Palestina. Luis Britto García.

Complejo tema el de las relaciones consigo misma de una Humanidad única que se siente escindida por infinidad de divisorias económicas, políticas, sociales, culturales, estratégicas, algunas fácticas, otras imaginarias, siempre relevantes.

Comencemos por la agenda del antisemitismo, tema esgrimido como arma retórica de destrucción masiva con la cual se pretende a veces tener razón sin suministrar argumentos. Según la Biblia, era Sem uno de los hijos de Noé, reprobado por haberse burlado de la embriaguez de su padre. De él descenderían los pueblos que hablan lenguas semíticas vinculadas con el hebreo, tales como el arameo, el asiri, el babilonio, el sirio, el fenicio y el cananeo, el cual incluye a  las lenguas del Cercano Oriente, entre ellas el árabe. Por extensión, se acostumbra a discriminar como semitas a los pueblos del Islam.

Por tanto, tan antisemita es quien discrimina o persigue judíos, como el que persigue, discrimina o extermina musulmanes y árabes.

Las razas no existen, decía ya José Martí. Ninguna peculiaridad genética nos vincula con un credo religioso o político. Nuestras opiniones y creencias son inculcadas socialmente o desarrolladas de manera interna a partir de experiencias y razonamientos.

El  poder, la riqueza y la  religión heredadas  destruyen la igualdad e imposibilitan  la convivencia.  El historiador hebreo Schlomo Sand, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Tel Aviv, parece haber demostrado que la mayoría de quienes actualmente profesan el judaísmo  no descienden genéticamente de los antiguos pobladores de Judea, sino que fueron convertidos a dicha religión mediante intenso proselitismo en Europa, África y Asia, y entre otras muchas regiones en España, Holanda, La Meca, la Península Arábiga y Yemen.

Los hebreos son una Nación, en cuanto grupo humano que comparte un conjunto de valores culturales y aspira a que éstos perduren, al igual que son naciones todos los pueblos de la tierra.

Toda Nación tiene el derecho de aspirar a constituirse en Estado, pero todo Estado tiene asimismo el derecho de resistirse a ser destruido al extremo de que sus habitantes queden reducidos a nación.

Israel sólo  tuvo un Estado propio entre el reino de David y la conquista asiria, los años 1000  y 722 antes de Cristo, vale decir, hace unos 3.000 años.

 Por el tratado secreto Sykes-Picot, Francia, Rusia e Inglaterra se comprometieron en 1917 a repartirse los territorios del Oriente Próximo que habían estado bajo  dominio de Turquía. El mismo año,  la Declaración Balfour afirmó que ”El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo”. La ocupación británica se prolongó hasta 1947, cuando fue sustituida por la ocupación de la ONU, que planteó crear dos Estados, uno árabe y otro judío.

Para ninguno de estos tratados, declaraciones ni planes donaron las potencias que los redactaron ni un centímetro de territorio propio: acordaron sacrificarles el territorio de Palestina, sin consultar tampoco a los palestinos, legítimos habitantes y poseedores continuos, ininterrumpidos e inmemoriales del mismo.

El disparate de retrotraer Palestina –pero no a las potencias ocupantes- a una mítica situación geopolítica de hace tres milenios, sólo podía imponerse por la fuerza. En 1948 los armados colonos israelíes agredieron Palestina, usurparon 78% del territorio, expulsaron 780.000 lugareños, les robaron sus bienes, y tras sucesivas victorias militares la convirtieron en el campo de concentración más grande del mundo, limitado por laberintos de infranqueables murallas y regido por el apartheid, un estatuto de discriminación repetidamente condenado por las organizaciones internacionales.

Visité las  fronteras llenas de ametralladas edificaciones y los campos de refugiados del éxodo palestino en Líbano, zonas de agobiante hacinamiento, con callejuelas de un metro de ancho y pobladores a quienes se prohíbe ejercer unas ochenta profesiones en el país que los acoge. De una docena de millones de palestinos, más de la mitad ha sido forzada a vivir fuera de su patria.

Quienes se proclaman instrumentos de Dios usualmente usan a Dios como instrumento. Lo que se debate en Palestina no es la primacía entre  dos religiones que adoran al mismo Dios con rituales diferentes, sino la agresión armada  del colonialismo contra pueblos que se niegan a ser colonizados y recolonizados.

Kennedy planteó una “relación especial” con Israel. Desde el gobierno de Lyndon Johnson, dicho país es continua e infatigablemente apoyado, asistido, financiado y armado por Estados Unidos y la OTAN a fin de mantener una cuña militar que  facilite la rapiña sobre la energía fósil del Oriente Próximo. El secretario de Estado de Ronald Reagan, Alexander Haig, declaró que “Israel es el mayor portaaviones estadounidense, es insumergible, no lleva soldados estadounidenses y está ubicado en una región crítica para la seguridad nacional de Estados Unidos”.

