elevando la moral de una nación que ha podido resistir a las más feroces embestidas del imperio más cruel conocido por la historia.

Aquello que los académicos llaman liderazgos mesiánicos, podemos interpretarlo como la conjunción de intereses que construyen fuertes liderazgos populares. Lo que interpretan como una espera absurda e inexplicable de un mesías que vendrá a salvarnos, el pueblo lo vivencia como la construcción de las condiciones objetivas y subjetivas para que se desencadene el espiral de acontecimientos transformadores, que producen líderes y lideresas que se hacen indestructibles frente a la muerte, y que dotan a las naciones, no solo de razones históricas que le dan sentido colectivo, sino también de una fuerza espiritual incomprensible para sus enemigos, que les permiten mantener la esperanza más allá de lo meramente racional.

Fuentes Consultadas:

 

Por: Anabel Díaz Aché

Fuente: Ciudad CCS. 

Operación Masacre: Rodolfo Walsh y su motivación para investigar

Por Germán Sznek

Operación Masacre es un texto, una novela, que trata sobre los fusilamientos llevados a cabo durante el período de la llamada “Revolución Libertadora” a mediados de la década del 50 en nuestro país, durante el gobierno de Pedro Aramburu e Isaac Rojas, intervención de la CGT mediante y bajo un clima de tolerancia cero hacia los sectores sindicales y a las voces disidentes. Los hechos pasaron a los libros de historia como la masacre de José León Suárez.

Corre el año 1956 y, en un principio, Rodolfo Walsh obtiene información acerca de los fusilamientos de manera casual en un café de la ciudad de La Plata, donde anteriormente se encuentra cerca de un tiroteo a causa de un asalto al departamento de policía. Walsh ve de cerca tiroteos, disparos, sangre, violencia. Todos sucesos que transcurren cercanos a su vivienda, por la zona de la actual Plaza San Martín de dicha ciudad. Pero hay un hecho particular que lo motiva para realizar la investigación de Operación Masacre, devenida también en crónica policial: en los fusilamientos de junio del 56 hay un sobreviviente. Un hombre le confirma a Walsh que “hay un fusilado que vive”. Su nombre es Juan Carlos Livraga.

El periodista se mete de lleno en el tema. Hasta modifica su identidad y se muda para “garantizar” su propia seguridad. Bajo un estado de paranoia incesante, incluye un revólver que lleva a todas partes. Se vuelve obsesivo, las imágenes de los sucesos se le aparecen permanentemente, sobre la del sobreviviente corriendo, bañado en sangre y moribundo. Emprende un viaje a José León Suárez, lugar donde fue realizado el fusilamiento. Lo acompaña una periodista que consigue varios testimonios importantes que aportan a la investigación en curso. Crece el afán del Walsh por esclarecer y difundir las denuncias de los sobrevivientes de la Masacre de José León Suárez.

Rodolfo Walsh escucha de cerca el relato del juez que estaba indagando a Livraga, logrando entrar en el despacho por hacerse pasar por el primo del sobreviviente.

El periodista se ve claramente conmovido por los hechos de violencia que sucedían en su ámbito y es un punto de partida para iniciar la investigación. De hecho el relato cuenta como vio un hombre asesinado prácticamente en la puerta de su casa. Vivía frente a un destacamento policial, por lo que todo el tiempo había soldados armas deambulando por los techos. Pero un punto importante que logra su motivación es también su preferencia por los textos policiales y fantásticos.

La hipótesis que maneja Walsh tiene que ver con que si el seguía investigando mientras vivía allí mismo, lo iban a intentar masacrar. Es por ello que decide cambiar la identidad y mudarse. Así como los fusilamientos fueron clandestinos, la exploración de los hechos y evidencias también tenía que desarrollarse en forma oculta. Después de la  entrevista al otro sobreviviente del fusilamiento, Miguel Angel Giunta, estaba “dando por terminado” el caso en el sentido de que, decía Walsh, no había más para contar, había ocurrido un fusilamiento con dos sobrevivientes y el resto muertos. Pero Giunta confirma que hay un tercer sobreviviente. Esto motiva a Walsh y su acompañante a seguir indagando e investigando, en busca de ese tercer sobreviviente. Lo que no va a saber Walsh, hasta descubrirlo por deducciones, es que finalmente hay más personas que subsistieron a la masacre. 

Los desaparecidos y la literatura

Piel erizada y ojos empañados. Dolor. Ausencias. Justicia que no llega.

SON PRESENTE. SON MEMORIA. ¿DÓNDE ESTÁN?

El 20 de mayo de 1976 aparecieron en Buenos Aires los cuerpos de Zelmar Michelini y Héctor Gutierrez Ruiz, legisladores exiliados en Argentina, junto a los militantes tupamaros William Whitelaw y Rosario Bartedo. Torturados y asesinados. En 1996 Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos convocaron a la primera Marcha del Silencio, una procesión por la principal avenida uruguaya en absoluto silencio, un silencio que grita y estremece, para reclamar por los uruguayos detenidos desaparecidos en la dictadura cívico-militar.

Este 20 de mayo las condiciones son otras, es un mayo excepcional porque la pandemia limita la cercanía física, por lo que Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos decidió no realizar la marcha en la calle como siempre se hace. Sin embargo, mayo es un mes de memoria y la marcha ahora es por redes sociales y la privacidad de cada hogar. Carteles, pintadas, balconeras y margaritas por todos lados, tweets, publicaciones en Facebook o Instagram. La creatividad se ha puesto en marcha y, si quieren, ha extendido la consigna por todos lados.

No quise quedarme atrás, por eso hoy quiero hablar de desaparecidos y literatura. Para empezar, y aunque parezca tonto, ¿qué es un desaparecido? La desaparición forzada de personas, ha sido definida por la ONU como: [El] arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley.

El siglo XX, si quieren, es un siglo de desaparecidos, pero el término comenzó a usarse en Latinoamérica para hablar de las violaciones de los Derechos Humanos en Guatemala en 1966, pero conforme la práctica comenzó a adaptarse a otros países del continente, el término empezó a hacerse eco. La difusión de estas prácticas, que van desde la tortura y la deshumanización hasta la desaparición física, fue moneda corriente en las dictaduras latinoamericanas de la década del 70 y estuvo alentada por la instrucción militar brindada por el ejército de Estados Unidos a militares latinoamericanos en la Escuela de las Américas, Panamá. En una lógica de Guerra Fría, en donde el comunismo avanzaba y el capitalismo estadounidense era quien debía frenarlo, se habilitaron múltiples métodos, que violaban reiterada y sistemáticamente los Derechos Humanos, que buscaban detener el avance de la insurgencia y ponerle fin a las células comunistas del continente que habían tomado impulso luego del triunfo de la Revolución cubana.

Cargado de un peso simbólico atroz, el desaparecido vive en el terrible límite entre la vida y la muerte. El desaparecido no está, el desaparecido no es pero tampoco es vivo o muerto, no es ausente ni presente. El desaparecido es una figura inasible, un espacio vacío. El desaparecido camina en la incertidumbre mientras el silencio, el que oculta, barre abajo de la alfombra y dice no saber de qué se habla, hiere a madres y familiares que hace cuarenta años dan la lucha para saber dónde están sus hijos y sus familiares. Hay madres que se han ido sin saber qué fue de sus propios hijos porque hay un sistema militar que oculta y niega participación. Pero como representación de lo no dicho, el desaparecido reaparece en lo personal, en lo familiar y en lo social porque hay espacios de memoria que todavía luchan por saber dónde están, por conocer la verdad, por correr el velo que oculta la información. 

En su libro El detenido-desaparecido. Narrativas posibles para una catástrofe de la
identidad Gabriel Gatti, hijo, hermano y tío de desaparecidos, aborda lo que él llama “narrativas del sentido”. Estas narrativas gestionan la catástrofe intentando reponer lo que esta deshace: apuestan por re-unir cuerpos y nombres; por re-hacer la alianza de un sujeto con las cadenas de filiación que le hacen tal; por re-componer individuos devolviendo sentido a la conexión de esas personas como miembros de un Estado. Estas narrativas serían, de acuerdo a Gatti, propias de períodos de transición y están dominadas por un mandato: el de la memoria.

La integran dos grupos: por un lado, la serie de técnicos que buscan reconstruir el escenario sustraído de la dictadura: los arqueólogos que reconstruyen las ruinas de los centros de detención, los historiadores, los antropólogos forenses. Por otro lado, los organismos de derechos humanos que gravitan alrededor de Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina y Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos en Uruguay. . Cualquiera de los dos organismos basan su programa en una definición conservadora de la identidad: asociándola al origen y la genética, ésta se vuelve sólida, fija, y unívoca.
Este trabajo minucioso de recomposición es, sin dudas, políticamente necesaria.

Las dictaduras latinoamericanas del cono sur fueron una herida difícil de procesar y todavía lo siguen siendo porque quedan preguntas por responder y justicia por hacer. Pero mientras las respuestas y la justicia no lleguen, hay memoria y la literatura no es ajena. Dentro de lo que Gabriel Gatti llama narrativa del sentido, hay ríos de tinta escritos por historiadores e intelectuales uruguayos y desde Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos también los hay: A todos ellos. Informe de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos del 2004, Muertes en prisión de octubre de 1984 y Desaparecidos, a la escucha del silencio para sellar la paz.

Sin ánimo de contradecir a Gabriel Gatti, creo que hay otras narrativas que, de puro atrevimiento, llamaría de resistencia o incluso de protesta. Este tipo de narrativas comenzaron en el momento mismo del establecimiento de un gobierno de facto y significó para muchos el exilio o, en otros casos, la desaparición o la muerte. Hablo de escritores como Benedetti, que estuvo exiliado en Argentina, Cuba y España, que escribe ese poema Desaparecidos que te parte al medio, pero también en Ángel Rama, Eduardo Galeano o Cristina Peri Rossi pero también en Mauricio Rosencof, Carlos Liscano que estuvieron presos o incluso en Íbero Gutierrez al que asesinaron. Acá habría que abrir la discusión sobre qué es literatura, creo que la puedo arreglar comentándoles que hubo otros artistas que le pusieron el cuerpo a la situación y son todos los cantantes populares como Zitarrosa, los Olimareños, Larbanois&Carrero y los letristas de carnaval que se atrevieron a decir sin decir.

Del otro lado de las antípodas de lo ficcional aparece la literatura testimonial que son atravesadas por las subjetividades personales del testimonio y la vivencia de una realidad particular. Más allá de la calidad literaria, este tipo de literatura persigue otros objetivos como puede ser la ética, la búsqueda de la verdad histórica y a la identidad personal, la comprensión de una historia familiar. No es precisamente sobre desaparecidos, pero en esta lógica testimonial hay dos libros que recomiendo mucho que son Las palabras guardadas del Taller Ex.presar y Memoria para armar dos. ¿Quién se portó mal? del Taller “Género y memoria ex–Presas Políticas” (2001-2003) y el “Taller Vivencias de ex-presas políticas” (2004). 

En cualquier caso, siempre se trata de una literatura que se sostiene en el fuerte compromiso ideológico y humanitario, no solo de parte de los escritores sino también de editores que deciden publicar y de organismos que fomentan las publicaciones. La literatura siempre ha sido política, pero en estos temas más que nunca tiene que ignorar la asepsia que pretenden algunos porque el reclamo, la denuncia ante la violación de Derechos Humanos, el pedido de justicia y la memoria histórica no pueden ser tibios, acá no hay lugar para ellos.

¿Cuál es el futuro de los valores democráticos en una sociedad donde quienes dieron sus vidas luchando contra la dictadura quedan congelados en ese estado de “desaparecidos” de ausentes mientras sus verdugos gozan de total impunidad?
Los familiares de desaparecidos necesitan un esclarecimiento que permita enterrar a sus muertos completar un proceso de duelo especialmente extenso y trabajoso. Sus familias lejos de recibir alguna forma de reparación continúan padeciendo un macabro periplo que parece no tener fin. Mientras, sus verdugos gozan de la impunidad. Pero el país todo, las futuras generaciones tienen derecho a nombrar a sus muertos, recobrar el sentido de su sacrificio… recuperar una historia que les permita construir su futuro.

 

Articulo tomado de: La biblioteca de Hermione

20/05/2020

Vargas Llosa: ¡Viva Hernán Cortés, nuestro libertador!

Por: Carlos de Urabá

España nos dio la vida, la lengua, la civilización.

«La literatura, último refugio de la libertad» es el título que eligieron los organizadores para la IV Bienal Vargas Llosa en Guadalajara (México). Un título verdaderamente pretencioso porque el número de lectores ha disminuido dramáticamente, no solo en Latinoamérica sino también en el mundo. En esta época la lectura se encuentra en franca decadencia pues es imposible competir con un mundo dominado por las televisiones, la Internet, las redes sociales, computadores, teléfonos celulares o tablets.

