Y en eso volvió Chávez a Ferro: Aquí no se rinde nadie.

El sábado 19 de agosto, el comandante Chávez regresó a las canchas del fútbol argentino. Lo hizo en una bandera cargada de simbolismos, durante el partido entre el local, Ferro Carril Oeste, e Independiente Rivadavia, de la provincia de Mendoza. El cotejo correspondió a la 26º fecha de la Primera Nacional, la segunda categoría de fútbol de los campeones del mundo.

Bautismo de fuego, frente a dueño de canal que catapultó a Milei

Ferro, séptimo en su grupo, terminó empatando 1-1 con Independiente Rivadavia, escolta y a un punto del líder. El club mendocino es presidido por Daniel Vila, empresario que también dirige al Grupo América. Este conglomerado mediático reúne canales de tv, radios, diarios y webs.

Vila estuvo en la cancha, sobre el lateral del campo de juego destinado a los directivos del club visitante. Sobre el lateral opuesto colgaba la bandera, en la parte central de la platea techada del estadio Arqto. Ricardo Etcheverry. Así las cosas, el «trapo» debutó enfrentando a un duro rival y ante los ojos de quien dirige al grupo mediático que lanzó al estrellato a «el loco» Javier Milei. Un agresivo y ajustador fundamentalista del mercado, que supo canalizar enojos y hartazgos de sectores empobrecidos no escuchados por los últimos dos gobiernos nacionales.

Aquí no se rinde nadie” verdolaga

La frase es el alma del “trapo”. Es un grito con historia. La arenga emerge desde el medio del escudo del club. Un llamado que atraviesa a los hinchas de Ferro. Los más grandes, aún recuerdan no doblegarse ante los descensos -seguidos de ascensos- en los ´50, ´60 y ´70 del siglo pasado.   

Durante su época de oro, los ´80, el no rendirse ante los robos arbitrales -y las campañas mediáticas- llevó a Oeste a coronarse dos vences campeón nacional. Tras la dolorosa quiebra de la centenaria institución en 2002 -impacto de la profunda crisis neoliberal de 2001-, el no claudicar verdolaga derrotó gerenciamientos turbios, espurios manejos judiciales, motorizó a los socios a recuperar el club en 2014 y también su intensa y pujante recuperación.

Hoy, la emblemática frase embandera la larga marcha por el ascenso a Primera. El bautismo del trapo “en el templo” fue publicado en las redes por medios partidarios como la Ferroweb y Ferrocarriloest. El 4 de septiembre debutó en la popular, acompañando un contundente 3-0 frente a Mitre, de Santiago del Estero. La Banda de mi Barrio la colgó junto al banderín del corner y le dedicó un posteo agitando la arenga.

Aquí no se rinde nadie”, sus raíces

El “aquí no se rinde nadie” tiene una profunda carga histórica de pueblos en lucha. Volvió a escena a principios del milenio, en la voz de Hugo Chávez. El presidente venezolano, enfrentando violentos intentos de desestabilización, arengó a su pueblo en una repleta avenida Bolívar: “Aquí no se rinde nadie, aquí no se cansa nadie. Rendirse es traición, cansarse es falta de conciencia».

Asimismo, casi medio siglo antes, esa consigna fue vital en los inicios de la Revolución Cubana. En Alegría de Pío, el ejército batistiano emboscó a una extenueda tropa insurgente. Rodeados, bajo fuego enemigo, surgió el grito de resistencia: «Aquí no se rinde nadie, ¡carajo!» La frase quedó registrada por la pluma del Che Guevara en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria.

Bandera verdolaga, malvinense y antiimperialista

No es exagerado ver antiimperialismo en la bandera. No sólo por las raíces resilientes y combativas de la emblemática frase. Sumemos la presencia de la icónica mirada del líder bolivariano, llenando la parte superior del escudo. Hay quienes no identifican al Comandante Chávez y asumen que se trata de un veterano de Malvinas, acompañando la silueta de las Islas; resplandecientes sobre el verde y centradas debajo de la consiga.
 
Además, hay un significativo antecedente antiimperialista de la hinchada verdolaga. La final del Nacional de 1982, primer título del club, fue jugada pocos días después del fin de la guerra en las Malvinas. En una fría tarde de invierno, la barra de Ferro quemó una bandera británica y otra norteamericana, repudiando el accionar de las potencias occidentales en las Islas.