Declaró Biden que su apoyo a Israel es “sólido como una roca e inquebrantable”. Gracias a ello, el sionismo detenta unos 400 artefactos nucleares. Aviones, bombas y cohetes de la gran potencia norteña arrasan la bloqueada Gaza a pesar de que las leyes yankis vetan utilizarlos contra civiles; dos portaaviones suyos cercan la costa, unos dos mil soldados han sido destacados a la región.

Desmantelado por las guerras, o considerado apenas  “protoestado”, el Estado de Palestina fue reconocido como tal por la mayoría de los países de la  ONU en 2012, y desde entonces numerosos miembros se han sumado al reconocimiento.

Advierte el lugar común que la primera víctima de un conflicto es la verdad. Ya contra Gaza acumulan infundios las agencias noticiosas; creerlas es cerrar filas con los agresores.

No hay guerra sin atrocidades porque no hay mayor atrocidad que la guerra. Podemos entender aunque no excusar las extralimitaciones de la víctima, pero no legitimar las del verdugo.

Mueve a solidaridad hacia un pueblo el cúmulo de atrocidades cometidas en su contra. Nadie más merecedor de ella que el palestino, víctima de casi todos los crímenes y autor apenas del delito de defenderse.

Texto: Luis Britto García

Cien años de la URSS. Luis Britto García

Y allá, en la esteparia lontananza. La Unión Soviética alza su puño de esperanza ¡Camarada, salud!

Aquiles Nazoa

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Hace ya treinta años, Aníbal Nazoa escribía: “Pronto el mundo comprenderá la inmensa tragedia que significa la disolución de la Unión Soviética”.  Toda la leña que  imperios y  agencias noticiosas han hecho del árbol caído no basta para que se lo olvide. Esa tragedia no concluye ni sus heridas se cierran. Intentemos un balance precario y quizá provisional.

2

El 7 de noviembre de 1917 el partido bolchevique, que apenas contaría con más de 15.000 miembros,  proclama el primer Estado socialista  en el más extenso de los países del mundo: lo que quedaba del retrógrado, oligárquico y desarticulado imperio zarista, tiranizado desde 1613 por la dinastía Romanov. Para demostrar que las revoluciones no son posibles, los países reaccionarios hacen lo imposible. Declarar una Revolución es enfrentar una contrarrevolución interna y una guerra externa acompañada de bloqueo. Así sucedió históricamente incluso contra las revoluciones burguesas de Inglaterra y de Francia. Así ocurrió también con la Revolución Soviética. Desde el primer día de la toma del poder catorce potencias imperiales le declararon la guerra. Estados Unidos la invadió por Alaska,  para sufrir un colosal fiasco. El desbaratado ejército zarista no podía continuar la contienda, y los bolcheviques habían prometido la paz. Para concertarla  con las Potencias Centrales de Alemania, el Imperio Otomano,   el austrohúngaro y Bulgaria, el poder soviético  debió cederles el 3 de marzo de 1918  en el Tratado de Bretz Litovsk los territorios de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia y aceptar las independencias de Finlandia, Georgia y Ucrania,  pérdidas que recuperó meses después con la rendición de Alemania. El Ejército Blanco zarista, los terratenientes ricos y la reacción burguesa detonan la guerra civil. Parece que al naciente poder le quedan pocas semanas de vida.

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Sin embargo, el 30 de diciembre de 1922 representantes de Rusia, Bielorrusia, Transcaucasia y Ucrania proclaman  la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, de acuerdo con el plan de Lenin de crear un estado federativo integrado por repúblicas soberanas e independientes, opuesto al proyecto de Stalin, más centralista.  La naciente Unión  era un Estado Federal en toda la acepción de la palabra. Cada una de las Repúblicas que la integraban tenía su propia constitución, nacionalidad y cultura, y muchas de ellas su religión y lengua propias, así como el derecho constitucional a practicarlas y preservarlas. Su elemento integrador era el plan de tomar el cielo por asalto con las terrenales escaleras del partido de cuadros, la propiedad social de los medios de producción, la planificación socialista, la electrificación y los Soviets o Consejos Obreros.

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El país atrasado y derruido que nace de los escombros de la Primera Guerra Mundial y debe sufrir el mayor peso de las devastaciones de la Segunda adopta como prioridad el desarrollo económico autónomo, sin el cual devendría  colonia o semicolonia de imperios. No parece factible la tesis de Trotsky de impulsar una Revolución Permanente que se propague como reguero de pólvora por el mundo entero. En 1919 había estallado en Hungria otra Revolución Comunista, que fue rápidamente aplastada. Predomina la propuesta  estalinista  de concentrarse en el Socialismo en un solo País. El Ejército Rojo comandado por Trotsky derrota la contrarrevolución interna; el proletariado dirigido por el Partido Comunista cumple la colectivización del campo y la electrificación de la industria.  La tasa media de crecimiento industrial del zarismo había sido de 3,2% anual entre 1800 y 1810; para 1918 el acosado  poder soviético ya la ha elevado a 6,9%; para 1930 la economía planificada la ha fortalecido hasta 16,5%; a partir de 1941 la destrucción provocada por la agresión nazifascista y sus secuelas la desploman hasta 11,3% en 1954; desde 1959 se estabiliza durante mucho tiempo en 9,15%, una de las más altas del mundo. (Marc Saporta, Soria, Georges (1969) Los dos colosos: USA-URSS.  Librería Editorial Argos, Barcelona. P.299) Estas tasas de desarrollo se mantienen estables, sin padecer las crisis económicas del capitalismo. A tres décadas apenas después de clausurar una autocracia medieval, la Unión Soviética es la segunda potencia del mundo.