Vargas Llosa y su camarilla de illuminatis ha utilizado la IV Bienal Guadalajara para -aparte de hacerse propaganda- continuar con la cruzada contra los gobiernos «comunistas» de Venezuela Cuba o Nicaragua. Incluso en esta ocasión el premio Nobel se atrevió a criticar duramente al presidente de México López Obrador al que ha definido como un «Populista de izquierdas» que quiere romper las reglas de juego y reelegirse para eternizarse en el poder. «López Obrador es un mandatario que ataca a los periodistas críticos y censura a sus opositores». Y no solo eso pues el muy irrespetuoso ha tenido la osadía de exigirle al rey Felipe VI que pida perdón por los estragos cometidos por los españoles durante la conquista de México. Una afrenta imperdonable porque «Hernán Cortés no debe ser considerado un conquistador, sino un liberador de los pueblos indígenas oprimidos» Vargas Llosa repite una y otra vez su mantra preferido: «España nos ha dado la vida, nos ha dado la lengua, la religión, y gracias a su inmensa generosidad nos hemos integrado en Europa y la civilización occidental» Aunque en la conquista se hayan cometido algunos «excesos» (en este caso el genocidio de 60.000.000 de indígenas) pero todo queda compensado con la invaluable herencia que nos legó la «madre patria».

Evidentemente la Bienal cuenta con un presupuesto multimillonario imposible de justificar en tiempos de pandemia. Que se lo cuenten a 50.000.000 de pobres de solemnidad que existen en México. Todo este espectacular montaje se ha materializado gracias al patrocinio de la empresa privada, los bancos, la universidad de Guadalajara, los ayuntamientos, las editoriales españolas y mexicanas, la Fundación Internacional para la Libertad y la Feria Internacional del Libro. El escritor peruano Raúl Tola, que dirige la Catedra Vargas Llosa, comenta que: «no imagina cómo habrán sobrellevado el confinamiento de la pandemia aquellos que no leen ni tienen inclinaciones culturales. Debe haber sido horroroso en medio de tanta soledad y angustia. Porque en la literatura hay un punto de escape, un punto de libertad» Pero el ejecutivo de la Bienal pasa por alto que las estadísticas dibujan un panorama sombrío ya que el índice de lectura en Latinoamérica y, especialmente en México, es catastrófico. Y es que los libros solo están reservados para una élite de intelectuales, profesores, catedráticos o estudiantes universitarios. ¿Para qué leer un libro si todo el saber y el conocimiento lo encontramos en Google? Los computadores cada día son más inteligentes, mientras nosotros somos cada día más estúpidos e ignorantes. Es tal el fracaso en la promoción de la lectura que el Fondo de Cultura Económica ya no vende libros, sino que los regala y ni así la gente los quiere. La pandemia ha supuesto un golpe mortal para educación en México pues han desertado de las escuelas más de 6 millones de alumnos. Al estar obligados a estudiar en línea de manera virtual lo que ha sucedido es que se han hecho adictos a los videojuegos, las plataformas de streaming, los casinos virtuales o las redes sociales. En un año y medio apenas si han leído un libro o escrito cuatro cuartillas en un cuaderno.

Pero tenemos que admitir la única posibilidad de revitalizar la lectura en nuestro medio es promover entre las clases populares la narcoliteratura morbosa y pornográfica en un formato de fotonovela por entregas y que narrada con una jerga barriobajera implique al lector. Al fin y al cabo la prensa amarillista impresa (no digital) sigue siendo la más leída.

Los 31 escritores de Latinoamérica y España convocados a la Bienal fueron elegidos cuidadosamente por su curriculum vitae intachable: deben ser personas integras y comprometidas con la libertad y la democracia. Es decir, defensores a ultranza de neoliberalismo y las políticas conservadoras de derechas, anticomunistas y que, además, reconozcan el valor supremo de la monarquía borbónica como símbolo de la «unidad iberoamericana». Sin medias tintas la civilización o la barbarie. Desde el púlpito Mario lanza sus diatribas: «el nacionalismo y el racismo son caras de la misma moneda» En cambio, el nacionalismo español, de esencia nazi-franquista, es virtuoso pues exalta el amor a la patria.

Todos estos escritores, poetas o intelectuales pequeñoburgueses en su egolatría se creen elegidos por la divinidad. La crítica y las editoriales los encumbran a lo más alto del Olimpo y con todo el descaro estampan en las carátulas de sus libros «¡Best Seller! 50.000 ejemplares vendidos, 100.000 ejemplares vendidos. Pero lamentablemente la realidad nos propina tremenda bofetada porque a las masas lo único que les interesa son las telenovelas, los partidos de fútbol, las series de Netflix, la pornografía, las películas de narcos… Vargas Llosa, dicta catedra: «necesitamos un sistema educativo público (cuando el defiende lo privado) eficiente o jamás saldremos del subdesarrollo que significa dependencia tecnológica de las potencias dominantes»

La era digital ha multiplicado el poderío del capitalismo como nunca antes se había visto en la historia moderna. ¡¡¡¡En este momento hay más de 2.000 millones de personas en todo el mundo comprando desde los computadores y los celulares!!!! En el año de pandemia 2020 Facebook, Google, Yahoo!, YouTube, Twitter, Instagram, Telegram, Apple, Microsoft, Amazon, Netflix o Tik Tok han elevado sus ganancias hasta alcanzar cifras estratosféricas. Definitivamente tenemos que cargar el yugo que nos impone la ciberdictadura del Silicon Valley.

Apenas unos cientos de personas asistieron a los debates y conferencias que se han llevado a cabo en el recinto Santander de Artes Escénicas de Guadalajara (entre las que hay que contar alumnos universitarios acarreados por los profesores) Como estamos inmersos en una sociedad de la exclusión por aquí no se ve un indígena, ni un obrero, un trabajador y menos campesinos. Los únicos proletarios son los guardaespaldas, los choferes, los acomodadores (as) o las limpiadoras a los que el nombre de Vargas Llosa más bien les suena a un cantante corridos. Los estratos bajos se autoexcluyen de tan importantes encuentros literarios pues para ellos todo esto no es más que capricho de lunáticos.

Mientras en el estrado los egregios escritores haciendo gala de un lenguaje academicista y retorica grandilocuente exhiben pretenciosos su alto grado de erudición en un soliloquio que solo ellos escuchan. Que si la prevalencia del pensamiento de Flaubert o el existencialismo de Sartre y la verdadera esencia del ser humano. Debates epistemológicos de indudable valor magisterial pero que no trascienden más allá de sus delirios de grandeza. Es increíble, pero la mayoría de sus devotos son capaces de citar los capítulos más relevantes de la extensa obra del premio Nobel, O sea, desde «La Ciudad y los Perros» hasta su última publicación «Tiempos Recios» Tal demostración del fanatismo es solo comparable con la de los ayatolas que recitan de memoria el Corán. El público permanece sentado guardando las estrictas medidas de seguridad sanitarias. Parecen más bien muñecos inanimados a los que se les ha puesto un bozal para mantenerlos a raya; algunos cabecean somnolientos, otros descaradamente bostezan y otros aburridos prefieren encender sus teléfonos celulares, o tablets y enchufarse a sus audífonos para navegar por el ciberespacio en busca de emociones más fuertes. Los más ansiosos de la secta se muerden las uñas esperando que se acabe pronto las ponencias magistrales para ir a desquitarse al cóctel que ofrecen los organizadores de la bienal donde se pondrán bien a gusto a punta de canapés y tequilas. La bohemia siempre ha sido la principal inspiradora de los grandes genios.

Y así pudimos observar en primera fila presidiendo la homilía al premio Nobel Vargas Llosa que hierático empuñaba su bastón cual sumo pontífice atento al desarrollo del cónclave. Eso si se le notaba y un poco alicaído pues tal vez echaba de menos a su bienamada Isabel Preysler que se había tenido que quedar recluida en su palacete en Madrid a causa de la muerte de su madre. A su lado estaba Alvarito Vargas Llosa, el mánager de la exitosa multinacional Vargas Llosa S.A, que no paraba de tabular mensajes en su celular, quizás cerrando el contrato de la próxima conferencia de su padre cuyo caché se eleva por encima de los 100.000.dólares. Algo sabrá su hijito de las cuentas en paraísos fiscales y su implicación en los Panamá Papers ¿no?. Rosa Montero igualmente se le veía muy entretenida consultando los catálogos de Amazon o jugando al póker en un casino on line, mientras su amiguito el escritor peruano Roncagliolo se tomaba un selfie con la musa Morgana Vargas Llosa. Bueno, ellos son seres superiores a los que les debemos respeto y se les ha de perdonar cualquier desvarío pues son los redentores de una humanidad extraviada y desvalida. Pero esto ya es el colmo que los illuminati que tanto predican que «la literatura es el último refugio de la libertad» sean tan adictos a la ciberheroína.

La pandemia ha agudizado aún más la crisis económica y definitivamente el libro se ha convertido en un artículo de lujo que solo pueden adquirir las clases más pudientes. Porque hay que decidirse entre comprar carne o leche o el último libro de Rosa Montero «La Buena Suerte» que cuesta 400 pesos (el salario mínimo en México está en 123 pesos diarios)

Vargas Llosa a sus 85 años es la viva encarnación del Otoño del Patriarca, eso sí, no ha perdido los aires de caballero de fina estampa, aunque tenga que apoyarse en un bastón para no trastabillar. Con su pelo plateado y su piel arrugada parece un tótem ante el cual sus devotos se postran de rodillas a rendirle honores. Un ídolo elevado a los altares por la propaganda de los medios de comunicación y las editoriales, el escritor más exitoso, el premio Nobel, el superventas, y uno de los últimos supervivientes del boom latinoamericano. Vargas Llosa que en su juventud se declaró comunista ahora en su ocaso se confiesa un liberal de derechas más próximo a las tesis de Trump y Boris Johnson. Tan esquizofrénica metamorfosis nos deja perplejos. Y todavía más cuando presa del ardor guerrero enarbola la bandera rojigualda borbónica encabezando las huestes del nacionalismo español. No por casualidad el rey corrupto y corruptor Juan Carlos I le otorgó el título de marqués de Vargas Llosa.

A Mario me lo encuentro a la entrada del lujoso restaurante del Hotel Hilton Guadalajara Midtown en el que están alojados los escritores de la bienal -sus cachorros tienen que estar bien atendidos en hoteles cinco estrellas, restaurantes de categoría, piscina, jacuzzi, SPA, porque son los sabios de la cultura contemporánea que nos guían y nos iluminan – El señor marqués se dirige a desayunar y yo lo abordo y le digo que si me puede responder unas preguntas. A lo que él amablemente acepta. Yo le cuento la historia de una amiga que no me quiere escribir una carta de puño y letra, solo se comunica conmigo por teléfono o me envía mensajes de voz por WhatsApp. Al parecer le da vergüenza escribir pues comete faltas ortográficas. Ya nadie quiere escribir una carta en un papel con un bolígrafo pues es un arcaísmo. Se ha abandonado por completo el hábito de la escritura cuyo origen se remonta al año 3.100 AC en Mesopotamia ¿Quién es capaz de leer hoy las 500 páginas de la «Ciudad de los Perros»? A lo que el premio Nobel me dice que hay que adaptarse a los tiempos que corren. Pero como concentrase en medio de un mundo tan vertiginoso que no nos deja ni un minuto de descanso. Porque hoy la gente no lee más allá de los 280 caracteres de Twitter. Vargas Llosa se quedó pensativo pues él ya había desarrollado ese tema en su libro «la Civilización del Espectáculo» donde hace una crítica de la cultural actual que se ha convertido que un mero entretenimiento. Y es que un esfuerzo intelectual no produce placer. Es paradójico, entonces ¿cómo la literatura va a ser refugio de la libertad si las masas se niegan a leer y prefieren ser esclavos de la tiranía de los medios audiovisuales? – Silencio. Esa pregunta es demasiado capciosa. Vargas Llosa está de vuelta de todo, se sabe una leyenda viviente y en vez de caminar levita porque su reino ya no es de este mundo.

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El general Morazán marcha a batallar desde la muerte. De Julio Escoto

Este año en el cual se conmemoran 229 años del natalicio del General Morazán es propicio que todos; tanto hombres como mujeres, sin distinción del suelo donde nacimos acudamos a nuestras historias comunes, para hacernos de sus efluvios liberadores. 
El general Morazán marcha a batallar desde la muerte, del escritor Julio Escoto es un libro fundamental para adentrarnos en la historia de ese gran hombre centroamericano, cuyo legado merece ser estudiado y homenajeado. 

«Los años de Allende», la novela que revive la revolución de la Unidad Popular en clave gráfica

Narra la historia del periodista estadounidense John Nitsch, quien es testigo del ascenso y caída de la revolución pacífica. “La literatura, el cine, el teatro ya están abordando este tema hace rato, la historieta no hace sino aportar lo suyo. ¿Por qué? Porque Chile debe encarar sus fracturas y hablar del pasado sin tapujos, es la única forma de avanzar. No creo en eso de olvidar el pasado sin discutirlo y mirar sólo hacia el futuro. Es una forma cobarde de evadir lo que nos ha traído al Chile de hoy”, señala el primero.