Actualmente, y desde hace algunos años, distintos grupos de hinchas llevan banderas autorreferenciales de Ferro Antifacista, de Ferro Feminista y de Los Troskos del Oeste. Incluso, los y las verdolagas, en amplia mayoría de sectores medios, reconocen como máximo ídolo y símbolo del club a Gerónimo “Cacho” Saccardi. Aguerrido caudillo del equipo, guerrero romántico, siempre priorizó los valores humanos sobre el dinero, siendo calificado por un medio del establishment como “futbolista antisistema”.

y en eso volvió Chávez

Con la imagen de sus ojos enmarcada en el escudo, más de uno vio a otro antisistema -latinoamericano, de impacto mundial- regresar a la misma cancha donde lo vieron jugar un importante partido. En 2007, el presidente norteamericano George W. Bush iniciaba una gira regional en Uruguay. En respuesta a “mister danger”, el 9 de marzo, el líder bolivariano le puso el cuerpo a la contragira en el “templo de madera”. Las Madres de Plaza de Mayo organizaron el acto antiimperialista en el barrio de Caballito, centro geográfico de la capital argentina. Más de 30.000 personas colmaron el estadio verdolaga, en el que terminó siendo su último acto multitudinario en Argentina.

 

Los invictos, los 28 de julio y los trabajadores

La condición de invicto expresa invencibilidad. El Ferro Campeón Nacional de 1982, alcanzó ese plus, como sólo 4 campeones en la historia argentina. En aquel torneo cosechó 16 victorias y 6 empates, marcó 50 goles, recibió sólo 13 y tuvo al goleador del campeonato, el «negro» Juárez, con 22 tantos. Otro invicto histórico, mucho más difícil de lograr, es el de Hugo Chávez. Emergiendo desde el pueblo durante la crisis del modelo “puntofijista” y propiciando la democracia participativa y protagónica, ganó por mayoría todas las elecciones presidenciales que disputó: 1998, 2000, referéndum 2004, 2006 y 2012.

Casualidad o no, el actual retorno de la imagen del líder bolivariano a las canchas del fútbol argentino fue en el club fundado exactamente 50 años antes de su nacimiento. Un 28 de julio, de 1954, un humilde matrimonio de trabajadores de la educación parió al “arañero” en Sabaneta. Otro 28 de julio, de 1904, obreros ferroviarios iniciaron la vida de la institución de Caballito. Como nota de color, también fueron laburantes, irlandeses, quienes en 1910 crearon la camiseta «verde nilo», desplazando el blanco y rojo impuesto por los gerentes ingleses.

De resiliencias y persistencias

En 2013, varias hinchadas colgaron trapos en las tribunas expresando su apoyo al Comandante venezolano durante su convalecencia o lamentando su desaparición física, como la de Tigre en el norte bonaerense, la de Newell´s en Rosario, la de San Martin de Tucumán.

Hoy, una década después, la novedad de la bandera verdolaga es que recupera su impronta, en medio de una creciente incertidumbre doméstica, nacional, internacional. Una impronta que aparece muy lejana en la “real politik” de muchas organizaciones; pero, simultáneamente, esperanzadora en los rostros de quienes reconocían la icónica mirada de Chávez.

Quiso el destino que el retorno del antiimperialista bolivariano a Ferro se produjese a menos de una semana del triunfo electoral en las primarias abiertas y obligatorias de «el loco» agitador neoliberal. Y frente a uno de los dueños del conglomerado mediático que lo catapultó a la fama. En estas circunstancias, el “aquí no se rinde nadie” también puede ser interpretado como una arenga para enfrentar lo que está pasando en Argentina.

Fotografia gentileza Oscar de la Vega

Chávez es una pasión incontrolable.

Por: Patrick Mettelus.

Esa vibración que llamamos Chávez, tiene el tamaño de la olimpiada de fútbol del año 1924 en París, en una época donde ese deporte era sólo para la élite europea, hasta ese torneo donde participó por primera vez un equipo criollo latinoamericano, el de Uruguay, el cual dominó la competencia y ganó con toda claridad, fortaleciendo así la criollización del balompié. ¡Allí se desató la alegría! los criollos demostraron que el fútbol no es para los grupos oligárquicos dominantes, sino que el fútbol es un fenómeno cultural de masas, igual que Chávez.