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A pesar de soportar la principal carga destructiva de dos guerras mundiales, la propiedad social de los medios de producción y la planificación estatal no sólo desarrollan la economía: producen artefactos nucleares en 1948; lanzan el primer satélite artificial en 1957; en 1961 ponen en órbita el primer cosmonauta  colocan la primera sonda espacial en Venus, el año siguiente la primera en Marte, en 1966 la primera misión no tripulada  aluniza y transmite desde el satélite,  y luego orbitan las primeras bases espaciales tripuladas. La ciencia se vuelve pasión colectiva de la juventud soviética que plena las universidades gratuitas: se crea una ciudad para la investigación, Novosibirsk. La URSS toma la delantera entre las potencias científicas y tecnológicas.

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Lo que la planificación centralizada y el trabajo colectivo logran en la industria y en la agricultura colectivizada se traduce en derechos para los trabajadores.  La educación en todos sus niveles y la asistencia médica son gratuitas, en un mundo donde para aquél entonces estaban reservadas para las clases pudientes Se reconoce el derecho a vacaciones, primero de quince días y luego de un mes, lo que era apenas concebible en el mundo capitalista. La URSS garantiza el pleno  empleo, la seguridad social y la jubilación digna a los 55 años para las mujeres y a los 60 para los hombres en tiempos en que gracias a las crisis económicas en el capitalismo tales derechos resultaban utópicos (https://archivo.juventudes.org/nikolai-efimov/5-diferencias-entre-el-sistema-sovi%C3%A9tico-de-pensiones-y-el-sistema-capitalista). Se garantiza la igualdad de oportunidades y de remuneración  de las mujeres  con los varones;  el matrimonio puede disolverse a petición de cualquiera de las partes; se despenalizan la homosexualidad y el aborto;  desde 1917 se concede una licencia por maternidad que a la larga se extiende por tres años (https://sputniknews.lat › Noticias). Estos derechos no sólo son reconocidos sino además satisfechos en lo posible en un país duramente golpeado por la contrarrevolución zarista, las guerras mundiales y el interminable bloqueo y la carrera armamentista impuesta por la Guerra Fría. No se implantan el derroche ni el consumismo. La producción  cubre las necesidades fundamentales de una vida austera e igualitaria en un país repetidamente destruido y asediado. Esto no ocurre sin errores, retrocesos ni tropiezos, pero los resultados son ejemplares, y sirven de modelo para posteriores reivindicaciones en el mundo capitalista.

Texto Luis Britto García

UCV: La utopía arquitectónica. Luis Britto García

Casi inadvertida pasó la conmemoración de los trescientos años de la Universidad Central de Venezuela, fundada como  Católica y Pontificia Universidad de Caracas el 22 de diciembre de 1721. Sobre su historia mucho habría que comentar; nos limitamos a reflexionar sobre el mensaje arquitectónico implícito en su Ciudad Universitaria, inaugurada en 1954 como sede de una nefasta Conferencia Interamericana de la OEA, que legitimó la intervención de Estados Unidos contra Guatemala.

No nos engañemos pensando que el lenguaje abstracto adoptado en la Ciudad Universitaria no tiene mensaje. En ella podemos vislumbrar los signos de una utopía implícita, no exenta de contradicciones, pero que habla poderosamente mediante espacios,  volúmenes,  texturas y  colores.

     Los pilares de esta construcción utópica son los siguientes:

     1) Seclusión: Toda utopía participa de una separación del resto del mundo, de aislamiento: no en balde Utopía, de Moro, Nueva Atlántida de Francis Bacon; Oceana de Harrington y La isla de Huxley, entre otras, están situadas en islas. Para sede de la Ciudad Universitaria se eligió un espacio que en esa época estaba relativamente lejano del centro de la ciudad para establecer, al margen de la misma y fuera de toda perturbación causada por ella, un circuito de estructuras destinadas a la educación. Se alejaban así del casco central de Caracas  masas de estudiantes que habían irrumpido contra las dictaduras; pero también hay que reconocer que la solución no fue extrema: una de las alternativas planteaba edificar la Ciudad Universitaria en la para entonces remota localidad de El Valle. La decisión intermedia adoptada permitió durante varias décadas un cierto aislamiento suburbano. Es la disposición anticipada por algunos campus universitarios estadounidenses y británicos, pero también por los antiguos claustros medievales, y ensalzada en la novela El Juego de Abalorios de Herman Hesse: el espacio académico aparte del mundo; el sitio del conocer separado del  de vivir, a fin de que cada uno pueda llevar adelante sus dinámicas peculiares y supuestamente diferentes.