Una novela gráfica sobre la experiencia del gobierno de la Unidad Popular acaban de publicar el guionista, editor y docente Carlos Reyes junto al dibujante y pintor Rodrigo Elgueta.

 

Se trata de “Los años de Allende” (Editorial Hueders), una obra está protagonizada por un periodista estadounidense, John Nitsch, que junto a otros protagonistas –el escéptico taxista Marcelo González y la entusiasta activista Claudia, entre otros- ve “con pasión y dolor cómo se articulaba y destruía un experimento social único en el siglo XX”, como reza la contratapa.

El libro es parte de otras novelas gráficas que abordan la memoria histórica de nuestro país, tales como “El Golpe. El pueblo 1970-1973”, de Nicolás Cruz y Quique Palomo, “La Senda del Errante”, de Germán Valenzuela y otros autores, “Lota 1960”, de Claudio Romo y Hari Rodríguez o “Santa María 1907”, de Pedro Prado.

Un protagonista gringo

Una de las primeras cosas que llama la atención de esta obra –un proyecto financiada por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la lectura, convocatoria 2014- es que los autores hayan escogido a un personaje extranjero para narrar la historia.

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“El periodista norteamericano que creamos para la historia nos permitió cierto distanciamiento necesario para realizar la crónica de los hechos que íbamos a contar”, explica Reyes, que en los años 80 colaboró con la mítica revista “La bicicleta”, ha publicado varios libros y es cofundador de la editorial Feroces Editores. “Su nombre, John Nitsch, está tomado de un amigo y mentor norteamericano con el que conocí y trabajé mucho tiempo”.

Ese nombre es lo único real, el resto es ficción, aclara. “Para mí, Nitsch es un librepensador que se interesa profundamente por lo que pasa en Chile y se propone relatarlo de la forma más certera posible”, reflexiona.

“Creo que Nitsch era el personaje necesario que tenía una distancia ideológica de la realidad chilena de aquellos años”, coincide Elgueta. “Con una cierta ingenuidad, Nitsch se hace las preguntas básicas que pocos se hicieron en aquellos años… en incluso ahora. Pero al mismo tiempo al ser un periodista, le permitía acceder a lugares y poseer la acuciosidad profesional para investigar los hechos hasta el final”.

Criterios de selección histórica

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El libro incluye una enorme variedad de episodios: desde los asesinatos del general René Schneider y el ex ministro Edmundo Pérez Zujovic, los frustrados alzamientos militares como el “Tancazo” y el “Tanquetazo”, el escándalo CIA-ITT, la nacionalización del cobre, la construcción del centro cultural Gabriel Mistral, el paro de camioneros, las JAP, y el terrorismo de derecha e izquierda.

Para relatar estos episodios, los autores bucearon durante más de dos años en libros, revistas, videos, películas, reportajes, crónicas, testimonios y sitios web. Además contaron con la ayuda del historiador Manuel Vicuña y la asesoría constante del escritor Marcelo Mellado.

“La idea fue reconstituir para el lector la mayor panorámica de la sociedad chilena de la época que el lenguaje de la historieta nos permitió hacer”, señala Reyes.

Obviamente allí les surgieron preguntas fundamentales que recorrieron este trabajo: ¿Es posible tener una mirada completamente objetiva de la historia? ¿Un historiador pueda escribir sobre el pasado sin que sus propias opiniones y subjetividades se vean reflejadas en ese trabajo?

“Tal vez esa sea la respuesta para el hecho de que tengamos todos versiones tan diferentes sobre un mismo hecho histórico como el de la UP o el de la guerra del Pacífico, por ejemplo”, aventura Reyes. “Esas preguntas están en la novela gráfica y en ella, Rodrigo y yo ofrecemos nuestra propia respuesta”.

Los desafíos de la gráfica

Desde el punto vista gráfico, los desafíos también fueron diversos.

 

“Por un lado realizar una gran variedad de retratos de personajes históricos que debían ser reconocidos y que en algunos casos debía dibujar dándole expresiones faciales de las cuales no existían registro”, explica Elgueta.

Además, para las locaciones de esta historia, el dibujante debió abastecerse de una buena cantidad de fotografías de aquellos años y buscar sectores de la ciudad que mantuvieran su misma arquitectura.

Otro problema fue plasmar en un dibujo situaciones históricas fundamentales que nunca antes se habían representado. “Por ejemplo, un momento de ira de Allende cuando arroja su teléfono, o cuando disparaba desde el balcón de una oficina de la Moneda en el momento del golpe mismo”, indica.

Tema de actualidad

¿Pero por qué estos artistas quisieron sumergirse en aquella época que ni siquiera alcanzaron a vivir?

Entre otros por sus biografías personales, podría decirse. Para Reyes, por ejemplo, el tema de la UP no era nada ajeno: su padre trabajó en la mítica editorial estatal Quimantú, uno de los símbolos del gobierno popular, que de hecho también tiene su lugar en el libro.

En su opinión, la experiencia de Allende tiene una tremenda actualidad, “sobre todo a la luz de los últimos acontecimientos políticos como la corrupción y el despertar ciudadano que comenzó con el malestar estudiantil”.

“Ese caldo de cultivo social ha elevado el estatuto de Allende como el último mandatario que encabezó en Chile una utopía”, dice Reyes. “Allende es hoy una figura muy presente en el país, una figura que todavía divide a Chile y agita los ánimos de defensores y detractores. Cosa habitual por estos lares en que llegamos tarde y mal a aceptar nuestros hitos, tal y como ha sucedido con Gabriela Mistral o Violeta Parra, por ejemplo”.

“Fuera del país,  Allende es ya un mito universal, homenajeado en múltiples formas en el extranjero. Allende es un arquetipo, un superhéroe, si se lo quiere ver desde la óptica más ñoña de la historieta. Allende encarna algo que ya excede lo local y lo político”, añade.

Gráfica y memoria

Para el guionista, la historieta como arte puede y debe hablar sobre estos temas desde su propia especificidad. “Si Chile no lo hace y no habla de frente estos temas, si los sepulta, como acostumbra, nos  van estallar en la cara tarde o temprano. Los artistas deben seguir revisitando estos temas, discutiéndolos. Es un deber”, asegura Reyes.

“Creo que la novela gráfica chilena está en deuda con las miles de historias dignas de contarse de este período de nuestra historia, incluyendo el golpe militar y el período de la dictadura”, coincide Elgueta, que demoró dos años en dibujar la historia.

“En otros ámbitos de la creación -literatura, pintura, teatro, cine, etc.- ya se ha hecho, pero aún así, y bajo la profusión de tantos reportajes en estos últimos años, todavía nos damos cuenta que falta mucho por descubrir… no olvidemos que los tribunales de justicia de nuestra país aún tienen cientos de casos que no se han investigado y demorarán años para que se agoten las instancias de investigación de todos ellos y que finalmente son historias humanas dramáticas de abuso, sufrimientos, etc.”, señala.

En este sentido, para Elgueta “Los años de Allende” explora esta época, atreviéndose a revisitar nuestra historia, “re-enjuiciarla, re-analizarla, mirándola sin prejuicios, como en un reflejo sincero que nos habla de actores que complotaron infamemente contra su propio país”.

“La literatura, el cine, el teatro ya están abordando este tema hace rato, la historieta no hace sino aportar lo suyo”, remata Reyes. “¿Por qué? Porque Chile debe encarar sus fracturas y hablar del pasado sin tapujos, es la única forma de avanzar. No creo en eso de olvidar el pasado sin discutirlo y mirar solo hacia el futuro. Es una forma cobarde de evadir lo que nos ha traído al Chile de hoy».

por Marco Fajardo / www.elmostrador.cl

Con Cuba. Por Luis Britto Garcia

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A raíz de la invasión yanqui  en 1898,  que cortó el proceso independentista, el 80%  de las tierras cultivadas de Cuba pasaron a propiedad de estadounidenses; quienes también se apoderaron de la electricidad, la telefónica y la mayoría de las empresas, entre ellas la banca. El 70% del comercio se desarrollaba con Estados Unidos.  Las mafias de Lucky Luciano y Meyer Lansky se repartieron los casinos y el turismo sexual; intentaron convertir a La Habana en modelo anticipado de lo que luego sería Las Vegas. No había posibilidad  de transformar el país mediante la política convencional: durante casi  tres décadas la Enmienda Platt confirió derechos de intervención armada a la potencia del Norte. Ésta apoyaba desembozadamente dictaduras como la de Machado o Fulgencio Batista. Para el cubano digno era como vivir en un país extranjero.

2

Contra esta abyección política, económica y social se rebeló la Revolución Cubana para cambiar radicalmente no sólo el panorama interno, sino también el mundial, reavivando la esperanza revolucionaria adormecida desde el reparto del planeta entre las grandes potencias. También inspiró derroteros insurgentes para la política de América Latina y el Caribe. Al llamar la atención sobre el área, posibilitó el dispositivo editorial que se traduciría en el Boom, y alentó la oleada contracultural que sacudiría al mundo en la década de los sesenta. 

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En lo interno, Cuba revolucionaria acumuló espectaculares logros en medicina,  deporte, cine,  plástica y  literatura.  En medio de privaciones, austeridad y racionamientos, garantiza para todos Educación, Salud y Seguridad Social. Repetimos  indicadores disponibles para 2020. El analfabetismo en Cuba es cero, mientras que  su bloqueador Estados Unidos cuenta 16 millones de iletrados (BBC). La esperanza cubana de vida es de 79,6 años, mayor que la de 79,2 en Estados Unidos (PNUD). El índice de mortalidad infantil es de 4,0, menor que el de 5,6 en la potencia  norteña (Index Mundi). El último índice de Gini disponible de 0,22 revela a Cuba como uno de los países con menor desigualdad del mundo; el de 40,5 descubre a Estados Unidos como el segundo país más desigual del planeta (Cepal.org). El índice cubano de desnutrición infantil, certificado por la Unicef, es cero. En el estado de Florida, con el doble de habitantes que en Cuba, la pandemia ha causado  37.895 defunciones, mientras que la bloqueada y asediada Cuba ha controlado el morbo  por más de un año sin colapso de los sistemas de salud, y  con 11.333.483  habitantes ha presentado apenas 218. 396 contagios y sólo 1.431 muertes (0.65% de los casos confirmados). En Cuba casi dos generaciones han crecido sin saber lo  que es el analfabetismo, la muerte de mengua, la indigencia. Hazaña inaudita, no sólo en Nuestra América, sino en casi todo el Tercer Mundo.

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Para  valorar  tales logros  hay que considerar que han sido cumplidos contra la agresiva torpeza de la primera potencia imperialista del mundo. Ya en 1959 ésta le retira la cuota de compra de azúcar. Desde la invasión abierta por Playa Girón hasta la guerra bacteriológica, desde el terrorismo contra naves y aeronaves hasta el financiamiento de opositores y campañas mediáticas, desde el centenar largo de intentos de magnicidio hasta el bloqueo condenado 28 veces por la Asamblea General de la ONU y que ha causado perjuicios por 147.853 millones de dólares, no hay agresión infame que Estados Unidos no haya aplicado contra Cuba. A ellas Trump añadió el corte de remesas y otras 243 medidas coercitivas, y el terrorista Biden intenta que la isla sea declarada Estado promotor del terrorismo.

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A  ochenta millas de distancia, no  sólo las luces de Miami  se divisan desde La Habana: también llegan las señales de radio, televisión y redes sociales de los más poderosos aparatos comunicacionales del Imperio, con la imagen ficticia de un capitalismo de consumo ilimitado y fortunas instantáneas,  supuestamente exento de racismo, desempleo  y crisis económicas. A ese fraude comunicacional que pinta un Paraíso capitalista superponen otro que dibuja en Cuba un infierno socialista. La derecha ha ido usurpando paso a paso los métodos de lucha de la izquierda. Como muestra valgan el catálogo de tácticas de desestabilización compilado por Gene Sharp y su aplicación sistemática contra los progresismos: cortes viales, guerrillas, técnicas de agit-prop, motines, movimientos sociales de maletín.

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Explica el canciller cubano  Rodríguez Parrilla que las protestas del 11 de julio en varias ciudades fueron convocadas por intensas campañas de  redes sociales estadounidenses,  mediante robots que cada segundo quintuplicaban  mensajes bajo la consigna #SOS.CUBA, lanzada desde Nueva York por la firma Proactivo Miami Incorporation, que recibió del gobierno de Florida el 15 de junio certificación para recibir fondos a tal efecto. Por lo cual “es inocultable el vínculo entre los fondos y las operaciones del gobierno de Estados Unidos y de estos operadores”.

