Se suele decir que todo esta conectado, y en efecto así lo es. Las celebraciones del pueblo bangladeshí ante cada gol, cada triunfo, y posterior campeonato obtenido por la selección argentina durante el pasado mundial de Qatar, mas allá de ser celebraciones lógicas que pueda tener cualquier hinchada por su club o selección, estas tenían una connotación especial, extra, fueron un grito de venganza, de liberación, por el triunfo obtenido sobre un enemigo –no un rival, sino un enemigo, si, un enemigo–. Bangladesh un casi desconocido país del sur asiático, que hasta mediados del siglo pasado estuviera bajo el dominio de la India inglesa y el imperio ingles. Hicieron como propios estos triunfos, ya que les remontaban al nacimiento de esta pasión albiceleste; que no fue otro que el triunfo de la Argentina de Diego Armando Maradona sobre Inglaterra en los cuartos de final del mundial de México 86.
Apenas habían pasados cinco años de la derrota de Argentina frente al imperio ingles en la Guerra de Las Malvinas, argentinas, era una herida reciente para el pueblo argentino. De igual forma el pueblo bangladeshí tenia abiertas las heridas infligidas por décadas de dominio ingles; es por ello que la victoria argentina en los cuartos de final fue visto como un acto de reivindicación, y de cierta forma de venganza frente a un enemigo en común. Con ese mismo espíritu de saberse vencedor frente a un enemigo casi ancestral, otro pueblo festejaba alegremente, con el pecho hinchado de victoria, corriendo con banderas albiceleste por las calles de Puerto Príncipe. En esta ocasión, Argentina derrotaría en la final del mundial de Qatar a otro imperio colonial europeo, esta vez fue la arrogante Francia de Mbappé y compañía, sin olvidar que había hecho lo mismo previamente con el otrora imperio colonial de Países Bajos en los cuartos de final. Argentina con buen fútbol, pasión y corazón taparía la boca tanto de arrogantes técnicos, así como de prepotentes y soberbios jugadores.
El pueblo de Haití, doscientos años antes, impulsado y guiado por la pasión, fuerza y sangre de libertadores había hecho lo mismo, derrotando al imperio francés de Bonaparte. La revolución haitiana fue la primera nación del hemisferio en declarar su independencia, y el primer país en el mundo en abolir la esclavitud. Dos hechos de gran envergadura, que trasgredieron el orden colonial establecido –no solo para ese entonces.
Ahí dos cosas que van ligadas intrínsecamente al imperialismo; la primera, la enfermiza obsesión de control, subyugando, oprimiendo, y destruyendo a todo aquel pueblo que se le oponga; y segundo una sed de odio visceral, de venganza ciega. Es por ello que el imperialismo no perdona la ofensa e irreverencia del pueblo haitiano al declararse libre e independiente. Hoy día, doscientos años después Haití sigue bajo el ataque imperial.
Es deber de todos los pueblos del continente –como mínimo–, acudir a la historia como fuente inagotable de saber y conocimiento, para conocernos, saber de donde venimos, y poder alzar nuestras banderas de luchas como bien lo decía Fabricio.
Para el Fondo editorial del sur es un momento propicio e indicado, que coincide con una conmemoración de un año mas de la gesta independentista del pueblo haitiano, y con el inicio de un nuevo ciclo en el fondodelsur, ciclo en el cual se abordaran temáticas especificas cada mes, haciendo mayor énfasis en lo socio histórico, cultural y político de los pueblos nuestroamericanos. Buscando con ello allanar caminos que lleven a los pueblos a conseguir la tan anhelada independencia.