     2) Apertura externa: esta  seclusión opera más por la concentración de edificaciones en una zona que por su amurallamiento eficaz contra el exterior. Al igual que Caracas, la Ciudad Universitaria es defendida hacia el Oeste y el Norte por relieves del terreno, pero está abierta hacia el Este y el Sur, apenas separada de la ciudad por ligeras alambradas. Para asegurar un flujo continuo con la urbe, Carlos Raúl Villanueva la dotó de siete accesos para vehículos. Esta permeabilidad del campus habla implícitamente de la creencia en un orden -el de la cultura o el de la coerción- capaz de librar por sí mismo a la Universidad de intrusiones indeseables. Y sin embargo, para reforestar las colinas del Jardín Botánico se debió desalojar por la fuerza a sus ocupantes marginales, y mantener posteriormente una incesante vigilancia armada, mientras que los accesos de la Universidad fueron clausurados y reducidos a tres o convertidos en trincheras, talanqueras y laberintos de obstáculos por las autoridades bárbaras o ignorantes de la socialdemocracia.

     3) Apertura interna: siguiendo el principio anterior, la mayoría de las edificaciones son de fácil y casi libre acceso como si, aquí también, se presupusiera que un orden basado en la cultura o en la coerción bastaría para defenderlas. Una gran cantidad de aulas comunican con los jardines con paredes corredizas de cristal; importantes espacios, como los de la Biblioteca Central o la de Ingeniería o el Paraninfo están cerrados con frágiles vitrales; los escasos muros son eminentemente practicables por su baja altura y por estar hechos en su mayoría de celosías de bloques perforados. Según señala Edward T. Hall, las edificaciones frágiles, como las casas de papel y endebles tabiques de arcilla de los japoneses, presuponen una rígida conformación cultural que impide que los habitantes las destruyan. En la originaria accesibilidad de las edificaciones de la Ciudad Universitaria seguramente presuponía Villanueva la existencia o la próxima aparición de una restricción cultural equiparable.

     4) Estética pública: si las edificaciones de la Ciudad Universitaria parecieran ofrecerse a todo el que quisiera visitarlas, sus obras de arte se imponen incluso al transeúnte indiferente. Muy pocas están encerradas en espacios reservados: en su disposición parecería reinar una filosofía del arte para todos y  al alcance de todos, del ennoblecimiento del espacio público, tras la cual alienta una poderosa pulsión democrática. Según expresa su arquitecto, Carlos Raúl Villanueva:

«El ambiente natural de los animales salvajes es la selva. El ambiente natural de las obras artísticas son las plazas, los jardines, los edificios públicos, las fábricas, los aeropuertos: todos los lugares donde el hombre percibe al hombre como a un compañero, como a un asociado, como a una mano que ayuda, como a una esperanza, y no como la flor marchita del aislamiento y la indiferencia» (Villanueva, Carlos Raúl: EscritosColección Espacio y Forma, nro. 13. p.11).

     Y en efecto, esta especie de pedagogía implícita termina por lograr sus frutos en la estética de la ciudad y del mismo país. Pues, como indica Pedro Calzadilla:

“El abstraccionismo y el ensayo de síntesis artístico que desde la Ciudad Universitaria pronto se extendió a toda Caracas, crearon una nueva conciencia de la forma y el espacio; las nuevas técnicas hicieron el resto. La noción o cualidad de escultura como volumen cerrado y fijo perdió vigencia y los géneros, vistos antes como categorías separadas, llegaron a unificarse, limando diferencias y extremos para originar un tipo de arte integral e integrador. Fragmentada la forma, vaciada o perforada la masa del volumen para incluir el espacio rodeante; suprimido el pedestal que confería el prestigio de la escultura a la inercia; creado el movimiento en función de una dinámica que saca al espectador de su rol pasivo y hace del espacio elemento activo, separándolo de su papel de simple fondo; destruida la referencia inevitablemente antropomórfica de la imagen se vio nacer un arte cuya comprensión exigía también admitir que el progreso en arte no está desligado, de ninguna manera, de las transformaciones conceptuales y materiales que se operan con cada nueva era, y aún más, que ese progreso está en deuda no sólo con el espíritu, sino con la tecnología con que cada época ensaya  mejorar la  calidad de la vida!”. (Calzadilla; 1977, 67) CALZADILLA, JUAN y PEDRO BRICEÑO. (1977). Escultura/ Escultores: un libro sobre la escultura en Venezuela. Caracas. Maraven S.A.