 

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Sin embargo, 62 años llevan los aparatos mediáticos imperiales llamando a destruir el socialismo sin más resultado que la esporádica protesta del “Maleconazo” en 1994, durante el Período Especial. Puede ser que factores sobrevinientes expliquen las manifestaciones del 11 de julio. Las medidas coercitivas y la pandemia han disminuido para 2020 el PIB en 11%, las importaciones en 30%, y en 70% el turismo, una de las principales fuentes de divisas para adquirir insumos técnicos.  Ello se ha traducido en desabastecimiento, incluso de equipos médicos. Por otra parte, en los últimos tiempos fueron adoptadas  medidas de liberalización de la economía que incluyeron circulación paralela de divisa extranjera y moneda nacional,  legalización de la gestión por empresas privadas de algunas ramas económicas y de la agricultura en terrenos de propiedad social, reducción del empleo público y consiguiente incremento del “Trabajo por Cuenta Propia”, aumentos de precios  inflacionarios. Siempre es difícil la coexistencia de medidas económicas correspondientes a sistemas antagónicos. A los compañeros cubanos toca determinar si algunas de estas medidas incidieron en la situación actual, y si ameritan correctivos.

Julio Cortázar: «Lo confieso, tengo momentos de desánimo»

Una mosca dulcera, saltona y caprichosa quiere recorrerlo y se agarra con sus patitas a la superficie marrón de los zapatos. Luego avanza como alpinista por la larga pierna de un bluejean viejo, se ciega con el resplandor de una guayabera blanca y vuela hasta el hombro. Parece indecisa ante la barba, el cabello largo y medio despeinado. La cara de gladiador está allá arriba, la frente sobresaliente como un leve casco que se arruga y los ojos, dos peces azules suspendidos e inmóviles, pero atentos, están también en la cima. La mosca se decide, revolotea y en ese instante Julio Cortázar lanza un torbellino de humo de tabaco y la aventura llega a su final.

Julio Cortázar y su esposa Carol hablan con Jacobo Borges y, cuando Diana abre un poco las cortinas, sienten que aún no les desaparece el trasnocho, porque se han vuelto a deslumbrar. Pasaron unas pocas horas en Caracas en escala Managua-Panamá-Maiquetía.

Cortázar habla de Nicaragua: ―De hecho los nicas están en pie de guerra, la invasión parece inminente, no son nada optimistas en ese plano, esa es la impresión que se saca. Los milicianos se preparan, aunque creo que no son fatalistas, reina un clima de tranquilidad: van a enfrentar lo que venga pero esperan que no venga nada. Nicaragua está obligada a aprestarse a la defensa dedicando enorme energía y tiempo a eso. Encontré que han superado muchas cosas y hay alimentos, mercados nuevos…

Están oyendo Jacobo, Diana, Teodoro Petkoff y José Carrasquel. El escritor llegó a Caracas con ganas de conversar con el pintor Jacobo Borges, uno de sus mejores amigos y con otro amigo suyo, Petkoff, a quien de vez en cuando le pregunta ¿cómo está la crisis del petróleo?

―Usted ha tenido mucho contacto con Nicaragua, ¿medita una novela sobre la revolución sandinista? ―se le planteó la interrogante.

Cortázar explica entonces que hizo un cuento: ―Me motivó un viaje clandestino que hice a Nicaragua antes del triunfo sandinista. Estuve en Solentiname con Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez durante tres días. Hablé con los pescadores… ¿Somoza?, no se enteró nunca porque allí me ciudaron mucho.

Comenta que ha escrito muchos artículos sobre la cuestión nicaragüense. Opina que la revolución nica es diferente a la cubana. “Las revoluciones calcadas, en general, no funcionan. Me he dado cuenta de que es exagerado usar la palabra revolución porque en Nicaragua ha habido una liberación, no una revolución: ellos se liberaron de una tiranía pero las estructuras se han mantenido”.

Carol se mueve desde diversos ángulos tomando gráficas de la charla. Cortázar habla en ese instante de la vez que estuvo en Berkeley, y se percató de que los estudiantes norteamericanos no estaban enterados de lo que pasó en Cuba. Creían que Cuba era una nación independiente que de improviso fue sojuzgada por la URSS.

―¿Hay posibilidades de invasión en Nicaragua y El Salvador?

―La posibilidad existe ―responde― porque Ronald Reagan como persona es una suerte de típico fascista y tiene una violencia personal que quizás se debe a aquellos papeles de cowboy en el cine… además, es muy bruto e ignorante y se ha rodeado de gente como Haigh, quien es un paranoico.

Cortázar hace notar que en EE.UU. hay grandes diarios que le hacen a Reagan una oposición que el mandatario no esperaba, y es que el pueblo norteamericano no desea otro Vietnam. El Salvador les parece algo así.

―Podía haber una intervención armada sin que apareciesen los yanquis por parte alguna: en Honduras hay unos cincuenta asesores argentinos. Yo vi, por cierto, en San José de Costa Rica, hace pocas horas, varios helicópteros norteamericanos con soldados. Venían del Canal de Panamá, dicen que en ejercicios militares. A mí se me apretó el estómago y pensé: “Carajo, esto es la frontera con Nicaragua”, y uno se da cuenta de que hay unas tenazas cerrándose.

―¿Qué sucede con Argentina?

―Los cementerios son muy pacíficos y allá los militares se pasan el poder como se suceden los pases en el fútbol, pero los militares juegan en el mismo equipo…

Julio Cortázar se refiere a la situación económica argentina, con un dato que le parece el mejor símbolo de esa crisis: el mate, la yerba que para la gente del Paraná, por ejemplo, es mitigante a la hora de acabarse la comida, fue siempre lo más barato que hubo en el mercado.

―Hoy ―explica― el hombre va al almacén con su calabacita, para que le pongan hierba, porque no puede comprar un kilo de mate: cuesta demasiado.

¿Por qué francés?

Los brazos largos, delgados de Cortázar, llevan y traen las manos grandes, de nudos visibles, pecosas. Hace un gesto después de contar que él y Gabriel García Márquez enviaron a François Mitterrand un telegrama señalando que en Nicaragua se siente la amenaza de la invasión. “Lo hicimos desde Managua”. Cortázar piensa que lo de El Salvador fue el punto principal en la reunión del Presidente francés con Reagan.

A esta altura rebota la pregunta que todo un público lector ha querido hacer a Julio Cortázar: ―¿Por qué la ciudadanía francesa?

Cortázar sonríe. Sus dientes con nicotina, cortos, infantilmente rotos, a través de los cuales las palabras salen con un gangueo francés, subyacente en el “¿Vos qué creé?” se quedan para siempre fijados en la película de la cámara.

―Las objeciones que tenía en los aeropuertos o con cada polícia, la pérdida de media hora mientras el polícia veía mi pasaporte, han desaparecido con el pasaporte francés. Ese pasaporte me resuelve grandes problemas. Yo en este momento soy un ciudadano francés que continúa siendo un escritor latinoamericano: eso no tiene que cambiar, el corazón lo tengo en el lado izquierdo y el pasaporte en el derecho ―dice.

“Agente cubano”

Chupa su tabaco y agrega: “Desde hace 30 años vivo en Francia y no me había nacionalizado porque la embajada argentina y la CIA habían dado información falsa al gobierno francés. Decían que yo era un agente cubano pagado con el tabaco de La Habana… (ríe y comenta: “En vez de estar pagado con el oro de Moscú”), me consideran sospechoso de estarme metiendo en problemas franceses. El mismo día de la toma de posesión de Mitterrand, él invitó a muchos intelectuales, estaban Miguel Otero Silva, García Márquez, y yo también. Mitterrand me dijo que él conocía la injusticia cometida conmigo y a los quince días me entregó el pasaporte francés…”.

Más adelante expresa:

―La normalización de mi situación en el plano francés, no cambia mi posición hacia Latinoamérica, que es de gran fidelidad. En América Latina, en cualquier país latinoamericano me siento como en casa y me adapto en pocos días y esto que digo no es simple palabrerío.

Cortázar señala: “La idea de que renegaba de la nacionalidad latinoamericana venía de los argentinos”.

―Allá ―dijo― el chauvinismo y el nacionalismo son de los peores males. Convierten a los niños en patrioteros. De chico mis maestros me enseñaban cuidadosamente que éramos los más heroicos. “San Martín era superior a Bolívar, cuidado con los chilenos que son traidores, con los uruguayos que fueron provicia argentina, cuidado con los brasileños”… era un chauvinismo que nos metían en la cabeza y nosotros lo creíamos. Algunos lo siguen creyendo y ahora son generales…

Cortázar es un hombre tan sencillo como alto, tan humilde como modesto. Parece asombrado todavía del triunfo determinante de su literatura en el mundo.

Cree en el nacionalismo sano, en la identidad nacional y en la unidad de Latinoamérica en la diversidad. “¿Soñamos porque somos poetas?”, se pregunta.

―La política también es un cuento fantástico, arguye para repetir después algo que dijo Lenín: “Hay que soñar y tener control de los sueños”.

―¿Está inscrito en algún partido político?

―Siempre fui independiente.

―La política… ¿no le coarta su trabajo creativo en algún momento?

―Mi vocación es literaria ―dice Cortázar―, y de pronto parece sentir muchos deseos de hablar de ese tema:

―Hay días, en que he estado de viaje entre una reunión de un comité y un congreso, me digo “Caray, no tengo tiempo para escribir una novela”. Lo confieso: tengo momentos de desánimo. Pienso que me llaman para defender una causa, porque soy un escritor conocido, pero no me dejan escribir, me cuesta trabajo. Luego reflexiono y sé que uno siempre encuentra tiempo para escribir. Por ahora me dedico a los cuentos, pero tengo dos novelas en la cabeza.

La mosca ha vuelto y esta vez observa a Julio Cortázar desde una posición más estratégica: se ha posado en el borde de un florero de mesa.

―Una novela lleva de ocho meses a un año de tranquilidad, eso requiere para que te entregues a ella. Si la interrumpes, se enfría como la sopa y a nadie le gusta la sopa fría, pierdes el control de los personajes y esas cosas. Un día me voy a ir a una isla del Pacífico a escribir. Volveré con una novela…

Interrumpe el hilo de lo que dice para contar que en Argentina se sorprendieron en una ocasión porque apareció un cuento suyo que estaba dedicado a Borges. “No puede ser”, comentaron los lectores argentinos y tenían razón: al final del cuento decía: Este cuento se lo he dedicado al pintor venezolano Jacobo Borges.

Hace poco estuvo reunido con uno que se escribe sin “s” al final: Tomás Borge, el hombre fuerte de Nicaragua. Cuenta Cortázar que Tomás Borge lo observaba leer los diarios de Managua y le decía: “Lee también La Prensa”.

―Borge me dice: “Lee La Prensa”. Todos los días hay ataques contra el régimen sandinista. Lo he visto leyéndola y a veces se pone lívido de rabia. Si dependiera de sus vísceras la mandaría al diablo, pero él sabe que es necesario que eso siga… en Nicaragua hay mucha libertad, aunque lo tergiversen con informaciones que sostienen lo contrario. Los sandinistas tienen una gran paciencia.

Durante unas pocas horas Cortázar estuvo en Caracas. Durmió y desayunó en la capital venezolana.

―¿Cuál ha sido el libro suyo más vendido?

Rayuela… ―apunta sin dudas. “Es el que me gusta más también”.

―¿Y entre sus cuentos?

―Soy más cuentista que novelista y creo que mi mejor cuento es “El perseguidor”.

La mosca se ha llenado de valor para llegarse hasta la altura de aquella cara. Quizás le atrae el brillo de los anteojos.

Cortázar medita un instante y pregunta:

―¿Por qué vos me decís usted si yo te estoy tuteando?

Y en ese momento, de conversaciones menos periodísticas, la mosca pasa en vuelo aguerrido rumbo a la barba del escritor.

Precisamente cuando Julio Cortázar se pone de pie y lanza su bocanada de humo que oculta al florero de mesa por unos segundos y llena el espacio con el fuerte aroma del tabaco.

La mosca se mareó, dio varias volteretas y cayó al piso.

Un zapato marrón se le vino encima.

(Entrevista publicada originalmente el 16 de marzo de 1982 en el Papel literario del periódico El Nacional).

Mi gigante Fabricio

Ahí personas que con sus acciones marcan un punto de inflexión en la historia; uno de estas personas cuyas acciones marcaron rupturas históricas fue Fabricio Ojeda.
Al conmemorarse 59 años de la publicación de su Carta de renuncia al Congreso de la República. En opinión muy personal este es un hecho de gran importancia, y que sería a su vez el nacimiento de un gigante. Siempre e visto, e imaginado a Fabricio como a un gigante, como un superhéroe sin capa, como a un personaje salido de algún cuento de Cortázar. Lo veo luchando contra monstruos amorfos y corruptos, que devoran a los pueblos indefensos.
En ocaciones imagino a mi Fabricio acompañado de otro gigante justiciero, uno venido del sur, de la ciudad de Santa María de los Buenos Aires, este otro gigante se llama Rodolfo, que al igual que mi gigante es periodista y escritor, ambos enfrentan las injusticias sociales de gobiernos traidores y dictaduras militares.
Al gigante Fabricio más allá de homenajes y discursos, insustanciales o no, se le necesita estudiar e interpretar más, Fabricio aún tiene mucho que decir, y mucho tiene aún que hacer por su pueblo.
Es por ello que acá les dejo a manera de homenaje el trabajo que hiciera Omar Ruiz Alzamos tus banderas Fabricio Ojeda. Libro que fuera publicado por el fondodelsur https://fondodelsur.com/category/prueba/

Enrique Fernandez / Presidente Fondo editorial del sur

Evocando a Artigas. Por Gonzalo Abella

A propósito de celebrarse un aniversario mas del nacimiento de uno de los hombres mas grandes de la historia de esta nuestra Patria grande; Gervasio Artigas, publicamos un capitulo del fascinante libro escrito por el maestro e historiador Gonzalo Abella; Artigas, el resplandor desconocido. En este libro el maestro de forma muy pedagógica nos adentra en la vida y obra del «Protector de los pueblos libres». 