Haití, marzo 2007

Todo comenzó con llamadas y mensajes para cuadrar un partido de fútbol con mis amigos en Puerto Príncipe, un amigo que había confirmado su participación me llamó para informarme que el país iba a conocer una sorpresa: Chávez llegaría a Haití en unos minutos ¡wow! que partidazo. Para mí y para muchos de mis compañeros, decir Chávez y fútbol es lo mismo, es una sola pasión. Faite comme chez vous!

Llegamos al aeropuerto Toussaint Louverture, y en pocos minutos vimos pasar un avión por el cielo de Haití y todos gritábamos: wey li rive (llegó). Ese día, tanto la prensa local como la internacional nos castigaron con la información, ni una gota de noticia se publicó en sus medios de comunicación, no han querido que sepamos que Chávez visitaría nuestro país. Bueno, el que cuestiona la sabiduría del pueblo cuestionará la sabiduría de Dios.

Chávez peyi a se pou ou kale boudaw jan vle (Chávez, estás en tu casa, puedes hacer lo que quieras) clamaba el pueblo. Chávez, al salir del aeropuerto encontró una masa humana que le estaba esperando. Allí gritamos, saltamos y cantamos al ver la presencia del Gigante. –¿Que está diciendo la gente?– preguntó Chávez –No chico, no puedo quedarme dentro de una camioneta sin disfrutar toda esa camaradería– La verdad es que eso fue un fenómeno del que me acuerdo casi todo.

El comandante salió de la camioneta, allí comenzó mi partido. Ya el líder empezó a patear con nosotros –Wey¡ sak pa kontan anbake–(el que no está de acuerdo, que se vaya) gritaba la gente mientras sentíamos que estábamos en un partido de fútbol donde la meta final es ganar y, en ese momento, sólo metíamos el gol si tacábamos a Chávez. Pasamos más de media hora pateando, gritamos mucho y cada persona que llegaba a tocar a Chávez sentía que era un gol a favor de nuestro equipo. En cada rincón se veía una bandera de Venezuela y se escuchaba ¡Viva Chávez!, la gente aplaudiendo y contenta.

No soy bueno contando historias, pero espero que ustedes puedan imaginar ese día, el Presidente corrió junto al pueblo desde el aeropuerto internacional Toussaint Louverture hasta la embajada de Venezuela, la cual quedaba en esa época en el Bicentenario Nacional de Haití, al frente de la plaza de la Naciones Unidas, un trayecto similar al del Hospital Militar de Caracas hasta la Academia Militar de Venezuela.

Dios mío, yo quería hacer un gol también, casi estábamos llegando y si Chávez se subía a la camioneta no podía hacerlo, aunque ganaríamos el partido, sentía que faltaba un gol más. Llegamos a la embajada y Chávez entró, ¡yo me sentía como un mal jugador! Todos habían tocado a Chávez pero yo no. La policía no dejaba a nadie entrar, ¡era el fin del partido! Todos estaban celebrando pero yo no, porque no había tocado a Chávez ¡Qué tristeza! Me sentía como si estuviera en un penal al minuto 90, con el partido cero a cero y de repente siento un viento de esperanza, el árbitro da el silbato: A fuera de la embajada hay una gente de Telesur sin poder entrar –¡viene mi momento de ver a Chávez, no debo fallar!– Ese era el gol de la alegría, el gol que todos estaban esperando. Chávez es una pasión inconfundible. Converse con el periodista de Telesur, con el cual había hecho trabajos anteriormente, y el me invitó sin problema a acompañarlo; caminamos hacia el Gigante, quien al vernos me saludó como si me conociera de toda la vida, cariñosa y efusivamente estrechó mi mano y me dio un abrazo –Eeeepa ¿cómo estas?– pero no pudimos conversar mucho porque yo no hablaba bien el español, simplemente sentí una gran alegría de haber podido conocer al nuevo Libertador de estas tierras.

Patrick Mettelus, es productor de televisión, fundador del movimiento inmigrante haitiano en Venezuela “Movimiento Soleil”, Miembro del Frente Nacional de Países Hermanos, productor de Vive Tv.

 

Nota publicada en el libro Chávez es fútbol