Con Cuba. Por Luis Britto Garcia

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A raíz de la invasión yanqui  en 1898,  que cortó el proceso independentista, el 80%  de las tierras cultivadas de Cuba pasaron a propiedad de estadounidenses; quienes también se apoderaron de la electricidad, la telefónica y la mayoría de las empresas, entre ellas la banca. El 70% del comercio se desarrollaba con Estados Unidos.  Las mafias de Lucky Luciano y Meyer Lansky se repartieron los casinos y el turismo sexual; intentaron convertir a La Habana en modelo anticipado de lo que luego sería Las Vegas. No había posibilidad  de transformar el país mediante la política convencional: durante casi  tres décadas la Enmienda Platt confirió derechos de intervención armada a la potencia del Norte. Ésta apoyaba desembozadamente dictaduras como la de Machado o Fulgencio Batista. Para el cubano digno era como vivir en un país extranjero.

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Contra esta abyección política, económica y social se rebeló la Revolución Cubana para cambiar radicalmente no sólo el panorama interno, sino también el mundial, reavivando la esperanza revolucionaria adormecida desde el reparto del planeta entre las grandes potencias. También inspiró derroteros insurgentes para la política de América Latina y el Caribe. Al llamar la atención sobre el área, posibilitó el dispositivo editorial que se traduciría en el Boom, y alentó la oleada contracultural que sacudiría al mundo en la década de los sesenta. 

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En lo interno, Cuba revolucionaria acumuló espectaculares logros en medicina,  deporte, cine,  plástica y  literatura.  En medio de privaciones, austeridad y racionamientos, garantiza para todos Educación, Salud y Seguridad Social. Repetimos  indicadores disponibles para 2020. El analfabetismo en Cuba es cero, mientras que  su bloqueador Estados Unidos cuenta 16 millones de iletrados (BBC). La esperanza cubana de vida es de 79,6 años, mayor que la de 79,2 en Estados Unidos (PNUD). El índice de mortalidad infantil es de 4,0, menor que el de 5,6 en la potencia  norteña (Index Mundi). El último índice de Gini disponible de 0,22 revela a Cuba como uno de los países con menor desigualdad del mundo; el de 40,5 descubre a Estados Unidos como el segundo país más desigual del planeta (Cepal.org). El índice cubano de desnutrición infantil, certificado por la Unicef, es cero. En el estado de Florida, con el doble de habitantes que en Cuba, la pandemia ha causado  37.895 defunciones, mientras que la bloqueada y asediada Cuba ha controlado el morbo  por más de un año sin colapso de los sistemas de salud, y  con 11.333.483  habitantes ha presentado apenas 218. 396 contagios y sólo 1.431 muertes (0.65% de los casos confirmados). En Cuba casi dos generaciones han crecido sin saber lo  que es el analfabetismo, la muerte de mengua, la indigencia. Hazaña inaudita, no sólo en Nuestra América, sino en casi todo el Tercer Mundo.

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Para  valorar  tales logros  hay que considerar que han sido cumplidos contra la agresiva torpeza de la primera potencia imperialista del mundo. Ya en 1959 ésta le retira la cuota de compra de azúcar. Desde la invasión abierta por Playa Girón hasta la guerra bacteriológica, desde el terrorismo contra naves y aeronaves hasta el financiamiento de opositores y campañas mediáticas, desde el centenar largo de intentos de magnicidio hasta el bloqueo condenado 28 veces por la Asamblea General de la ONU y que ha causado perjuicios por 147.853 millones de dólares, no hay agresión infame que Estados Unidos no haya aplicado contra Cuba. A ellas Trump añadió el corte de remesas y otras 243 medidas coercitivas, y el terrorista Biden intenta que la isla sea declarada Estado promotor del terrorismo.

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A  ochenta millas de distancia, no  sólo las luces de Miami  se divisan desde La Habana: también llegan las señales de radio, televisión y redes sociales de los más poderosos aparatos comunicacionales del Imperio, con la imagen ficticia de un capitalismo de consumo ilimitado y fortunas instantáneas,  supuestamente exento de racismo, desempleo  y crisis económicas. A ese fraude comunicacional que pinta un Paraíso capitalista superponen otro que dibuja en Cuba un infierno socialista. La derecha ha ido usurpando paso a paso los métodos de lucha de la izquierda. Como muestra valgan el catálogo de tácticas de desestabilización compilado por Gene Sharp y su aplicación sistemática contra los progresismos: cortes viales, guerrillas, técnicas de agit-prop, motines, movimientos sociales de maletín.

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Explica el canciller cubano  Rodríguez Parrilla que las protestas del 11 de julio en varias ciudades fueron convocadas por intensas campañas de  redes sociales estadounidenses,  mediante robots que cada segundo quintuplicaban  mensajes bajo la consigna #SOS.CUBA, lanzada desde Nueva York por la firma Proactivo Miami Incorporation, que recibió del gobierno de Florida el 15 de junio certificación para recibir fondos a tal efecto. Por lo cual “es inocultable el vínculo entre los fondos y las operaciones del gobierno de Estados Unidos y de estos operadores”.