Artigas fue visto por sus contemporáneos desde muy diversos ángulos. Todos tomaron partido, de una manera u otra, en relación a su propuesta. Nadie quedó indiferente. Odios y amores lo acompañaron siempre. Es muy importante la visión de sus contemporáneos porque después TANTO LOS DETRACTORES COMO ALGUNOS DE SUS SUPUESTOS DEFENSORES FALSIFICARON SU IMAGEN, SU PENSAMIENTO Y SU ACCION.

En realidad, los fundadores del Estado Oriental, los inventores de la Constitución de 1830, servidores de la política imperial británica y su engendro de mini-estado tapón, quisieron borrar a Artigas de la Historia.

Fue un mal comienzo para un país recién nacido. Claro que a pesar de eso y de los crímenes de Estado que aquí se cometieron (genocidio charrúa, complicidad en la agresión al Paraguay, dictaduras varias, discriminaciones y racismos diversos) nuestro pueblo escribió páginas muy hermosas y modeló poco a poco una identidad propia. Esta identidad se cimenta en valiosas tradiciones que son muy nuestras y se asocian a un modo de ser y de sentir, a una cultura peculiar y a una actitud libertaria. Pero el surgimiento del Estado Oriental fue una maniobra antiartiguista.

Todavía circula en el Uruguay un billete de cinco pesos que demuestra que en los festejos de la Jura de la Constitución de 1830 no hay una sola bandera artiguista, ni un solo criollo en ropas rurales, ni un indígena, ni un afroamericano. En el cuadro al óleo, que el billete reproduce, ondea la bandera del Imperio Británico y la del Imperio de Brasil, junto a la argentina y la del nuevo Estado. El 18 de Julio de 1830 los poderosos terratenientes y los embajadores imperiales tenían mucho que festejar. Se alegraban porque la nueva Constitución negaba los derechos democráticos de las mayorías, se alegraban porque Artigas estaba bien lejos y ya no volvería vivo, y porque los charrúas, memoria fiel de su proyecto multicultural, iban a ser exterminados. Pero Artigas quedó tan hondamente grabado en el corazón de la gente que no se pudo borrar, ni se pudo mantener la llamada «leyenda negra» en su contra.

Los gobernantes uruguayos entonces, después de su muerte, comenzaron poco a poco a exaltarlo de palabra y ponerlo sobre un pedestal, pero falsificaron su pensamiento y su acción. Sepultaron algunas de sus expresiones más claras, ocultaron el sentido esencial de su programa y rodearon de un misterio impenetrable sus últimos treinta fecundos años en suelo paraguayo.

Los militares, desde Latorre y Santos, fueron los primeros en advertir que la imagen de Artigas era utilizable como Primer Soldado de un país joven que necesitaba tradiciones. A pesar de esto hubo un sector del Partido Colorado, que se resistió por mucho tiempo a esta reivindicación porque todavía estaba muy vivo el recuerdo del enfrentamiento entre Artigas y el fundador de ese sector, Fructuoso Rivera. Este sector, como desgraciadamente hace la mayoría de las instituciones humanas, creyó menos en la fuerza de sus ideales, en el ejemplo de sus hombres y mujeres ilustres, que en el viejo método de falsificar los hechos históricos que lo comprometían.

Todo estaba muy fresco aún en 1870. Por ejemplo, se recordaba perfectamente que el abandono por parte de Rivera de las posiciones independentistas, sus acuerdos secretos con Pueyrredón en 1817 y su posterior enfrentamiento a los patriotas habían culminado con la decisión expresa del propio Rivera, este contradictorio personaje, de asesinar a Artigas. Esta decisión fue tomada y documentada por escrito en 1820 cuando ya era pública la adhesión de Rivera a la invasión portuguesa. A este tema volveré después.

Reivindicar a Artigas, así pensaban algunos caudillos riveristas en tiempos de Latorre, hubiera sido levantar un índice acusador contra su líder. Debía dejarse correr el tiempo, suprimirse documentos, adulterar hechos (como pueden hacerlo los vencedores cuando escriben la historia de los derrotados). Mucho después, si el afecto por Artigas sobrevivía en la gente sencilla, podría empezar a fabricarse un culto oficial a su memoria.

Debe tenerse en cuenta que el Partido Colorado fue la agrupación política con mayor «oficio» de gobierno en el país y la que ocupó los puestos claves de decisión durante la mayor parte de los siglos XIX y XX. Estuvo en el poder cada vez que se dio un viraje crucial, para bien o para mal; y en sus pocos momentos de opositor también se las arregló para incidir en los temas más trascendentales. Es el supremo hacedor de la Historia Oficial. Esto explica en parte el silencio oficial sobre las dimensiones más trascendentes del artiguismo.

Al Estado Uruguayo le falta aún hacer lo que el Papa Juan Pablo II hizo para la Iglesia: reconocer los errores institucionales de tiempos pasados, aún los más trágicos. Lástima que aquí no se haga todavía esa revisión, porque todas las agrupaciones políticas relevantes tuvieron y tienen en sus filas ciudadanos ilustres y personas capaces de jugarse por las libertades.

Tengo en mi poder el «Album Biográfico Ilustrado y Descripción Histórico Geográfica de la República O. del Uruguay» que el Gobierno de Batlle y Ordóñez publicó a todo lujo en 1904. Una foto inmensa del «Excmo. Sr. D. José Batlle y Ordóñez» es la carátula interior de la obra, y la exaltación de su personalidad motiva el primer artículo. Pues bien, en la parte histórica Artigas no existe. Leemos: «El 28 de febrero de 1811 un centenar de gauchos levantados en armas proclamaron la Independencia de la Provincia Oriental» (…) «Portugal invadió con un ejército de 12000 hombres. A pesar de los heroicos esfuerzos de Rivera que resistió durante cuatro años, la Banda Oriental quedó sojuzgada…» (1)

Es así. Sólo a partir de los años 20 del siglo XX el Partido Colorado en su conjunto, el partido al cual perteneciera Rivera, el partido casi único de gobierno, pensó que ya Artigas no era peligroso y que podía funcionar como héroe general lejano y legendario. Habían transcurrido setenta años desde su muerte y era un país sacudido por nuevos enfrentamientos entre los partidos «blanco» y «colorado» que necesitaba símbolos y próceres extrapartidistas. Aclaremos que, a título personal, ilustres ciudadanos «colorados» ya reivindicaban a Artigas con anterioridad.

Desde la muerte de Artigas en 1850 cuatro imágenes diferentes se han enfrentado para registrar su paso por la vida.

La primera imagen fue la llamada «Leyenda Negra». No fue inventada por sus enemigos frontales, los colonialistas españoles o portugueses. Fue creada por los liberales porteños y montevideanos para calumniarlo, llamándolo desde «anarquista» y «traidor» a «hombre sin más ley que su voluntad».

Hoy quedan pocos defensores de este punto de vista. El anciano Profesor Vázquez Franco quizás sea uno de los patéticos antiartiguistas que todavía disfrutan de ir contra el sentimiento popular con un raro exhibicionismo elitista. Mucho más respetable es el sentimiento de desconfianza de algunos jóvenes de hoy, a quienes Artigas se les hace sospechoso precisamente porque los desprestigiados gobernantes de turno le rinden homenaje. Pero ya nadie puede leer sin una sonrisa lo que escribió sobre Artigas su acérrimo enemigo Marcelo T. de Alvear, porteño monárquico, también adversario jurado de San Martín, cuando llegó a la vejez: «Artigas fue el primero que entre nosotros conoció el partido que se podía sacar de la brutal imbecilidad de las clases bajas haciéndolas servir en apoyo de su poder para esclavizar a las clases superiores» (2)

Ya no tienen el impacto buscado esas expresiones groseras que ahora golpean más al que las escribió que al acusado. En cambio, sutiles variantes de la «Leyenda Negra», mucho más adecuadas al mundo de hoy, aparecen en el libro de la Profesora Marta Canesa («Rivera, un Oriental Liso y Llano», Ed. Banda Oriental, varias reediciones, Montevideo) y en libros de otros autores también colorados. Allí, para justificar las volteretas políticas de Rivera, se presenta a éste como político flexible, pragmático y sensato. Se proyecta así hacia Artigas indirectamente, por oposición, la imagen de empecinado y terco en sus decisiones originarias.

Debe recordarse, en honor de esta línea partidista de pensamiento, que también es colorado Maggi y otros pensadores que han reivindicado el artiguismo y lo han intentado comprender en su esencia desde siempre.

Otras veces se ataca directamente a la cultura charrúa, desvalorizándola, para desvirtuar así la alta valoración de Artigas por los pueblos originarios, ocultando las enseñanzas que éstos le aportaron a aquél. Atacar a los charrúas (decir que eran «pocos», «indolentes», «incorregibles») es atacar sutilmente a su mejor amigo y discípulo, José Artigas.

A veces por la vía anticharrúa se llega al delirio. El profesor Padrón Favre afirma que Rivera asesina a los charrúas a pedido de los guaraníes, y ve en este genocidio la «solución a un conflicto interétnico» secular… ¡entre un pueblo de pradera y una inmensa cultura habitante de las selvas húmedas! (algo así como decir que la ruina de los zulúes se debió a que los aborígenes australianos les prohibieron cazar koalas). Se confunde así a la macroetnia Tupí Guaraní con los grupos guaraní cristianos, y se identifican a estos últimos (esto es lo más grave) con los mercenarios de sangre guaraní al servicio de los exterminadores de pueblos originarios. También sobre ese tema deberé volver en un anexo que titulé «Nuevas formas de racismo».

Frente a la «Leyenda Negra» apareció la segunda imagen: un Artigas de bronce, guerrero joven y fornido en un caballo monumental, con aspecto de gladiador italiano. Un Artigas sin contradicciones y sin vida privada, que un día decía una frase célebre y al día siguiente le tocaba una batalla, y que entre firmar documentos y derrotar enemigos había una gran vacío sin otras sensibilidades ni vivencias. Sus frases democráticas (de las cuales se mutilaban sus reflexiones sociales y las claras referencias sobre el respeto a las culturas diferentes) transformaron a Artigas en un recitador del credo liberal y democrático-republicano. Para levantar esta imagen no necesitaron adulterar las palabras, porque en verdad Artigas era partidario de las formas democráticas de gobierno del Estado y en esto coincidía con los liberales. Simplemente recortaron las frases y omitieron hechos.

Una tercera imagen aparece entre los «blancos» más nacionalistas y luego se modifica (para reafirmarse en lo esencial) en la óptica marxista de los años sesenta. Estos enfoques cuestionan la imagen de «liberal republicano moderado y prudente» de Artigas y demuestran documentadamente su radicalismo social.

Surge así una imagen más aproximada a la realidad: un Artigas partidario de la integración americana, federal, enemigo del unitarismo porteño y del centralismo montevideano, y en un compromiso de vida, inclaudicable, con los más oprimidos y marginados.

Ambas corrientes redescubrieron al «Artigas de los de abajo». Ambas corrientes tuvieron precursores de la talla de Acevedo Díaz (en su primera época) y de Jesualdo Sosa.

Algunos «blancos» quizás intuyeron mejor el carácter de este radicalismo, pero los marxistas escribieron muchos más libros. Esta diferencia de volumen entre la producción literaria de unos y otros se debió en parte a que los «blancos» nacionalistas se sintieron ahogados por las dramáticas contradicciones internas de su Partido (¿cuándo no?) donde también escribían historiadores eruditos de enfoque conservador que se definían como «blancos». En cambio los marxistas de los sesenta se sentían dueños del futuro.

Muchísimas frases de Artigas reforzaban esta imagen radical que ambas corrientes descubrieron y su trayectoria más conocida, entre 1811 y 1820, la refrendaba en cada ación.

Los «blancos revisionistas» rescataron el énfasis artiguista en el mundo rural, la defensa del gaucho, el celoso cuidado por las soberanías particulares, la lucha por la descentralización, la opción por formas de desarrollo que no postergaran siempre al habitante del campo; pero no podían citar la política agraria radical de Artigas en su verdadera dimensión y mucho menos impulsar las libertades civiles y religiosas hasta los niveles libertarios que sólo Artigas propusiera.