 

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Sin embargo, 62 años llevan los aparatos mediáticos imperiales llamando a destruir el socialismo sin más resultado que la esporádica protesta del “Maleconazo” en 1994, durante el Período Especial. Puede ser que factores sobrevinientes expliquen las manifestaciones del 11 de julio. Las medidas coercitivas y la pandemia han disminuido para 2020 el PIB en 11%, las importaciones en 30%, y en 70% el turismo, una de las principales fuentes de divisas para adquirir insumos técnicos.  Ello se ha traducido en desabastecimiento, incluso de equipos médicos. Por otra parte, en los últimos tiempos fueron adoptadas  medidas de liberalización de la economía que incluyeron circulación paralela de divisa extranjera y moneda nacional,  legalización de la gestión por empresas privadas de algunas ramas económicas y de la agricultura en terrenos de propiedad social, reducción del empleo público y consiguiente incremento del “Trabajo por Cuenta Propia”, aumentos de precios  inflacionarios. Siempre es difícil la coexistencia de medidas económicas correspondientes a sistemas antagónicos. A los compañeros cubanos toca determinar si algunas de estas medidas incidieron en la situación actual, y si ameritan correctivos.

Qué es y qué hace un intelectual. Por Luis Britto Garcia

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Intelectuales, inteligencia, intelócratas, intelligentzia,  incluso brillantina o pomada son términos en boga desde 1880, cuando un grupo de pensadores y artistas fija posición en Francia sobre el controvertido caso Dreyfus y tras pugnaz debate logra su  revisión. Si la terminología es novedosa, el tema  se remonta a las primeras sociedades humanas. Desde las tribus originarias con sus chamanes y piaches, Egipto con sus escribas, China con sus mandarines, Grecia con sus filósofos  y la Edad Media con sus monjes han existido seres humanos especializados en la concepción, preservación, difusión y aplicación de ideas. ¿Cuáles de ellos pueden ser apropiadamente designados como intelectuales, en el sentido moderno?

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Para el cuarto trimestre de 2018, el Instituto Nacional de Estadística informa que  de 32.985.763 venezolanos están económicamente activos 15.947.719, cerca de  la mitad. De ellos,  15,08% son profesionales, técnicos y afines; 3,6%  gerentes, administradores o directores¸ 7,1%  empleados de oficina y afines, y 17,8% vendedores y  dependientes. Un 44,3 % de la fuerza de trabajo, aproximadamente la cuarta parte de la población,  se desempeña en labores de recolección, procesamiento y difusión de información, en las cuales prepondera aproximativamente el uso del intelecto sobre el esfuerzo físico. Se los puede catalogar por ello como trabajadores intelectuales.

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Sin trabajador intelectual no hay civilización. Desde que el  sapiens empleó por primera vez un guijarro  como herramienta, los trabajadores intelectuales originan y preservan las más decisivas prácticas y trascendentes cambios  de la Historia. Actualmente, activan el llamado sector terciario de la economía (investigación, educación, información, turismo, entretenimiento, finanza, política) que genera cerca del 70% del PIB global. La fisonomía de un país se revela más que por cualquier otra cosa por la proporción de trabajadores intelectuales que aloja. Pero una mayoría de éstos sólo  aplica fórmulas y procedimientos elaborados por otros, sin añadirles ni omitirles componente  alguno. Para ser calificado de intelectual en el sentido moderno, el trabajador intelectual debe además ser creativo, proponer nuevas ideas o conocimientos o reelaborar significativamente los que existen.

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Mas no basta con desempeñarse creativamente en la generación, reelaboración o difusión de información para ser considerado intelectual en el sentido moderno. Tal designación se aplica históricamente  para aquellos que utilizan la prominencia obtenida en su campo específico para intervenir en el debate público. Newton, que  circunscribió sus estudios a las ciencias naturales, es un trabajador intelectual; Voltaire, Zola, Marx, Engels, que utilizan sus destrezas como escritores y pensadores para proponer creativamente cambios sociales y políticos, son intelectuales en el sentido moderno del término.

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Esta distinción no niega ni elude el concepto de intelectual orgánico desarrollado por Gramsci. Entre los trabajadores intelectuales la mayoría pueden ser considerados orgánicos en cuanto aplican sus destrezas específicas en instituciones de la clase a la cual pertenecen, bien para perpetuar su hegemonía o para instaurarla.  Si bien hay intelectuales que no muestran una adscripción institucional, el sentido de sus obras la suple. Pero sólo deberían ser considerados intelectuales, en el sentido contemporáneo del término, el   grupo de trabajadores intelectuales que ejerce una función creativa y además interviene  activamente en el debate público.  Noam Chosmky,  lingüista prominente  del personal académico de una institución universitaria, es asimismo persona pública, que al expresar sus opiniones puede influir e influye de hecho en el curso de los acontecimientos que comenta. 