Tampoco comprendieron la dimensión multicultural de la propuesta, pero eso fue un pecado general que tampoco ningún «materialista histórico» advirtió.

Para muchos marxistas (cuarenta años atrás) Artigas fue un jacobino, un socialista utópico, un precursor de Marx, un profeta de la revolución social del siglo XX.

Estos autores en general sostenían que el Artiguismo fue expresión de los anhelos de los más desposeídos en un marco de relaciones precapitalistas en el campo uruguayo, y que con el alambrado de los campos su propuesta perdió vigencia, aunque no su ejemplo.

Pero en eso se equivocaron: la propuesta de Artigas ya era considerada una locura en su momento de apogeo por parte del pensamiento «progresista» urbano. Ante los ojos de las Logias liberales, mucho más sensatos aparecían Bolívar y San Martín, que se planteaban metas independentistas acordes con el «progreso» a la manera europea y norteamericana. Artigas en cambio era considerado (desde la hegemónica racionalidad europeizada) un loco, pero demostró que esa locura, sustentada en el apoyo de los pueblos, a veces funcionaba y funciona mejor que la sensatez de los otros.

Por eso yo vislumbro y me quedo con una cuarta imagen: la del Artigas como precursor de procesos participativos multiculturales, la de aquel que supo levantar mejor que nadie en su momento un programa de respeto a la diversidad cultural y a la integración continental desde «la soberanía particular de los pueblos», como él mismo decía.

La federación de Artigas no era tanto de provincias como de culturas, hermanadas primero en el suelo charrúa y después en toda la gran Cuenca Platense, territorio donde se había aprendido a convivir en el respeto a todos los diferentes que respetaban.  La Liga Federal era algo así como decir, desde el alma de cada cultura y de cada comunidad, la frase que él mismo puso en su escudo: «con libertad ni ofendo ni temo».

Esto incorporaba (o coincidía en parte con) las ideas esenciales del ideario progresista francés y norteamericano, y el pensamiento científico que siempre le interesó. También recogía las antiguas tendencias autonomistas de las ciudades medievales españolas y la defensa aldeana «del común».

Pero al afirmar como él lo hiciera: «los indios tienen el principal derecho» reconoce algo que no entraba en el pensamiento europeo de la época: los derechos de la Naturaleza, y de los pueblos que viven en ella, a ser respetados. La relación con la Naturaleza desde una cosmovisión indígena, afro y gaucha es radicalmente diferente, es totalmente opuesta a la relación de manejo y propiedad que impone sobre ella el colonialismo.

Artigas propone la coexistencia de cosmovisiones basada en el irrestricto respeto de cada una de ellas. Para ello resuelve dejar grandes zonas de Naturaleza sin repartir (ni siquiera su Reglamento Provisorio tocó esos lugares) para que los pueblos originarios, los afroamericanos y los gauchos pudieran vivir libremente en su hábitat.

En realidad, el Reglamento Provisorio es solamente la parte escrita de su programa. Da respuestas exclusivamente para la racionalidad propietarista, que es la única que Artigas busca corregir, democratizándola y subordinando el derecho de propiedad al interés común. El Reglamento es sólo una pieza de una política agraria más amplia, la cual en relación a los hábitats tradicionales sólo delimita zonas para que los propios pueblos hagan allí su ley. Este es uno de los aspectos de la «soberanía particular de los pueblos» y de la relación de Artigas con las culturas orales, que valoraban más la palabra que el documento.

 Y este respeto a la diversidad cultural es un aspecto muy importante que no advirtieron los estudiosos marxistas que investigaron sobre Artigas en los años 60. Para ellos el Reglamento Provisorio de 1815 fue un impulso al desarrollo de las fuerzas productivas generando relaciones de producción más democráticas; pero no lo percibieron tal cual era, inscripto en una estrategia mucho más general, de diálogo multicultural, de desarrollo basado en estrategias locales diferenciadas.

Estos autores no comprendieron la multiplicidad de propuestas, provenientes de las diversas culturas aliadas en la Liga Federal, que eran fuente esencial de la plataforma artiguista y base social del movimiento. Por consiguiente empobrecen sin quererlo el alcance del pensamiento de Artigas. En el fondo, señalándolo como precursor de su propia doctrina, reducen su vigencia a una coyuntura concreta de nuestra historia. Ignoran la dimensión que hoy llamaríamos «ecológico-socio-cultural» de su propuesta.

Para el marco teórico marxista de esos años el desarrollo de nuestras sociedades en el siglo XIX tenía un solo curso posible: el capitalista, que era requisito previo, premisa, de toda revolución auténticamente socialista. Artigas sólo era el camino para llegar al desarrollo capitalista por la vía menos dolorosa, la más democrática. Porque el capitalismo era por entonces, creían, un mal necesario: el único escalón intermedio posible hacia la justicia social definitiva. Después el marxismo y la clase obrera (hija rebelde del capitalismo) harían el resto. Aunque a muchos de nosotros nos costó entenderlo, la propuesta de Artigas era más profunda: era la flexible búsqueda de todos los caminos posibles hacia un progreso solidario y sustentable, recogiendo lo mejor de cada aporte cultural. Era éste un camino no predeterminado en sus detalles, sino basado en las decisiones descentralizadas y libres que cada comunidad de la Confederación fuera encontrando. El camino, el programa, se construía y se reconstruía entre todos, pero siempre partiendo de determinados axiomas irrenunciables vinculados a los derechos de todas las culturas y la igualdad entre ellas.

Este principio no es el simple derecho de cada individuo a ser igual ante la Ley, que proclamaba el pensamiento democrático europeo de la época, aunque lo abarcaba; es una elaboración conceptual de un alcance estratégico mucho mayor.

Al servicio de esta propuesta participativa soñaba Artigas poner a trabajar la ciencia europea, la tecnología gaucho-charrúa, la jesuita-guaraní, el aporte espiritual-cultural afro, todo ello dentro de la sabia cosmovisión de la pradera multicultural.

Al servicio de esta propuesta participativa soñaba Artigas con la siembra de las «Escuelas de la Patria», escuelas nada laicas por cierto, que tomaban partido abierto por la causa federal americana y por la defensa de la diversidad cultural, apoyadas en Bibliotecas Públicas, trabajando para que los pueblos americanos fueran «tan ilustrados como valientes». Uno de los más hermosos poemas de Ansina es, precisamente, el Himno de la Escuela de la Patria de Purificación.

Al servicio de esta propuesta participativa soñaba Artigas con desarrollar el arte. Por eso, en medio de la pobreza de sus tropas, pide al Cabildo de Montevideo «cuerdas para los músicos de bordonas».

Este Artigas multicultural (o gaucho, que es lo mismo) que desafía todos los esquemas y los marcos teóricos académicos, es no obstante ello la imagen que perduró más vivamente en nuestro pueblo, y especialmente en las zonas rurales.

Qué es y qué hace un intelectual. Por Luis Britto Garcia

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Intelectuales, inteligencia, intelócratas, intelligentzia,  incluso brillantina o pomada son términos en boga desde 1880, cuando un grupo de pensadores y artistas fija posición en Francia sobre el controvertido caso Dreyfus y tras pugnaz debate logra su  revisión. Si la terminología es novedosa, el tema  se remonta a las primeras sociedades humanas. Desde las tribus originarias con sus chamanes y piaches, Egipto con sus escribas, China con sus mandarines, Grecia con sus filósofos  y la Edad Media con sus monjes han existido seres humanos especializados en la concepción, preservación, difusión y aplicación de ideas. ¿Cuáles de ellos pueden ser apropiadamente designados como intelectuales, en el sentido moderno?

2

Para el cuarto trimestre de 2018, el Instituto Nacional de Estadística informa que  de 32.985.763 venezolanos están económicamente activos 15.947.719, cerca de  la mitad. De ellos,  15,08% son profesionales, técnicos y afines; 3,6%  gerentes, administradores o directores¸ 7,1%  empleados de oficina y afines, y 17,8% vendedores y  dependientes. Un 44,3 % de la fuerza de trabajo, aproximadamente la cuarta parte de la población,  se desempeña en labores de recolección, procesamiento y difusión de información, en las cuales prepondera aproximativamente el uso del intelecto sobre el esfuerzo físico. Se los puede catalogar por ello como trabajadores intelectuales.

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Sin trabajador intelectual no hay civilización. Desde que el  sapiens empleó por primera vez un guijarro  como herramienta, los trabajadores intelectuales originan y preservan las más decisivas prácticas y trascendentes cambios  de la Historia. Actualmente, activan el llamado sector terciario de la economía (investigación, educación, información, turismo, entretenimiento, finanza, política) que genera cerca del 70% del PIB global. La fisonomía de un país se revela más que por cualquier otra cosa por la proporción de trabajadores intelectuales que aloja. Pero una mayoría de éstos sólo  aplica fórmulas y procedimientos elaborados por otros, sin añadirles ni omitirles componente  alguno. Para ser calificado de intelectual en el sentido moderno, el trabajador intelectual debe además ser creativo, proponer nuevas ideas o conocimientos o reelaborar significativamente los que existen.

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Mas no basta con desempeñarse creativamente en la generación, reelaboración o difusión de información para ser considerado intelectual en el sentido moderno. Tal designación se aplica históricamente  para aquellos que utilizan la prominencia obtenida en su campo específico para intervenir en el debate público. Newton, que  circunscribió sus estudios a las ciencias naturales, es un trabajador intelectual; Voltaire, Zola, Marx, Engels, que utilizan sus destrezas como escritores y pensadores para proponer creativamente cambios sociales y políticos, son intelectuales en el sentido moderno del término.

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Esta distinción no niega ni elude el concepto de intelectual orgánico desarrollado por Gramsci. Entre los trabajadores intelectuales la mayoría pueden ser considerados orgánicos en cuanto aplican sus destrezas específicas en instituciones de la clase a la cual pertenecen, bien para perpetuar su hegemonía o para instaurarla.  Si bien hay intelectuales que no muestran una adscripción institucional, el sentido de sus obras la suple. Pero sólo deberían ser considerados intelectuales, en el sentido contemporáneo del término, el   grupo de trabajadores intelectuales que ejerce una función creativa y además interviene  activamente en el debate público.  Noam Chosmky,  lingüista prominente  del personal académico de una institución universitaria, es asimismo persona pública, que al expresar sus opiniones puede influir e influye de hecho en el curso de los acontecimientos que comenta. 

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La influencia en el debate público se puede ejercer incluso fuera de la voluntad del trabajador intelectual. Nadie más alejado de la intención de participar en una polémica pública que Nicolás Copérnico, quien dispuso que sus trabajos sobre el sistema heliocéntrico permanecieran inéditos hasta después de su muerte. Pero la idea expresada en ellos era de tal  relevancia, modificó  tan decisivamente nuestra percepción del mundo, que todavía hoy hablamos de revoluciones “copernicanas”. De igual forma se negó Charles Darwin a participar en el enconado debate que suscitó la publicación de El Origen de las Especies, pero sus investigaciones todavía determinan en gran parte la manera en que interpretamos la vida. Me inclino  por calificar también de intelectuales a las personas cuyo trabajo conceptual opera un decisivo efecto económico, político, social o cultural, aunque éste no haya sido programado, previsto o debatido por su autor.

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Decía Gramsci que cada clase social tiene sus intelectuales: con la adscripción clasista por lo regular se heredan las ideas, aunque esta adscripción puede ser electiva. Vienen Carlos Marx y Federico Engels de  familias  burguesas, y su pensamiento no sólo los emancipa de ellas, sino que casi emancipa al mundo. Por el contrario, mucho intelectual surgido de las clases explotadas no tiene más ambición que celebrar a los explotadores y a través de tal estrategia convertirse en uno de ellos. Pues así como las clases dominantes controlan la producción material, tratan también de regir la producción intelectual con las instituciones de la superestructura: escuelas, secundarias, seminarios, academias, iglesias, inquisiciones, universidades, fundaciones, tanques de pensamiento, centros de investigación, medios de comunicación. En cada una de ellas operan  jerarquías de trabajadores intelectuales que defienden y reproducen el sistema. El intelectual revolucionario que lo desafía es un héroe vetado y perseguido por los aparatos culturales del sistema contra el cual insurge, y a veces del que ayuda a fundar.

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La categorización precedente incluye a los artistas. Una obra de arte es una idea expresada sensorialmente. Pocas cosas tan decisivas en el debate ideológico como las creaciones estéticas, bien por el contenido ideológico que expresan, bien  por la autoridad de que  invisten a las opiniones del creador. Las composiciones  de Chopin y  de Giuseppe Verdi son  poderosos agentes del resurgimiento nacional de Polonia e Italia. La Guernica de Picasso es  lápida de la sepultura ideológica del fascismo.

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Toda  revolución de la modernidad ha sido preparada conceptualmente por vanguardias ilustradas. Para la constitución de  éstas  es necesario un núcleo de trabajadores intelectuales con dificultades de integración social y habilidad para participar en el debate público; con creatividad para formular un proyecto alternativo; que el mismo suscite adhesiones; que éstas sean validadas por un compromiso,  y que dispongan de medios de comunicación  para divulgarlo. Sin intelectual no hay revolución. Lograda ella, es indispensable comprender la realidad para planificar la nueva sociedad, defenderla  y mantener la cohesión de las clases emergentes. Sin intelectuales no hay socialismo.

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 Así como con frecuencia critica, debe el intelectual aceptar críticas, siempre que sean formuladas en sus mismos términos: razonamientos claros, hechos concisos, pruebas decisivas. ¿Qué responder a quienes menosprecian la tarea del pensamiento? De una vez y para siempre  contestó de manera lapidaria al místico Weitling el joven Carlos Marx: “La ignorancia no ha servido jamás a nadie para nada”.

Alto Perú y el inició de la guerra civil que culminará con la independencia

Por: Olmedo Beluche.

El 25 de mayo de 1809, en la ciudad de Chuquisaca (La Plata), ubicada en lo que hoy es el Estado Plurinacional de Bolivia, se produjo una sublevación para deponer a las autoridades tradicionales e imponer una Junta Gubernativa compuesta por criollos. Este acto marcó el inicio de las guerras de independencia en Sudamérica que se prolongarían hasta el año 1825, en Alto Perú.

La interpretación simplista habitual reduce el acontecimiento al primer grito independentista de Hispanoamérica del sistema colonial español. Sin embargo, analizados los hechos se aprecia su complejidad, pues originalmente no era ese el objeto del conflicto político, sino la interpretación de que las autoridades coloniales locales conspiraban junto con las del virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, para entregar el territorio del Alto Perú a la infanta Carlota Joaquina de Borbón, esposa del rey portugués, cuyo gobierno se había trasladado a Brasil.

El levantamiento fue duramente reprimido a dos manos, entre las autoridades coloniales limeñas y bonaerenses. Pero la llama ya estaba encendida. Chuquisaca precedió en un año a la llamada Revolución de Mayo en Buenos Aires.

En los años posteriores todo el territorio del Alto Perú se convertiría en el escenario de la guerra entre los monárquicos absolutistas del Virreinato del Perú contra los autonomistas (luego independentistas) porteños del Virreinato del Río de La Plata.

La importancia de la ciudad de Chuquisaca venía de antes, pues era el centro académico y cultural en que se formaron quienes serían los actores centrales del proceso independentista.

Chuquisaca, la fragua de la ilustración hispanoamericana

La capital de la audiencia de Charcas, la ciudad de Chuquisaca o La Plata, hoy llamada Sucre, fue un centro cultural e intelectual de primer orden durante los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, gracias a la Universidad Mayor y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca. Una de las más antiguas del continente americano junto con la Universidad Mayor de San Marcos de Lima.

Dirigida por la orden de los jesuitas desde 1624, cuando se fundó, aunque incluía en su formación teología y filosofía, destacaron sus cursos de derecho, en que se formaron los llamados «doctores de Charcas», abogados forjados en sus aulas que tuvieron un papel protagónico en el proceso de independencia de Sudamérica. Figuras como Pedro Domingo Murillo, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo estudiaron en sus claustros.

La Universidad de Chuquisaca fue el centro académico por excelencia, pero también ocupó un lugar relevante la llamada Academia Carolina, la cual surgió luego de la expulsión de los jesuitas que regentaban la universidad (1767). La Academia Carolina ubicada en la misma ciudad, fue fundada en 1776, y se especializó en la formación de abogados.

En la Academia Carolina también se formaron figuras relevantes de la independencia como Mariano Moreno, Jaime Zudáñez, «así como también el 35% de los miembros de la junta insurreccional de La Paz en 1809, tres miembros de la junta de Buenos Aires en 1810 y 15 de los 31 diputados que, en 1816, proclamaron la independencia argentina» (Thibaut, 1997).

De esta pléyade de letrados formados en la capital de la audiencia de Charcas surgiría en el momento crítico la llamada doctrina de la «retroversión de la soberanía», que consistía en sostener que, ante la ausencia del rey (Fernando VII), ninguna autoridad podía reemplazarle aduciendo que automáticamente la legitimidad del poder le correspondía por su jerarquía, sino que la soberanía volvía al pueblo que es quien debía elegir o designar un nuevo gobierno o gobernante. Era esta decisión popular la que otorgaba verdadera legitimidad pues emanaba del pueblo a la manera como la describe J. J. Rousseau en el Contrato Social.

Soberanía popular o de la nación que no implicaba elecciones generales, ni asambleas populares, ni ningún tipo de participación de las masas explotadas. Esa soberanía popular estaba representada por los patricios de las ciudades, propietarios, hacendados y comerciantes, o abogados y militares.

Este argumento jurídico empleado por J. J. Castelli y J. J. Paso, la «retroversión de la soberanía», sirvió en Buenos Aires para desconocer la autoridad del virrey Cisneros en 1810. También se apeló a este principio, en Chuquisaca y La Paz (1809) para desconocer a las autoridades virreinales cuando se supo de los acontecimientos en España, la desaparición de la monarquía y se temió la idea de imponer a la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey Fernando VII de España, esposa y princesa consorte del príncipe regente Juan de Portugal como reina regente del virreinato del Río de La Plata.

Tomás Pérez Vejo señala que, ante la ausencia del rey, por las Abdicaciones de Bayona, el debate a ambos lados del océano consistió en responder la pregunta «quién tenía el derecho a ejercer el poder en ausencia del rey» (Pérez Vejo, 2019, pág. 100). La respuesta fue disímil: para algunos era la «nación» española representada por las Cortes; para otros, especialmente en América, eran los cabildos, municipios o ciudades los que debían ejercer esa soberanía para dotarse de un gobierno legítimo constituido como «Juntas».

Todas las Juntas que se crearon en Hispanoamérica a lo largo de 1810, lo hicieron apelando a este principio, reforzado con el juramento de lealtad a Fernando VII, como quien dice, nos autoorganizamos hasta que retorne el rey y la «normalidad». El rechazo a esta actuación por parte de los sectores absolutistas es lo que va a iniciar las guerras civiles entre 1810 y 1811. No lo es la declaratoria de independencia todavía.

Hay que tener presente que, cuando estos sectores ilustrados del movimiento, reformista al principio, revolucionario después, hablaban de soberanía popular no pretendían la convocatoria a asamblea de ciudadanos al estilo ateniense.

Si bien en momentos claves se convocó al pueblo de las ciudades, sus «clases bajas», generalmente a las plazas frente a los cabildos que debían decidir, nunca se pretendió que el poder emigrara del control de los «patricios» de la ciudad, ni una «democracia» en el sentido actual del concepto.

Chuquisaca 1809, ¿Primer grito de independencia o no?

La historia oficial suele presentar los acontecimientos del 25 de mayo de 1809 en la ciudad de Chuquisaca como el primer acto de la independencia hispanoamericana. Quienes así piensan cometen anacronismo, un error que no les permite interpretar cabalmente aquellos acontecimientos porque sus ojos están obnubilados por un enfoque maniqueo de la independencia.

La explicación simple y de fondo de los hechos del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca tienen que ver con la confrontación entre dos partidos políticos que se habían formado de hecho: los juntistas y los carlotistas, en el sentido explicado anteriormente.

A una ciudad en la que ya afloraban por diversas razones contradicciones políticas y sociales, por un lado, entre el presidente de la Audiencia Ramón García de León Pizarro y el Cabildo, compuesto por comerciantes y propietarios españoles en su mayoría, junto a algunos criollos; por otro, entre el arzobispo Benito Moxó y el clero local, llegó José Manuel Goyeneche aristócrata arequipeño arribista y oportunista como ninguno.

Goyeneche había sido militar criollo en España. Luego de la invasión francesa coqueteó con Murat para lo enviara a América a promover entre los criollos la adhesión a los ocupantes; luego, antes de embarcar, conoció de la formación de la Junta de Sevilla, a la que acudió y también prometió representar de este lado del Atlántico; finalmente, antes de llegar a Buenos Aires hizo escala en Río de Janeiro, donde deliberó con Carlota de Borbón y también prometió representar sus intereses en la región, incluyendo Lima, hacia donde se dirigía.

Goyeneche llegaría hasta Lima, olvidando los encargos de Murat y Carlota, donde convenció al virrey Abascal de nombrarle gobernador en Cusco, y luego jefe de las operaciones militares en Alto Perú contra los sectores juntistas e independentistas.

A su paso por Buenos Aires ganó las simpatías del virrey Liniers, aunque no está claro en favor de cuál de todas las causas que defendía. Pero al llegar a Chuquisaca cometió el error de promover la causa «carlotista» en una región que llevaba décadas temiendo y combatiendo a los «bandeirantes» brasileños que intentaban sumar su territorio a ese reino. De manera que, aunque Goyeneche fue protegido del gobernador García de León Pizarro, las cartas de Carlota que portaba fueron rechazadas por toda la sociedad chuquisaqueña.

García de León Pizarro sometió el mensaje de Carlota al Claustro de la Universidad Chuquisaca, encabezados por Manuel de Zudáñez, cuya respuesta fue formal y dura, considerándola una traición al rey Fernando VII. Téngase presente que la historia ha colocado a el Claustro, la Universidad de Chuquisaca, la Academia Carolina y a los «doctores de Charcas» como la vanguardia ilustrada de los siglos XVIII y XIX. La que sigue es parte de su opinión formal en ese momento, principios de 1809:

«Que la inicua retención de la sagrada persona de nuestro Augusto Fernando Séptimo en Francia, no impide el que sus vasallos de ambos hemisferios, reconozcan inflexiblemente a su soberana autoridad, adoren su persona, cumplan con la observancia de las leyes, obedezcan a las autoridades, tribunales y jefes respectivos que los gobiernan en paz y quietud, y sobre todo a la junta Central establecida últimamente que manda a nombre de Fernando Séptimo, sin que la América necesite que una potencia extranjera quiera tomar las riendas del Gobierno como la Señora Princesa Doña Carlota Joaquina, a pretexto de considerarse «suficientemente autorizada y obligada a ejercer las veces de su Augusto Padre Don Carlos Cuarto (que ya dejó de ser Rey) y Real Familia de España existentes en Europa», expresiones de su manifiesto» (Revolución de Chuquisaca, octubre 2019).

Queda claro que los doctores de Charcas, pese a sus lecturas ilustradas, a ese momento de 1809 ni pretendían la independencia, ni romper con la monarquía presidida por Fernando VII. La contradicción política que produjo este pronunciamiento fue de dos tipos: una, con el arzobispo Moxó que hizo una oposición leve aduciendo que Carlota sí tendría derecho al trono porque había sido derogada la Ley Sálica que impedía a mujeres coronarse; dos, con el virrey Liniers, que mandó a destruir el documento.

Justamente este último hecho precipitó los acontecimientos cuando Zudáñez, el 20 de mayo de 1809, se enteró que el presidente de la Audiencia García de León Pizarro había destruido las actas que contenían las opiniones del Claustro sobre las pretensiones de Carlota. Es de suponerse que se temió la inminencia de la entrega a Carolina, y por su intermedio a Brasil, de la audiencia de Charcas y de todo el virreinato por parte de las autoridades. Surgieron rumores de que los oidores y el Cabildo pretendían la destitución de García de León Pizarro y, por el contrario, que este planeaba el arresto de todo el Cabildo.

El 24 de mayo se reunieron los oidores para destituirle y en la tarde del 25 éste ordenó la detención de ellos, logrando solo arrestar a Zudáñez porque los demás se escondieron.

Al saberse la detención de Zudáñez mucha gente de todos los sectores sociales de la ciudad, especialmente estudiantes y profesores de la universidad, se lanzaron a la calle gritando la consigna que sería común en todos los movimientos de este período hasta 1811: «¡Abajo el mal gobierno, viva el rey Fernando VII!»

La multitud airada liberó a Zudáñez y atacó los edificios públicos y logró someter a los militares que defendían al presidente. Formalizando los oidores, la noche del 25 de mayo, la destitución del presidente de la Audiencia, acusado de «traición a la patria».

«Traición a la patria». ¿Cuál patria?

¿Cuál patria? El historiador boliviano Rolando Costa Arduz ha reunido testimonios de tres testigos de la época que aseguran que la motivación del pueblo de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 no era la independencia de España. Rolando Costa empieza por establecer que la mayoría absoluta de los oidores que confrontaron al presidente García de León Pizarro eran de nacimiento españoles por ende no tendría lógica plantear la independencia (Costa Arduz, 2017).

Rolando Costa cita al doctor Manuel María (Del Barco) Urcullu, primer presidente de la Corte Superior de Justicia de Bolivia, quien afirma: «Que ninguno de estos actos tuvo por objeto la independencia»; cita a Juan Muñoz Cabrera, que dice: «el movimiento de Chuquisaca no tuvo por objeto inmediato la independencia, sino que por el contrario fue inspirado por una sincera adhesión a la causa del rey Fernando»; y finalmente a Manuel Sánchez de Velasco en el mismo sentido.