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La influencia en el debate público se puede ejercer incluso fuera de la voluntad del trabajador intelectual. Nadie más alejado de la intención de participar en una polémica pública que Nicolás Copérnico, quien dispuso que sus trabajos sobre el sistema heliocéntrico permanecieran inéditos hasta después de su muerte. Pero la idea expresada en ellos era de tal  relevancia, modificó  tan decisivamente nuestra percepción del mundo, que todavía hoy hablamos de revoluciones “copernicanas”. De igual forma se negó Charles Darwin a participar en el enconado debate que suscitó la publicación de El Origen de las Especies, pero sus investigaciones todavía determinan en gran parte la manera en que interpretamos la vida. Me inclino  por calificar también de intelectuales a las personas cuyo trabajo conceptual opera un decisivo efecto económico, político, social o cultural, aunque éste no haya sido programado, previsto o debatido por su autor.

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Decía Gramsci que cada clase social tiene sus intelectuales: con la adscripción clasista por lo regular se heredan las ideas, aunque esta adscripción puede ser electiva. Vienen Carlos Marx y Federico Engels de  familias  burguesas, y su pensamiento no sólo los emancipa de ellas, sino que casi emancipa al mundo. Por el contrario, mucho intelectual surgido de las clases explotadas no tiene más ambición que celebrar a los explotadores y a través de tal estrategia convertirse en uno de ellos. Pues así como las clases dominantes controlan la producción material, tratan también de regir la producción intelectual con las instituciones de la superestructura: escuelas, secundarias, seminarios, academias, iglesias, inquisiciones, universidades, fundaciones, tanques de pensamiento, centros de investigación, medios de comunicación. En cada una de ellas operan  jerarquías de trabajadores intelectuales que defienden y reproducen el sistema. El intelectual revolucionario que lo desafía es un héroe vetado y perseguido por los aparatos culturales del sistema contra el cual insurge, y a veces del que ayuda a fundar.

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La categorización precedente incluye a los artistas. Una obra de arte es una idea expresada sensorialmente. Pocas cosas tan decisivas en el debate ideológico como las creaciones estéticas, bien por el contenido ideológico que expresan, bien  por la autoridad de que  invisten a las opiniones del creador. Las composiciones  de Chopin y  de Giuseppe Verdi son  poderosos agentes del resurgimiento nacional de Polonia e Italia. La Guernica de Picasso es  lápida de la sepultura ideológica del fascismo.

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Toda  revolución de la modernidad ha sido preparada conceptualmente por vanguardias ilustradas. Para la constitución de  éstas  es necesario un núcleo de trabajadores intelectuales con dificultades de integración social y habilidad para participar en el debate público; con creatividad para formular un proyecto alternativo; que el mismo suscite adhesiones; que éstas sean validadas por un compromiso,  y que dispongan de medios de comunicación  para divulgarlo. Sin intelectual no hay revolución. Lograda ella, es indispensable comprender la realidad para planificar la nueva sociedad, defenderla  y mantener la cohesión de las clases emergentes. Sin intelectuales no hay socialismo.

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 Así como con frecuencia critica, debe el intelectual aceptar críticas, siempre que sean formuladas en sus mismos términos: razonamientos claros, hechos concisos, pruebas decisivas. ¿Qué responder a quienes menosprecian la tarea del pensamiento? De una vez y para siempre  contestó de manera lapidaria al místico Weitling el joven Carlos Marx: “La ignorancia no ha servido jamás a nadie para nada”.

Doscientos años de Carabobo. Por Luis Britto Garcia

1- Tras sangrienta campaña de once años, Venezuela consagra su independencia el 24 de junio de 1821 en la batalla de Carabobo. Esta batalla no termina todavía; culmina una resistencia de tres siglos y abre otra que llega hasta nuestros días. La independencia ni se pierde ni se gana para siempre.

2.- Todavía después de Carabobo tuvo la joven República que luchar denodadamente tres años hasta expulsar a los realistas de su último enclave en Puerto Cabello, y comprometer a fondo sus desgastadas fuerzas para culminar la independencia de la América del Sur en 1824 en la batalla de Ayacucho. Arrancó desde entonces la más mortífera y prolongada campaña contra nuestra independencia, tanto más destructiva en la medida en que sus enemigos se fingían aliados, atacaban por la espalda, sus campos de batalla eran los conciliábulos conspirativos y sus armas la claudicación y la traición.