Rolando Costa establece la relación entre los dirigentes del movimiento de Chuquisaca y el presidente de la Junta de Montevideo, y enemigo de los carlotistas y de Liniers, Francisco Javier Elío suscrita por Álvarez de Arenales, uno de los dirigentes del 25 de mayo, donde dice: «…sin equívoco se expresó el patriotismo y fidelidad al soberano don Fernando Séptimo a quien Dios guíe, habiéndose manifestado fidelidad a nuestro amado soberano y aversión decidida a toda dominación extranjera». «La dominación extranjera» a la que se refiere no era España, sino Portugal a través de Carlota de Borbón.

La segunda carta que presenta como evidencia el historiador Rolando Costa Arduz es del propio Zudáñez, dirigida también a Elío, donde se expresa de la siguiente manera: «La Plata perseguida, calumniada y amenazada con su última ruina por la constancia y entereza de su inviolable adhesión a su caro y carísimo amo Fernando Séptimo» (Costa Arduz, 2017).

Si aún faltara más argumentación que sustente la realidad sobre aquel acontecimiento en el mismo sentido apuntan diversos testimonios recogidos por el historiador Gabriel René-Moreno en su artículo «Informaciones verbales sobre los sucesos de 1809 en Chuquisaca» (René-Moreno, 2009).

Revolución en La Paz y la Junta Tuitiva

Los «juntistas» que dirigieron los hechos en la ciudad de Chuquisaca o La Plata tuvieron la inteligencia de enviar emisarios («heraldos de la libertad», les ha llamado la historia posterior) a todos los confines del Alto Perú, no solo para dar a conocer lo sucedido, sino para promover la destitución de las autoridades, que consideraban traidoras, y reemplazarlas por «Juntas» de ciudadanos.

Los acontecimientos en la ciudad de La Paz del 16 de julio de 1809 constituyen un desarrollo de lo acontecido en mayo en Chuquisaca. Sin embargo, la historia oficial de Bolivia presenta el hecho también como una declaratoria de independencia de España que habría sido promovida por un partido secreto que llaman «independentistas», en el que aparecerían Bernardo de Monteagudo y el propio Manuel Zudáñez, del que ya hemos hablado. Considerando lo dicho por Zudáñez a Elío en la carta que acabamos de citar, aparece aquí una gran contradicción que conviene aclarar.

El argumento central de esta versión es el documento que se ha llamado «Proclama de la ciudad de La Plata a los valerosos habitantes de la ciudad de La Paz», se señala a Mariano Michel como portador de esta proclama, y se obvia lo señalado por el historiador Ramón Muñoz, en el sentido de que: «Dr. Mariano Michel, mandado por la Audiencia de Chuquisaca, con una real provisión para prender a varios que se habían escapado en la noche del 26 de mayo» (Muñoz Cabrera, 1867).

Para completar la versión independentista se cita la proclama supuestamente llevada por Michel:

«Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno de nuestra Patria. Hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y la tiranía de un usurpador injusto que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como esclavos; hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español…


Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo de tan funesto a nuestra felicidad, como favorable al orgullo nacional del español; ya es tiempo de organizar un nuevo sistema de gobierno fundado en los intereses de nuestra Patria, altamente deprimida por la política de Madrid; ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía.


Valerosos habitantes de La Paz y de todo el imperio del Perú relevad vuestros proyectos por la ejecución; aprovechaos de las circunstancias en que estamos; no miréis con desdén la felicidad de nuestro suelo; no perdáis jamás de vista la unión que debe reinar en todos para ser en adelante felices como desgraciados hasta el presente» (Dubrovic Luksic, 2008).

Pero el historiador boliviano José Luis Roca García ha establecido que existen 5 versiones de esta proclama y prueba como ha sido manipulada para presentarla como independentista en un momento en que ese objetivo no era la motivación central de dichos actos. En lo que él llama la versión número 1, la verdadera y que ubica en el año 1809 hay algunos párrafos que fueron borrados posteriormente y una alteración notable de otros:

«Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria. Hemos visto con indiferencia por más de tres siglos inmolada nuestra libertad primitiva a la tiranía de unos jefes déspotas y arbitrarios, que abusando de la alta investidura que les dio la clemencia del soberano, nos han reputado por salvajes y mirado como esclavos.

Hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuía por los mismos, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y su ruina.

Ya es tiempo pues de elevar hasta los pies del trono del mejor de los monarcas, el desgraciado Fernando VII, nuestros clamores, y poner a la vista del mundo entero, los desgraciados procedimientos de unas autoridades libertinas.

Ya es tiempo de organizar un nuevo sistema de gobierno fundado en los intereses del rey, de la patria y de la religión, altamente deprimidos por la bastarda política de Madrid.

Ya es tiempo en fin, de levantar los estandartes de nuestra acendrada fidelidad. Valerosos habitantes de La Paz y de todo el imperio del Perú: relevad nuestros proyectos por la ejecución, y aprovechaos de las circunstancias en las que estamos.

No miréis con desdén los derechos del rey y la felicidad de nuestro suelo. No perdáis jamás de vista la unión que debe reinar en todos para acreditar nuestro inmarcesible vasallaje, y ser en adelante tan felices como desgraciados hasta el presente» (Roca García, 1998).

El historiador José Luis Roca señala que esta versión fue reconocida como de su autoría por el cura Medina en los juicios posteriores contra sublevados, pues evidentemente no contenía un carácter subversivo. Roca establece que cuando critica a los «jefes déspotas y arbitrarios» no se está dirigiendo contra la monarquía, sino contra las autoridades locales. Por el contrario, es reiterativa la proclama en cuanto a su reconocimiento de Fernando VII como rey legítimo, lo cual era la tónica en ese momento, como ya hemos establecido. Y que cuando dice «la bastarda política de Madrid» se está refiriendo evidentemente al gobierno de José Bonaparte, no a Fernando.

Después de un análisis detallado de las versiones de las proclamas, y de otros documentos como el Plan de Gobierno y del «Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII», que se atribuye a Bernardo de Monteagudo, concluye José Luis Roca García:

«Conviene tener en cuenta que el leitmotiv tanto del Plan de Gobierno como de la apología y de la proclama (la primera versión), antes de que ésta sufriera las distorsiones regionalistas y patrioteras de la época republicana, es la libertad, como condición básica de la dignidad humana, pero no la independencia o separatismo que pertenecen más bien al área de las decisiones políticas. Las críticas al absolutismo contenidas en estos documentos no es distinta a la que formulaban en España las corrientes ilustradas y liberales que pronto iban a producir una transformación en la monarquía» (Roca García, 1998, pág. 117).

Nos quedamos con esas reflexiones sobre la verdadera razón de ser de los acontecimientos en La Plata y en La Paz de 1809, expresadas por el insigne historiador Roca García, pues hemos establecido que no nos detendríamos en los detalles históricos, que pueden ser leídos en muchísimos documentos disponibles, sino en establecer el sentido general de los hechos para comprenderlos de manera correcta y zafar de la manipulación patriotera que se les ha sometido.

El nombre que se dio a sí mismo el movimiento en La Paz no deja lugar a dudas sobre sus objetivos: Junta Tuitiva de los Derechos del Rey y del Pueblo.

Empieza la guerra civil y va a durar 16 años

La interpretación de los hechos de Chuquisaca y La Paz del año 1809, de acuerdo a los documentos citados, prueba que el movimiento que depuso a las autoridades no era independentista de España, pero sí un reclamo de las poblaciones y los patricios locales por sus derechos y opiniones que consideraban que nunca eran tomados en cuenta por las autoridades tradicionales impuestas por los virreyes.

Puede que hubiera entre los alumnos y egresados de la universidad algunas personas más radicales, dispuestas a avanzar hacia la independencia y la república, pero ni eran las que dirigieron el movimiento, ni sus ideas aún estaban maduras para calar en la mente de los actores sociales en 1809.

Es claro que el detonante de los hechos fue el temor, infundado o no, de que se cediera el territorio y sus intereses a la monarquía portuguesa y brasileña. Es decir, fue un movimiento juntista y anticarlotista. Movimiento que creía, equivocadamente o no, que el virrey Liniers, y su agente local García de León Pizarro, eran carlotistas y sospechosos de traicionar, no solo a Fernando VII, sino a ellos: hacendados, comerciantes locales, funcionarios de segundo nivel, docentes, estudiantes, etc.

Si bien la vida de Chuquisaca giraba en torno a la universidad, medrando algo de la riqueza de la cercana Potosí, La Paz era una ciudad de pequeños y medianos comerciantes que aprovechaban la circunstancia de estar a medio camino de las dos capitales imperiales, Lima y Buenos Aires.

¿Era extensivo esa repulsa a los comerciantes de Buenos Aires, encabezado por Manuel Belgrano, quiénes en verdad, más que Liniers, acariciaron con entusiasmo el proyecto carlotista? ¿Había de fondo un choque de intereses entre los locales y los comerciantes que dominaban Buenos Aires? ¿O solo era un conflicto dirigido contra las autoridades virreinales?

El hecho es que la respuesta al movimiento en Chuquisaca y La Paz fue dura y sangrienta, y en ello unieron esfuerzos tanto el virrey Abascal desde Lima, como Liniers desde Buenos Aires, y posteriormente su reemplazo, el virrey Cisneros.

El actor inmediato para luchar por restaurar el orden depuesto fue el gobernador de Potosí, Francisco de Paula Sanz, el cual pidió ayuda tanto a Abascal como a Liniers y Cisneros. En septiembre Abascal, ordenó a Goyeneche, que había sido nombrado como gobernador en Cuzco, avanzar y reprimir el movimiento, empezando por La Paz. Desde el sur, el virrey Cisneros nombró como presidente de la audiencia de Charcas a Vicente Nieto, al cual envió con mil soldados, desconociendo lo actuado por el pueblo allí.

Después de diversos choques entre septiembre y octubre, el 25 de este último mes, Goyeneche con 5000 soldados ataca a las huestes de Pedro Murillo jefe máximo del movimiento que defienden La Paz, que apenas tenía unos 1000 hombres en armas, derrotándolo. Se dice que antes del ataque Goyeneche pide la rendición y que los defensores se defienden alegando que sabían del entendimiento entre las autoridades de Buenos Aires y Carlota, además de que en el Mato Grosso se estaban acumulando tropas para la invasión (Revolución de Chuquisaca, octubre 2019).

Aparte de los muertos en las refriegas, centenas son arrestados, al menos diez son ahorcados, otros decapitados, otros condenados a penas de cárcel en lugares lejanos como Las Malvinas, Filipinas o Cartagena y sus bienes confiscados. Incluso algunos oficiales y soldados fueron condenados a trabajar en las minas por Sanz. La ciudad de Chuquisaca prefirió entregarse sin pelear y reconoció la autoridad de Vicente Nieto, pero esto no le valió mayor clemencia para sus dirigentes.

El 29 de enero de 1810 es ejecutado Pedro Murillo junto a otros camaradas. Se dice que antes de morir gritó: «Compatriotas, yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!».

Bibliografía

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Muñoz Cabrera, J. R. (1867). La guerra de los 15 años en Alto Perú. Santiago: Imprenta los Independientes. Obtenido de Revolución de Chuquisaca: https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca

Pérez Vejo, T. (2019). Nuevos enfoques teóricos en torno a las guerras de independencia. En E. Ayala Mora (Ed.), Decolonias a estados nacionales. Independencias y descolonizaciónen América y el mundo en los siglos XIX y XX. Buenos Aires, Argentina: Universidad Andina Simón Bolívar. Sede Quito.

René-Moreno, G. (2009). Informaciones verbales sobre los sucesos de 1809 en Chuquisaca. Ciencia y Cultura (22-23), 163-188. Obtenido de http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232009000200009&lng=es&nrm=iso

Revolución de Chuquisaca. (octubre 2019). Wikipediahttps://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca. Obtenido de https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca

Roca García, J. L. (1998). 1809, la revolucion en la Audienci de Charcas, en Chuquisaca y La Paz. La Paz: Plural. Obtenido de https://books.google.com.pa/books?id=cYsD-qqfI-IC&pg=PA100&lpg=PA100&dq=Proclama+de+la+ciudad+de+La+Plata+a+los+valerosos+habitantes+de+La+Paz&source=bl&ots=33rFgCWHhB&sig=ACfU3U3GE7Pu2bGbke5NNnFwKGm54dqaOQ&hl=es-419&sa=X&ved=2ahUKEwjk2f-XlL7oAhWKc98KHcyU

Thibaut, C. y. (1997). La Academia Carolina de Charcas: una «escuela de dirigentes» para la independencia. En R. y. Barragán, El siglo XIX: Bolivia y América Latina (págs. 39-60). Lima: Institut français d’études andines. Obtenido de https://books.openedition.org/ifea/7395?lang=es

Fuente: Portal Alba / www.portalalba.org