3.- Con pueblos vasallos no hay independencia: la primera campaña de la Antipatria se libró contra los avances sociales de la República. La liberación de los esclavos, iniciada por Bolívar en 1814, para quienes se unieran a las filas patriotas y numerosas veces ratificada en sus constituciones y decretos, fue postergada y por momentos revertida. Apenas en 1854 sanciona José Gregorio Monagas la Ley de Libertad para los esclavos, que obsequia pesada indemnización a los propietarios y no acuerda a los nuevos ciudadanos ningún apoyo para desenvolverse como hombres libres. Por lo cual la mayoría de ellos termina como peones de sus antiguos amos, esclavizados por las deudas de las “tiendas de raya” de los latifundios, pues no es más que esclavitud la condición de quien trabaja sólo por la subsistencia o por menos que ella. Desde entonces sostiene la Antipatria la inconmovible posición de que todo sacrificio debe recaer sobre los desposeídos.


4.- En la Ley de Repartición de Bienes Nacionales de 10 de octubre de 1817, Bolívar dispone la entrega a los soldados patriotas de los bienes y latifundios expropiados masivamente a los realistas. Esta medida revolucionaria fue burlada con la estafa histórica de la emisión de títulos transferibles que sólo eran cambiados por tierras después de que sus beneficiarios los vendían por miserias a la nueva oligarquía de la Antipatria. Así se consolidó una novedosa casta terrateniente, todavía más avariciosa y explotadora que la de los antiguos blancos peninsulares.

5.- En el Tratado de Paz y reconocimiento firmado en Madrid el 30 de marzo de 1845, veinticuatro años después de Carabobo, el artículo 5 dispone: “La República de Venezuela, animada de sentimientos de justicia y equidad, reconoce espontáneamente como deuda nacional consolidable la suma a que ascienda la deuda de Tesorería del Gobierno español que conste registrada en los libros de cuenta y razón de las Tesorerías de la antigua Capitanía General de Venezuela”. Vale decir, asume como propia la deuda del enemigo. El artículo 6 pauta que todos los bienes legítimamente confiscados por Venezuela “serán inmediatamente restituidos a sus antiguos dueños o a sus herederos o legítimos representantes”, como si España hubiera ganado la guerra. El artículo 3 consiente en la absoluta impunidad al disponer que “habrá total olvido de lo pasado y una amnistía general y completa para todos los ciudadanos de la República de Venezuela, y los españoles, sin excepción alguna”, disposición que solo beneficia a estos últimos, pues ningún patriota habitaba para entonces en España. Cuando el pueblo batalla celebro, pues su valor lo hace invencible; cuando sus representantes negocian con el adversario, tiemblo, pues su adulancia garantiza la derrota.

6- Durante la colonia, capitanes generales y virreyes enviaban las sentencias de nuestros tribunales a la metrópoli para que ésta las confirmara o corrigiera. Denodadamente defendió Bolívar, en el campo de batalla y en el de la diplomacia, la inmunidad de jurisdicción, el irrenunciable atributo de la soberanía de decidir con leyes y tribunales propios las cuestiones de interés público interno. Por ello sostuvo irreductible contra el agente estadounidense Irvine el decomiso de las goletas Tiger y Liberty, que contrabandeaban armas para los realistas. Mientras Bolívar y su ejército arriesgaban la vida en la campaña del Sur, no tardaron los paniaguados de la Antipatria en devolver a los estadounidenses sus instrumentos del crimen. Desde entonces, todo enemigo de la soberanía y por tanto de Venezuela intenta encarnizadamente someter los fallos de nuestros tribunales a los de cortes u órganos jurisdiccionales extranjeros. Por esa vía perdimos la Guayana Esequiba.

7- Los triunfos de Carabobo y Ayacucho costaron no sólo sangre, también ruinosas deudas para comprar armas. El manejo de los empréstitos suscitó graves desacuerdos entre Bolívar, el ministro Zea y el vicepresidente Francisco de Paula Santander, así como la conspiración que culminaría en el fallido intento de magnicidio del 25 de septiembre de 1828. Los políticos se apoderaron de los montos prestados mediante descuentos exorbitantes, pagos de acreencias ficticias, importaciones de equipos inútiles o gastos innecesarios, al extremo de que al separarse de la Gran Colombia, la recién nacida Venezuela acumulaba una impagable deuda externa de 1.888.295,15 libras esterlinas. La prolongada falta de cancelaciones de interés y capital llevó a que en 1840 se reconociera un débito por el doble de dicha suma. Avariciosa con los nacionales, la Antipatria ignora límites al entregarse a los extranjeros.

8- El aprovechado naviero estadounidense John B Elbers obtiene del complaciente Consejo de Ministros de Bogotá el monopolio por 21 años de la navegación del Magda­lena, la principal arteria fluvial del transporte y el comercio de Colombia. Bolívar, que se encontraba en Guayaquil fundando la primera Escuela Náutica de la Gran Colombia, al enterarse revocó en forma terminante la concesión. Feroz contra los compatriotas, la Antipatria sistemáticamente otorga al extranjero los privilegios que niega a los nacionales.

9– Carabobo vive, la lucha sigue.